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Gracias, viejo

Puro espectáculo. A sus 58 años, Bruce Springsteen constató una vez más quién es el jefe de la música actual. Madrid encorvó la cerviz para rendirse a sus pies

GUILLERMO RODRÍGUEZ

Posiblemente esta sea una crónica muy similar a las decenas que se publiquen hoy. Casi seguro que difiera en muy pocos aspectos de las que se hayan escrito en 1981, 1988, 1992, 1993, 1996, 1999, 2002, 2003, 2005 y 2006, fechas en las que Bruce Springsteen ha tocado en alguna ciudad española.

Han pasado 26 años desde que se subió al Palau Municipal d'Esports de Montjuic, en Barcelona, y los adjetivos que se emplearon entonces siguen siendo igual de válidos hoy: espectacular, inolvidable, soberbio, único...

Para su actuación en el Palacio de los Deportes de Madrid -con la que Springsteen abrió la primera parte de la gira europea, que le lleva hoy a Bilbao y el 19 de julio al Nou Camp de Barcelona- sirven los calificativos arriba mencionados y alguno más.

Porque lo que se pudo ver fue la esencia del Rock and Roll encarnada en un perro viejo -el Boss calza ya 58 años- que sabe cómo hacer saltar, cantar, gritar, sudar, reír, emocionar, extasiar y disfrutar a más de 15.000 personas. Sus armas: una guitarra, una portentosa voz y el respaldo de la E Street Band, una banda que le arropa con la perfección de un reloj suizo.

Y sus canciones. Sobre todo sus canciones. Por Madrid pasaron buena parte de las que integran su último disco, Magic. Son temas que no acaban de funcionar del todo sobre el escenario, excepto la electrizante Radio Nowhere y la simpática Girls in Their Summer Clothes. Ni siquiera un tema tan soberbio como I'll Work for Your Love termina de cuajar en directo.

Lo mejor de siempre 

El resto, una veintena larga de canciones, son simplemente lo mejor que se pueda escuchar en directo ayer, hoy y mañana. Nada es comprable a disfrutar de Born To Run, Thunder Road, Badlands o Darkness In The Edge Of Town. Son el Romeo y Julieta o el Hamlet del Rock and Roll. Obras maestras sin discusión.

Y entre fogonazo y fogonazo de demoledora genialidad, Bruce es capaz de endosar buenas dosis de medicinas para los más descreídos. Sonaron No Surrender (inconmensurable), Working On The Highway (electrizante), Tunnel Of Love (soberbia), Lonesome Day (portentosa), The Rising (apabullante), American Land (frenética), Reason To believe (contundente) o Candy's Room (apoteósica). Delicias para paladares exquisitos y descubrimientos para los neonatos del universo springsteeniano.

En Madrid no se vio al futuro del Rock and Roll. Se contempló el pasado y el presente. El genio de un músico que se sabe ganar a la gente con poner la suela de sus botas sobre el escenario. Que da, y da y da. Y por eso recibe. Que no remata hasta que sabe que todo el mundo se puede ir a su casa con una sonrisa de satisfacción en la cara. Con la sensación de haber pasado dos horas y cuarto en las que tres palabras lo llenaron todo: Rock and Roll.

Gracias, viejo. Gracias por todos los momentos inolvidables que nos has hecho pasar.

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