Este artículo se publicó hace 2 años.
'La ley de Teherán', la peste de la adicción
Saeed Roustayi construye sobre la dantesca realidad de la drogadicción en Irán uno de los mejores thrillers de los últimos años, 'La ley de Teherán'. Estrenada en Venecia y César a la Mejor Película Internacional, consigue, desde el género, retratar con escalofriante convicción el dolor de las víctimas y el error del sistema.
Madrid-
Cada día se consumen en Irán diez toneladas de drogas, especialmente heroína y crack. Hoy hay 6,5 millones de adictos. El 70% de la población en las cárceles está condenada por casos relacionados con las drogas. Y el problema se agrava en el país, donde las escenas, dantescas, de decenas de personas, familias enteras, viviendo y consumiendo en la calle son cada vez más frecuentes. El cineasta Saeed Roustayi ha construido sobre esta pavorosa realidad uno de los mejores thrillers estrenados en los últimos años, La ley de Teherán.
Una persecución a pie por callejones y descampados con un final inesperado y angustioso revela el tono y el ritmo que va a tener toda esta historia, poderosa, impactante, sin respiro, con algunas imágenes imborrables y en la que hay un par de certezas, tan contundentes como irrebatibles, la del dolor de las víctimas y la del error colosal del sistema. "La adicción apesta", murmura un juez tras interrogar a unos consumidores que han sido detenidos y mucho después de que el cineasta nos haya mostrado la cotidianidad del infierno en las calles de Teherán.
Miseria, brutalidad y hacinamiento
Largas hileras de tubos de drenaje de cemento gigantes habitados por adictos. Hombres de todas las edades que fuman crack asistidos por sus hijos, acompañados por sus familias… cuerpos y rostros aletargados, otros sin vida… intentando, sin apenas capacidad de reacción, huir de la policía que ha llegado. Y lo siguiente es el Centro de Detención de la Policía de Control de Drogas y la prisión especial para los drogadictos y traficantes. Brutalidad y hacinamiento.
Samad Majidi no se rinde. Policía obstinado, está decidido desde hace años a capturar al narcotraficante Nasser y va tirando del hilo. Enganchados al crack que prefieren ‘cantar’ que ir a la cárcel, donde algunos morirían; hombres y mujeres que para sobrevivir se convierten en 'mulas' y pequeños traficantes… dan las pistas que Samad necesita para 'cazar' a Nasser. Payman Maadi y Navid Mohammadzadeh son los actores protagonistas de este thriller impecable, que se estrenó en el Festival de Venecia y se alzó con el Premio César de la Academia de Cine de Francia a la Mejor Película Internacional y con los reconocimientos de Mejor Dirección y Mejor Actor (Mohammadzadeh) en el Festival de Tokyo.
Círculo del horror
Rodada con adictos de las calles de Teherán, que hicieron especialmente difíciles algunas escenas y llegaron a contagiar algunas enfermedades a miembros del equipo, la película, sostenida perfectamente sobre los cimientos más genuinos del género, contiene al mismo tiempo tanta veracidad que eleva el espectáculo de entretenimiento que es a otro nivel, el de una obra dotada de una convicción perturbadora.
Certidumbre y verdad que se van acercando al final de un círculo de horror que no deja de repetirse dramáticamente en el país. Última parada, la justicia. En Irán la sentencia por posesión de drogas es la misma para 30 gramos y para 50 kilos: la pena de muerte. Los narcotraficantes juegan al límite y ello ha provocado que se disparara la venta de crack en los últimos años.
Un sistema incapaz
"¿Cómo es posible que haya cada vez más drogadictos aquí, a pesar de todas estas condenas a cadena perpetua y a muerte? ¿Cómo es que la policía no puede atrapar a las principales figuras del narcotráfico? ¿Cómo es que cualquiera, esté donde esté, puede conseguir cualquier droga en menos de tres minutos?", se pregunta Saeed Roustayi, que también se responde con su propia película. La ley iraní y su sistema policial de redadas, arrestos y detenciones es incapaz de detener la creciente ola de adicción a las drogas de una sociedad que, con toda seguridad, necesita otro tipo de asistencia y apoyos oficiales.
Los personajes de Samad y Nasser, el policía y el narcotraficante, son un reflejo de la misma realidad del problema. "Son las dos caras de una misma moneda. Y lo más importante para mí es que ambos pertenecen a la misma clase social. Me esforcé por representar a dos personajes muy reales y creíbles, independientemente de quién tenga razón y quién no. Ambos piensan que han elegido el mejor camino, aunque también hacen autocrítica de sí mismos", dice en una entrevista de las notas de producción el cineasta, que en esta historia se esfuerza, y consigue, por demostrar las razones de ambos.
Censura y oposición
"Los seres humanos tienen diferentes comportamientos en diferentes situaciones. Nadie es un personaje absolutamente de blancos o negros —añade—. Me gusta que incluso los más culpables intenten demostrar su inocencia y que la gente se deje impresionar por sus condiciones sociales. No puedo representar personajes absolutamente negativos en mis películas y, si hay alguno, diré que también son víctimas. Como he hecho muchas investigaciones para todas mis películas, conozco muy bien a estas personas, incluso a las que esperan ser ejecutadas. He intentado conocer sus almas".
La ley de Teherán, que ha facilitado que la nueva película de Saeed Roustayi (Leila's Brother) compitiera este año en Cannes, se convirtió en la producción iraní más taquillera en el país durante su estreno, además de arrasar con todas la cifras conocidas en el mercado doméstico y de streaming. Un éxito sin precedentes en Irán, donde el cineasta tuvo que lidiar durante meses con la censura gubernamental y posteriormente con la oposición de la policía antidroga. "Bueno, nunca quisimos hacer una película de propaganda y retratamos a personas reales, a los policías, a los adictos, a los traficantes… y las autoridades me pidieron algunos cambios que no acepté y ¡luché y luché!".
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