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El encanto de la verdad con sabor a plástico

El artista gallego Jorge Perianes levanta una plataforma en la nave quemada de Matadero

PEIO H. RIAÑO

Jorge Perianes (Ourense, 1974) siempre ha tenido un problema con la felicidad. Digamos que le molesta tener que compartir la necesidad de ver un mundo mejor, más bonito y menos doloroso. En ese sentido, pero solo en ese, a Perianes se le puede considerar un artista realista, un artista que necesita destapar la realidad del mundo que hemos camuflado con olor a ambientador de rosas. Así que como no le gusta demasiado todo este tinglado, se ha dedicado en cada una de sus instalaciones a levantar otro. Incluso a destruir este para mostrar la cara que mejor no mirar.

Hace dos años, en el MARCO de Vigo, levantó una montaña artificial en la sala de exposiciones y le arrancó parte de la cumbre, que quedaba tirada junto al otero. Antes, había montado en la sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid un jardín caníbal que iba haciéndose poco a poco con las paredes del lugar. Jorge vuelve a la naturaleza una y otra vez, con los años ha perdido barroquismo, ha afinado el disparo y se ha vuelto más sutil. Incluso, críptico. Como él mismo dice, 'antes pensaba mucho en el público y ahora prefiero poner menos de mi parte y que ellos sean más activos'.

'Ahora prefiero poner menos de mi parte y que el público sea más activo'

La madurez de su evolución está en la nave quemada de Matadero Madrid, donde hasta el día 13 de noviembre muestra la instalación Categorías. Nada queda ya de aquel universo amable que componía con detalle y precisión. Si había que levantar un muro devorado por cientos de insectos, él los sacaba de sus cajitas donde tenía clasificados los bichos más variados que preparaba durante horas y horas. Un demiurgo que almacenaba su creación por categorías, clasificada para darle vida cuando él decidiera. Estaba empeñado en arreglar la visión que el espectador tenía de su entorno.

Pero como Jorge Perianes se dio a conocer fue como criador de pájaros. En su mesa de trabajo estaba rodeado de láminas en las que estaban todas las aves de jardín que luego él reproducía y hacía caer en trampas metafóricas. Por ejemplo, lindos pajarillos frustrados por no poder acceder a su caseta porque no había puerta. Sobra decir que la casa es el alma y el hogar, el refugio. Y que el pajarillo somos nosotros. El fracaso de poder acceder a un hogar. Ya vamos aterrizando en los problemas.

Perianes muestra interés en convertir el arte en un medio de conocimiento

Reconocía entonces que le gustaba manejar símbolos accesibles, escapar del hermetismo. Pero, como decimos, de aquella simbología e inconsciente, descaradamente surrealista, ha nacido un alma absolutamente romántica (y minimalista) que ha acabado con cualquier atisbo de barroquismo al que se entregaba el artista. En Matadero Madrid ha dado un paso adelante en su interés por convertir el arte en un medio de conocimiento, no en un fin decorativo. Algo incómodo para el recreo, sí. Esto es otra cosa o casi.

Para este espacio tan especial o, como dice él, 'con tanta presencia', ha levantado una plataforma de madera que acerca al visitante al techo y divide en dos la sala. 'Es un espacio doble: lo de arriba se comunica con lo de abajo; el juego de la luz y la sombra; arriba desván coronado por una bóveda celeste (macabra) y abajo un sótano oscuro. Es una pieza algo compleja, para transitar y circular. Ver a los visitantes arriba y abajo es una experiencia, la gente se convierte en ella en insectos', comenta.

Quiere huir de la huella escenográfica para definirla como 'transitable'. Pero lo cierto es que es una construcción absolutamente teatral. De hecho, y aquí vuelve el antiguo Perianes, hay flora artificial diseminada a lo largo de este gran escenario de madera. Pero ya no es la naturaleza viva y majestuosa que solía utilizar. Aquí son esas plantas 'que revientan los bordes del asfalto de una carretera olvidada'. Confirmado, Perianes se ha vuelto más crudo. 'Ya no hago pájaros, porque son demasiado bonitos. Difícilmente volveré a hacer algo tan amable'.

Se ha vuelto más crudo: 'Ya no hago pájaros porque son demasiado bonitos'

Y, sin embargo, mantiene el mundo del engaño. Un espectáculo engañoso que dibuja una construcción parada, a medio hacer, con el olor a madera impregnado en la sala quemada, con el serrín y los restos de madera por los suelos, como una vista de Piranesi. A fin de cuentas, el apellido del gran arquitecto neoclasicista es un juego esdrújulo en italiano de Perianes.

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