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Álex de la Iglesia: “En España todos somos Raphael, para bien y para mal”

El cineasta vuelve al microcosmos de la televisión con una comedia claustrofóbica para hacer un retrato despiadado e histérico del mundo en el que vivimos. La película, el regreso al cine de Raphael después de cuarenta años, se estrena este viernes.

Álex de la Iglesia y Raphael durante el rodaje de la película.

SAN SEBASTIÁN.- La grabación en diferido de un especial de Nochevieja le sirve a Álex de la Iglesia para disponer de un microcosmos, el de la televisión, donde todo es mentira, los artistas se odian y quieren matarse, los trabajadores se traicionan, los directivos roban y despiden… y los figurantes hacen lo que les dicen sin protestar. Fuera, el caos. La policía sacude a los manifestantes, los fans ni les miran, concentrados en la puerta por la que puede salir la estrella… Mi gran noche, con Raphael (su regreso al cine después de 42 años), Mario Casas, Pepón Nieto y algunos habituales en la filmografía de este director, es un retrato despiadado e histérico del mundo en el que vivimos.

Una vez más se va al mundo de la televisión, ¿es ya una obsesión?

Lo que me preocupa o me da miedo o me angustia se convierte en objeto de mis guiones. Con la televisión hay una mezcla, por un lado me encanta y por otro, no me gusta nada. Además, hablar del cine no tiene sentido, es mejor hablar del circo, de la televisión…
Un decorado del oeste, la televisión, el circo… ¿tanto le gustan los mundo artificiales?
Es verdad, son mundos artificiales, son mundos de mentira, pero es que todo es mentira, esa es la historia. En ‘Mi gran noche’, también.

Todo es mentira y como dice el personaje, ¿“somos todos figurantes que hacemos lo que nos dicen”?

Sí, yo a veces también me siento figuración, un extra que hace lo que le dicen. Pero el personaje de Terele Pávez se lo dice al de Pepón Nieto, no puedes ser un extra en tu vida, tienes que ser el protagonista y pelear por lo que quieres. Tenemos la sensación de que todo es un espectáculo que gira a nuestro alrededor y que nosotros no tenemos el control, pero no es así.

Todo pasa en un plató de televisión y cuando alguien intenta salir, fuera hay caos y violencia…

Me gusta el momento en que llega el personaje que interpreta Pepón Nieto. Baja del autobús y aparece en esa especie de jungla, donde todo está mezclado, la policía dando palos y las señoras con pancartas de su ídolo, y todos están integrados. Eso lo hemos visto en alguna ceremonia de los Goya, viene de ahí. Pero dentro de la televisión es peor el jaleo. Es como un juego de mesa en el que nadie te ha explicado las reglas.

Es una película muy claustrofóbica y agobiante, la cámara no para, todo va rápido… ¿ni un segundo de respiro para el espectador / ciudadano?

La película que más me gusta en este sentido es Luna nueva (Howard Hawks, 1940). Cary Grant vive una situación enloquecida en tiempo real, angustiosa, todos los personajes intentan solucionar algo que se les escapa de las manos. Quería que el espectador se sintiera en una especie de montaña rusa de la que no pudiera salir. Pero no lo utilizo para el drama, sino para la comedia. Que el espectador no tenga tiempo de pensar. Un amigo mío decía que el que piensa, pierde.

"Quería que el espectador se sintiera en una especie de montaña rusa de la que no pudiera salir"

Da la sensación de que no deja títere con cabeza, pero a lo mejor también usted se autocensura, ¿es así?

Sí. Ahora vivimos un momento muy cruel, con una masificación de la información y sabiendo que todo lo que decimos es escuchado por miles o cientos de miles de personas y eso genera un estado de autocensura brutal. Lo que pongas en las redes sociales puede destrozarte la carrera. Hay más autocensura que nunca y hay que luchar contra eso. Además, todos sabemos que cuando algo te da miedo, es que vas por buen camino.

Una televisión y una sociedad como usted las retrata, sumidas en la injusticia, la confusión… ¿qué reflexión le provocan?

En otras de mis películas no veía una solución, pero ahora sí. Hay que reproducir la locura para salir, hay que acomodarse al mecanismo. Es como luchar desde dentro de las filas del enemigo.

¿La comedia es el arma que nos queda ante tanto desorden y abuso?

Sí. En Twitter se ve. En medio de este nivel de desesperación, aunque hay un grupo que se convierte en trolls o haters, hay mucha gente que reacciona con una gracia y una ironía increíbles. En esa especie de ‘Imago Mundi’ de lo que opina todo el mundo dentro de un programa informático, hay mucho humor, hay auténticos filósofos de 140 caracteres. Y, de pronto, lo ves: esta es la solución. La visión cínica e histérica de la vida sirve para salir de la angustia.

¿Y a usted hacer películas como ésta le sirve de terapia?

Absolutamente. Hay directores que niegan que usen el cine como terapia, pero a mí me sirve y creo que también puede servir como terapia para los demás. Es una manera de contar cómo ves la vida, el mundo, de una forma simpática y generosa. Porque la risa, el humor, es un acto de generosidad. Contar lo mal que está uno no tiene sentido ni interés.

"Vivimos un momento muy cruel, en un estado de autocensura brutal"

La gente se ríe mucho más de lo que se ve en el cine español.

Sí. Siempre he dicho que es un privilegio trabajar en lo que te gusta, en el cine, y hoy no creo que la queja y el lamento deban formar parte de nuestro discurso.

A propósito de artistas, les pone usted fatal en su película, egomaníacos, envidiosos… ¿hacer este retrato era una especie de necesidad?

Lo he contado porque libera y porque es muy divertido descubrir que lo que uno piensa que es de una manera, no lo es. Entre los artistas hay odios, una envidia atroz, angustia… Son cosas de las que yo también participo, mis rodajes no son precisamente una fiesta… Hay excepciones, claro, Álex Angulo era maravilloso. Por otro lado, en la comedia todo se exagera, es un cuadro abstracto de la realidad, una imagen grotesca…

Cuando dice que es liberador, ¿se refiere a contar cómo ve usted a los artistas a decir cómo es usted mismo…?

A esas dos cosas y a que es liberador también para el público, se divierten viendo cómo son los artistas por dentro. A mí, los making-off donde todos son encantadores, me aburren muchísimo.

¿Cómo es Raphael?

Yo no le conocía y he descubierto que es una persona que se ríe de sí mismo, muy consciente de lo polémico que es su personaje. En ese sentido yo también me siento bastante Raphael, genero polémica, gente a la que no le gusta nada mi cine. Ser consciente y jugar con ello es la clave. Raphael forma parte de nuestras vidas, es historia de España, todos somos él, para bien o para mal.

"La visión cínica e histérica de la vida sirve para salir de la angustia"

Recibió magníficas críticas en Toronto y San Sebastián

San Sebastián es un festival al que tengo un cariño especial, siempre he estrenado allí. Me gusta mucho su director, José Luis Rebordinos, y el concepto de festival que tiene. Todos cabemos en ese concepto de festival. Y en Toronto he descubierto que la película gustaba mucho a los americanos, así que es bastante universal. Allí no saben quién es Raphael y yo les decía que era real, que era un cantante… Les daba igual, aunque no lo sabían, le hacía gracia.

Parece que rueda usted lo que quiere, cuando quiere…

Bueno, esta es una película que debería haber rodado en trece semanas y la hemos hecho en nueve. Hacer cine es cada vez más complicado en todas partes, especialmente en España. Acción mutante, en 1993, la hicimos en trece semanas, Musarañas se tuvo que hacer en cuatro. Por otro lado creo que aquí ahora se hacen grandes películas y muy inteligentes, que se sabe dónde apostar para que el espectador no note esa falta de medios. La isla mínima es un ejemplo de cómo se tiene que hacer cine en este país. Hay que apoyar a la gente que apuesta por hacer películas con una ambición. Ahora los productores y directores están haciendo un enorme esfuerzo por la calidad y el público lo agradece, especialmente en esta situación tan complicada.

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