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Un galardón que se defiende por sí mismo

ESTHER TUSQUETS

Por una vez, ser miembro del jurado de un premio ha sido una auténtica gozada compartida. Mucho más cuando se trata del Premio Cervantes, el más importante de los que se otorgan en literatura castellana, que hasta ahora ha contado con escritores de primerísima fila, y en el que, además, como participante los autores no se presentan, sino que son propuestos por los miembros del jurado estaba uno de los escritores que más quiero, que de hecho más admiro. Ella es una de mis mejores amigas desde hace 50 años.

'Es una escritora que se lo merece por su obra, más que por ser mujer'

Inicié mi editorial Lumen en 1960 con un libro suyo, El saltamontes verde y otros cuentos, su primera historia que trata de un niño que al nacer le roban la voz. Todos aquellos cuentos estaban rodeados de ese halo fantástico que siempre ha estado presente en su obra. Seguimos juntas hasta hoy, que hemos cruzado la barrera que lleva a la ancianidad.

La obra de Ana María es tan sólida, tan personal, está tan dotada de tantos registros, ha sido tan vendida, tan traducida, tan alabada por la crítica y ha recibido tantos premios, que no me ha sido, como miembro del jurado, preciso defenderla ni pelear por ella. Es una escritora que se lo merece por su obra, más allá de las consideraciones por ser mujer o por pertenecer a una u otra generación.

El premio Cervantes, uno de los pocos que le faltaban, ha caído suavemente en su mano como un fruto maduro. Ella soñaba con que se lo dieran y si para Ana María ha supuesto una gozada, estoy segura que no ha superado la mía.

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