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La experiencia psicótica
del patriotismo americano

Ang Lee denuncia en ‘Billy Lynn’, con una brillante ironía, pero también con gran sensibilidad, la situación de los soldados de EEUU que van a las guerras y la realidad de una sociedad hechizada por un patriotismo demencial y por lo más artificioso de la cultura del consumo

Desquicie patriótico y consumismo en 'Billy Lynn'

MADRID.- “EE.UU. es un país de críos. Salimos fuera para crecer o para morir”. Es la frase definitiva que el sargento Dime dice al soldado Billy Lynn en medio del esperpéntico espectáculo en el que les han metido. Directamente desde Irak, el Gobierno ha devuelto a la vida normal, que es completamente anormal, a todo un pelotón para exhibirles como héroes de guerra en un campo de fútbol americano, al lado de Beyoncé, entre aparatosos fuegos artificiales, banderas y animadoras que mueven ridículamente sus pompones.

El contraste entre ambas experiencias, vividas realmente en EE.UU., concede al cineasta Ang Lee los mejores cimientos para levantar sobre ellos un retrato atinadísimo, inesperadamente irónico, de la sociedad norteamericana, Billy Lynn.

Inspirada en la novela de Ben Fountain y con Joe Alwyn, un debutante en el papel principal, la nueva película del cineasta taiwanés revela la desgraciada realidad de la mayoría de los soldados que participaron en aquella guerra (y siguen haciéndolo en las nuevas), chicos sin muchos recursos que buscaron en el Ejército una salida económica y que en su mayor parte eran latinos, hijos de emigrantes, negros... Al mismo tiempo, el filme denuncia con una eficacia asombrosa la infantilización de un país que todo lo convierte en espectáculo, que está dominado por la codicia, que no respeta nada ni a nadie, y que utiliza a cualquiera con tal de sacar un dólar de beneficio.

“La ironía de esas dos experiencias una junto a otra es como una especie de examen existencial de lo que es real y lo que no, ese contraste posee una especie de cualidad zen que me fascinó”, asegura Ang Lee, que ha manejado ese tono irónico en todos los aspectos del proyecto, incluso en el reparto.

Junto al debutante, a Garrett Hedlund (sargento Dime) y a los jóvenes actores que interpretan a los soldados, aparece Vin Diesel, una de las banderas del cine de acción ‘bestia’ de Hollywood, que aquí es un sargento poeta, un militar compasivo, muy espiritual. Y, con él, Steve Martin, campeón de la comedia boba americana, en el papel del texano millonario propietario del campo de fútbol, un empresario serio, cínico y orgulloso.

"Sentí que no entendía a mi país"

El espectáculo real de un partido de los Cowboys de Dallas el Día de Acción de Gracias de 2004 en el que utilizaron también a unos jóvenes soldados provocó un enorme desconcierto en el escritor Ben Fountain, que se preguntó cómo se sentirían los jóvenes que estaban en medio del campo. Aquello ocurrió tres semanas después de que George W. Bush ganara las elecciones a Kerry. “Sentí que no entendía a mi país”.

La actuación era, en sus propias palabras, “una mezcla surrealista y bastante psicótica de excepcionalismo y patriotismo estadounidenses, música popular, porno blando y militarismo: muchos soldados sobre el terreno de juego con banderas estadounidenses y fuegos artificiales”.

Ang Lee con Vin Diesel durante el rodaje de 'Billy Lynn'

Ang Lee con Vin Diesel durante el rodaje de 'Billy Lynn'

Fountain decidió que aquello era “la mayor locura” que había visto en su vida. “Pero a todos los demás les pareció bien, los presentadores de televisión y todos los allí presentes, un día normal y corriente más en los Estados Unidos”.

"Por lo menos tendré seguro médico"

Rodada en 3D, Ang Lee ha utilizado para esta película cámaras de tecnología punta para filmar en alta resolución y un número de imágenes por segundo muy superior a la habitual. Ello obligaba a los actores “a comportarse más que a actuar”, según el director. Y ello en los dos escenarios casi únicos –también aparece la casa del soldado- de Billy Lynn, el campo de fútbol y, mediante una serie de flashback, Irak. En este último, los tonos de la película cambian, igual que cuando se recrean imágenes irreales de lo que realmente piensan o lo que dirían libremente estos soldados.

En una escena en la que el cineasta abandona temporalmente la ironía para ponerse incondicionalmente al lado de los soldados, Billy Lynn y su compañero Mango se esconden un rato, con un amigo de éste, en una escalera de servicio para fumar un poco de marihuana. “¿Nos pasará algo?” dice uno. “Lo peor que podrían hacernos es enviarnos a Irak”. Ríen, porque todos van a volver, solo están en una gira promocional, pero con billete de vuelta. El camarero que está con ellos confiesa que está pensando en alistarse, “por lo menos tendré seguro médico”.

"Son nuestras vidas"

Es la otra realidad de esta historia, la de la verdadera angustia de estos jóvenes y sus familias. La actriz Kristen Stewart interpreta a la hermana del protagonista. Una mujer que no quiere que su hermano vuelva a la guerra. “Ella es una de las personas que, en 2004, estaba desilusionada con la guerra, con el estado de sus vidas y tal vez con la falta de oportunidades en la situación económica del momento. Ve cómo te han podido criar para creer y convencerte de algo, pero no funciona para todos. Ella representa la realidad de aquellos que han quedado marcados de algún modo, tiene cicatrices físicas, pero también metafóricas. No cree que la guerra sea buena y quiere que su hermano esté a salvo, lo quiere en casa”.

Por supuesto, la máquina de hacer dinero que es Hollywood está presente en la película. Albert (el actor Chris Tucker), un productor de cine, ha adquirido los derechos de la historia de estos soldados e intenta vender su idea a cualquier precio. Los chicos, ya completamente cabreados por la desfachatez de toda esa gente que les está insultando y utilizando, terminan explotando: “Esto no es una historia, no es una idea, son nuestras vidas”.

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