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El día en que Freud se pegó con un taxista

Se subasta un singular autorretrato del pintor británico

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

Las discusiones con los taxistas raramente han provocado momentos reseñables en la historia del pensamiento, y aún menos del arte. Pero nada ha sido nunca convencional en la vida y obra de Lucian Freud, un artista tan genial como pendenciero. Las mismas manos que empuñaban con maestría sus pinceles se trocaban en puños con una alarmante frecuencia.

Sothebys subasta el 10 de febrero un cuadro casi desconocido que reúne ambas características. Es un autorretrato de 1978 que Freud inició después de una pelea con un taxista de la que salió con un ojo morado.

Se desconocen los motivos de la trifulca, aunque el enrevesado callejero de Londres bien pudo ser el motivo. Lo que es seguro es que al llegar a su estudio, Freud se vio ante el espejo, comprobó el lamentable estado del ojo izquierdo y se puso a trabajar. Tenía que darse prisa antes de que la hinchazón se redujera. A la persona que le estaba esperando le dijo que se fuera. Era una oportunidad 'demasiado buena' como para desperdiciarla.

Freud no dio mucha importancia al impulso. De hecho, vendió el cuadro a la persona con la que se había citado en el estudio, que no era más que un modelo contratado para posar.

El lienzo, del que Sothebys espera recaudar entre tres y cuatro millones de libras, nunca ha aparecido en una exposición de Freud ni figura entre las obras recopiladas en los libros sobre el pintor británico de origen alemán y nieto de Sigmund Freud.

La estimación del valor de la obra es algo conservadora, pero podría superar los 3,7 millones que se pagaron en 2005 por otro autorretrato de Freud (Hombre con una pluma). En cualquier caso, se quedara muy lejos de los 17 millones que pagó el millonario ruso y dueño del club de fútbol del Chelsea, Roman Abramovich, en 1995. Eran otros tiempos para el mercado del arte.

Oliver Barker, experto en pintura de Sothebys, la califica de obra extraordinaria: 'La vi por primera vez hace varios años y quedé impresionado', explicó a The Guardian. 'Su presencia es arrolladora y muestra a Freud en plenitud de facultades'.

El pintor no es muy aficionado a hablar de sí mismo, pero en una ocasión explicó sus impulsos irascibles cuando le preguntaron por su relación con Francis Bacon. 'Antes solía meterme en muchas peleas. No es que me gustara pegarme. Es sólo que la gente me decía cosas ante las que la única reacción posible era golpearles', contó. Era un argumento de peso, pero Bacon le recomendó que intentara ganarse a la gente y que controlara sus impulsos, una autocontrol por cierto que Bacon nunca ejerció en épocas anteriores de su vida.

Freud, de 87 años, es uno de los artistas vivos más respetados en Gran Bretaña. Continúa recluido y trabajando en su estudio sin importarle la repercusión de su obra. Su retrato de la reina Isabel II fue recibido con horror por la mayoría de la prensa en 2001, pero en esa época ya había perdido las ganas de pegarse con los idiotas.

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