Este artículo se publicó hace 2 años.
'Madeleine Collins', la mentira del mundo al revés
Antoine Barraud explora en 'Madeleine Collins' una historia de doble vida desde la perspectiva de una mujer y evidencia con ello las trampas del sistema patriarcal. Thriller con retrato psicológico donde todo encaja a la perfección, está protagonizado por Virginie Efira.
Madrid-Actualizado a
Héroes, superhéroes, espías, agentes infiltrados… son hombres que llevan una doble vida, con los que ha brindado la ficción y que han sido consagrados en el cine. Ellas, las mujeres, sin embargo, cuando conviven con dos identidades son, con una insistencia enfermiza, amas de casa de día y prostitutas de noche, o al revés (Belle de jour). Ahora, el cineasta Antoine Barraud rompe esta tendencia mórbida con Madeleine Collins, un juego de cambio de roles con el que, además, se atreve a defender la mentira.
Judith Fauvet, el personaje principal de esta historia, es una mujer con dos familias. En Francia vive con su marido, un reputado director de orquesta, y sus dos hijos adolescentes. En Suiza vive con un hombre ahora en el paro y su pequeña hija. La situación, aprovechada en el cine muy a menudo con personajes masculinos, no se ha explorado apenas con los femeninos. En Francia, antes uno de los pocos que lo hizo por caminos poco convencionales fue Georges Lautner, en 1983, en 'Attention une femme peut en cacher une autre!'.
Protagonizada por Virginie Efira, con Bruno Salomone y el español Quim Gutiérrez, la película está construida como un mecanismo de relojería, con un guion, del director y de Héléna Klotz, sin una sola fisura, una atmósfera hitchcockniana, con referencias directas a Vértigo, y cierto contexto chabroliano. Elementos que envuelven un relato que evidencia la desigualdad y los papeles socialmente impuestos a mujeres y hombres, y que revela el ansia de libertad de la mujer. Por supuesto, la diferencia, lo que cambia absolutamente todo es el vínculo con los hijos.
Judith es una mujer defendiendo lo indefendible, conviviendo con la mentira constantemente y siempre preocupada por los otros. Esta no es la historia de una mujer que engaña a su marido, sino la de una mujer que mira con devoción a sus familias, que está en permanente estado de alerta por su cuidado y, sobre todo, que hace lo que cree que se espera de ella. "Vi en ella una noción de devoción –explica Virginie Efira-. Incluso si Judith miente, siempre está totalmente presente en el momento, y está genuinamente preocupada por los demás, ya sea por sus maridos o sus hijos".
Y Judith miente, todo el tiempo, cada vez más atropelladamente, y esa mentira es, en palabras del director y guionista, "un trabajo duro, agotador y a tiempo completo". Madeleine Collins es "una película que defiende la mentira", dice Antoine Barraud en las notas de producción, donde reconoce que "la gente seguramente encontrará esto inmoral, terrible. Pero, sin decir que es genial, mentir es una forma de gritar tu deseo de libertad, aunque no es la más gloriosa, ni la más efectiva ni la más segura para quienes te rodean. Es una expresión del deseo por la vida, por la intensidad, por la existencia más allá de la fachada".
La mentira, además, es la mejor herramienta para convertir la película en un thriller de suspense hitchcockniano. "Mentir requiere un mapa mental complejo. Ser un mentiroso es casi como ser novelista, por la fuerza de las circunstancias. Judith inventa historias todo el tiempo, a veces no tiene tiempo para hacerlo y parece atrapada, pero en el pánico ella inventa algo de todos modos, y sus mentiras siempre están al filo de la navaja, y pueden ponerla en peligro de perderlo todo".
La eficacia de este mecanismo se perdería si antes no se hubiera conseguido la empatía del público con el personaje, pero ésta es casi instantánea y, además, va creciendo. La relación con esta mujer se va transformando al ritmo en que ella misma cambia. "Con este personaje identifiqué un tema que me interesa: una identidad múltiple a partir de la cual se van cayendo gradualmente las capas hasta emerger un personaje que ya no sabe exactamente lo que le queda por ofrecer, en lo que es un retroceso progresivo", dice la actriz.
Son personalidades diferentes de esta mujer que, en la realidad, compartimos todos cada día. Judith es mujer, es madre, es esposa, es amante, es traductora internacional… y cada una de esas personalidades se manifiesta en un universo concreto. Y el juego con estas identidades es, como en el cambio de roles que sustenta toda la película, un experimento del mundo al revés.
"A menudo he interpretado lo contrario: mujeres que se derrumban, pero que luego son más fuertes por ello. Judith, sin embargo, comienza como una persona fuerte y luego, gradualmente, va perdiendo los apoyos en los que ella confía. Y al final tiene que encontrar un nueva forma de ser Judith". Es el momento decisivo en que debe elegir entre ser esa mujer que todos esperan que sea o ser quien de verdad quiere ser.
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