Este artículo se publicó hace 2 años.
El fotógrafo que convirtió su avioneta en una cámara para denunciar el cambio climático
Andrew Vukosav fotografía la Australia más asombrosa y recóndita para concienciar al público de que debe preservar el planeta.
Madrid-Actualizado a
Andrew Vukosav (Melbourne, 1964) no quería ser piloto, pero su cabeza volaba, por lo que decidió sacarse la licencia de vuelo para poder ver el mundo como un pájaro. Fotógrafo publicitario, estaba satisfecho con sus producciones de moda, aunque le faltaba algo: ofrecer a los terrícolas otra visión, no solo de la naturaleza, sino también del sentido de la vida.
"Al principio, miraba por la ventana e intentaba disparar mientras pilotaba la avioneta con las rodillas, pero trabajar así era imposible. Entonces contraté a unos ingenieros para que me instalasen una cámara en la parte trasera del avión, de modo que podía pilotar y sacar fotos a la vez", explica Vukosav en EFTI (Madrid), donde expone Longitude / Latitude / Solitude hasta el 15 de octubre.
El fotógrafo australiano convirtió su avioneta en una cámara. Fija, eso sí. "Para dar con la toma perfecta, tengo que jugar con la aeronave, inclinarme, hacer clic y, si no la consigo, sobrevolar de nuevo la zona para seguir disparando. Es un proyecto original, aunque en realidad la madre naturaleza es la artista y yo, el mensajero que te trae las fotografías", añade Vukosav.
Más allá de la técnica —la cámara Phase One 150mp XF va acoplada a la parte inferior del fuselaje de un Cessna 182 monomotor— y de su pericia, sorprende el resultado: unas fotografías de gran formato estampadas en lienzo que pasarían por cuadros, con la textura de una pintura y un efecto tridimensional, donde nada es lo que parece, pese a que los títulos dan alguna pista.
Detalles de desiertos, lagos, mesetas rocosas e islas con pinta de bacterias, dedos, células, raíces, cigotos, testículos, frutos rojos o leche derramada, aunque la vista aérea del lago Mackay se titula The Dragon, porque eso es lo que la imagen le inspiró al artista, del mismo modo que al espectador le sugerirá otras formas. Una abstracción que parte de lo figurativo, una Australia recóndita, inédita y real: "Cuando vuelo, busco formas abstractas y poner un poco de orden en la aleatoriedad de la naturaleza, que es totalmente aleatoria".
Así, las texturas nos remiten al cuerpo humano, pero también a la piel de un elefante. El viento sopla y arrastra la arena o el agua, de manera que se forman figuras que se asemejan a un cangrejo o a un pez, de ahí que la foto en el desierto Tanami se titule Crustáceos. "Efectivamente, algunas fotos parecen pinturas, aunque yo solo muestro la otra cara de una Australia extraña y extraordinaria", reflexiona Andrew Vukosav.
"Juego con los títulos, que se me ocurren cuando estoy volando y veo el paisaje. Es algo que me encanta, si bien en la ficha añado la geolocalización para que el espectador pueda ver la imagen real vía satélite", deja claro el artista, quien confiesa que usa el lienzo para evitar los reflejos y reforzar las tres dimensiones, como sucede en Recumbent Nude, un homenaje a las esculturas recostadas del escultor Henry Moore, o en Hebrew, las salinas del lago Moore en caracteres hebreos.
Sin embargo, el artista pretende ir más allá de la belleza. "No son solo unas fotos bonitas. Busco que la gente entienda lo hermosa y frágil que es la naturaleza y que piense de una forma más sostenible", matiza Vukosav. "Debemos luchar contra el cambio climático. Cada pequeño sacrificio es importante. Si todos lo hiciésemos se ahorraría energía, no se contaminaría tanto, generaríamos menos residuos, habría menos plásticos en los océanos… Basta un gesto, un minúsculo cambio, para que tengamos un mundo mejor".
A corto plazo, quiere fotografiar glaciares en Nueva Zelanda y embarcarse en un proyecto sobre los aborígenes y el fuego. "Ellos llevan a cabo una quema controlada de arbustos para regenerar la vegetación y evitar que haya grandes incendios. Una forma de cuidar su propia tierra, algo que llevan haciendo desde hace 65.000 años, por lo que debemos entenderlos, respetarlos y apreciarlos", comenta mientras recorre la veintena de obras expuestas.
"Algunas fotografías están hechas en medio de la nada, donde ni siquiera hay control del tráfico aéreo. Entonces, cuando estoy totalmente solo, sucede algo mágico y veo estas cosas. Sin embargo, al estar lejos de todo, no puedo repostar, por lo que voy de un sitio a otro y dispongo de muy poco tiempo para disparar. Es una experiencia tan maravillosa que en ese momento me da igual que el avión se estrelle", afirma el artista, quien asegura haber sobrevolado 70.000 kilómetros de su país.
Reconoce que la fotografía publicitaria le encanta, pese a que no deja de ser un encargo. "En cambio, cuando preparo una exposición como esta, la hago solo para mí. No me importa si le gusta o no a la gente, porque lo fundamental es darle rienda suelta a mi vena creativa. Entonces soy verdaderamente yo", admite Vukosav, quien insiste en que su intención última es mostrar al público otras partes del mundo para que salga de su exposición concienciado y diga: "Intentemos preservar el planeta para las generaciones futuras".
"Cuando vemos esa bolita azul desde la Estación Espacial Internacional, nos damos cuenta de que ese es nuestro único hogar, porque no podemos ir a otro lado. Si lo fastidiamos, estamos jodidos", concluye el fotógrafo australiano. "Por eso no entiendo por qué hay guerras, terrorismo o estamos cabreados unos con otros, cuando vivimos todos juntos en una casa pequeñita del universo... Si es tan obvio lo que debemos hacer, ¿por qué no nos cuidamos a nosotros y al medio ambiente?".
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