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El gran triunfo de las pequeñas historias de la vida diaria

'Todo arrasado, todo quemado' convierte a Wells Tower en la última revelación de la literatura estadounidense reciente

ISABEL PIQUER

Los personajes de los cuentos de Wells Tower (Vancouver, 1973) están perdidos en sus propias vidas, en sus familias, en un paisaje desolador del que no consiguen salir. Pero no se dan por vencidos. Y verlos luchar con sus limitaciones emocionales, las que tenemos todos, es uno de los grandes aciertos de este escritor novel cuyo primer libro Todo arrasado, todo quemado (Seix Barral) ha sido recibido con aplausos por la crítica estadounidense.

En los nueve relatos de Tower, un jubilado descubre que hay vida después de tercera edad gracias a una vecina que vende marihuana; un niño lucha contra la hostilidad de su padrastro y acaba en las manos de un policía. Nada dramático, nada siniestro, sólo los pequeños episodios de la vida diaria, instantáneas de la disfuncionalidad cotidiana.

Pero Tower no se considera un escritor especialmente pesimista. 'Creo que mis historias son mucho menos deprimentes que la vida. En cualquier diario local hay sucesos mucho más duros que en mis cuentos', dice a Público: 'Yo quiero dar al mundo algo de felicidad aunque mi propósito no sea el de escribir historias alegres ¿A quien le interesaría leer algo sobre una persona al que le va todo bien?'.

Reconoce que todos sus personajes comparten características comunes. 'No fue algo voluntario aunque necesito un pretexto emocional para escribir una historia. Y me interesa escribir sobre gente que tiene problemas. Me considero un escritor tradicional de cuento corto. Creo que las historias deben contar algo en vez de ser poéticas o contemplativas'.

Tower creció en Carolina del Norte, donde pasa el verano en estos momentos antes de volver a Nueva York para seguir escribiendo su primera novela, de la que sólo anuncia que 'gira en torno a la historia de una familia'.

Le tomó su tiempo llegar a la escritura aunque quiso ser escritor 'desde la guardería' porque tenía 'apetito por las palabras', mi 'gran placer en la escuela era el lenguaje'. Al salir del instituto, vivió en Oregón durante un año y ahí trabajó en una cadena de montaje de Nike, 'porque unos amigos se habían mudado por ahí', y 'no sabía muy bien lo que quería hacer en aquel momento'.

En Carolina empezó a colaborar para la revista literaria y fotográfica Double Take, donde primero fue vigilante de noche. Sus relatos le llevaron a publicar reportajes sociales en el Washington Post. 'Como no era un periodista, no hacía preguntas, me quedaba callado y observaba a la gente y escuchaba las historias de sus vidas y sobre todo su forma de hablar, algo que siempre me ha interesado'.

Algunos de los protagonistas de sus artículos han contribuido a su ficción. 'Escribía sobre gente pobre, camioneros, telefonistas de telemárketing, empleados de Wal Mart, gente en lo más bajo de la esfera social. Porque siempre hay esa imagen de que todos los estadounidenses trabajan en una compañía informática, viven en una zona residencial y conducen un BMW. Pero sigue habiendo mucha pobreza y muchas dificultades en EEUU'.

Reconoce que escribir sobre personas de carne y hueso fue complicado. 'La no ficción es difícil, escribir sobre gente real es duro emocionalmente porque no vas a satisfacer a todos y alguien acabará descontento. Hay que reducir personas a palabras, acercarse a ellas y luego tomar distancia, ese recorrido es brutal, llegaba a paralizarme. Pero seguiré escribiendo reportajes'.

Todo arrasado, todo quemado ha maravillado a la crítica estadounidense que no ha dudado en calificarlo como uno de los mejores debuts literarios de los últimos tiempos. Medios como The New York Times y Publishers Weekly han comparado a Tower con escritores de la talla de John Cheever y Raymond Carver.

Una reacción que apabulló a Tower. 'Fue bastante sorprendente que el libro recibiera esta atención. Siempre te dicen que lo peor que puedes hacer como escritor novel es publicar un libro de relatos. Porque la industria no piensa que sean viables. Me preparé para ser ignorado'. Pero ocurrió todo lo contrario. 'Solo leí la del New York Times. Las críticas buenas pueden ser tan destructivas como las malas, porque te condicionan'.

Escribir es un proceso lento y meticuloso para Tower. Algunos de los relatos de Todo arrasado, todo quemado, se publicaron en revistas literarias a partir de 2001. Al juntarlos, el escritor les dio una nueva vida. 'Es un libro extraño porque contiene mis primeros esfuerzos cuando no tenía una idea clara de cómo quería escribir. Muchas de las historias pasaron por revisiones radicales, cambiaba personajes, los tiempos o las perspectivas de la narración. Algunos borradores son irreconocibles'.

Ahora se lo toma con tranquilidad. Tower cuenta que puede pasarse un día entero elaborando un par de párrafos 'voy muy despacio, sudo con cada frase. Escribo algo y me puedo pasar 20 minutos andado en círculos hasta escribir otra cosa. Es un proceso duro, pero no creo que haya forma de hacerlo más fácil. Escribir ficción es ponerte en una situación ridícula en la que crees en cosas que no existen. Pasas tus días de forma absurda, esperando a que los personajes te digan lo que quieren hacer. Pero al final es muy satisfactorio'. Un camino lento y solitario. 'A veces cuando escribía, me odiaba a mí mismo y despreciaba el resultado pero luego, al volver a leer los relatos veía que no estaban tan mal. Es parte del proceso, ser duro con tu trabajo es lo que te hace volver a la tecla. Ser complaciente con uno mismo tendría efectos desastrosos', zanja.

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