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La guerra de barro más útil de la historia

Un pueblo organiza una batalla para esparcir semillas y crear un jardín

SILVIA CAMPILLO

La pequeña localidad de Guadalest se llenó ayer de chanclas, bermudas y gafas de buceo. El objetivo era protegerse ante la inminente Batalla de Barro Verde, que sirvió para esparcir miles de semillas de las que saldrá un jardín para los 240 habitantes del pueblo. La idea nace del estudio Urbanolismo, que está formado por un grupo de jóvenes arquitectos especializados en diseño de jardines y en ecología sostenible. 'Para nosotros no existe una línea divisoria entre lo urbano y lo natural, y creemos en una naturaleza urbana y protegida. Esa es nuestra línea de trabajo', asegura Jordi Serramilla, arquitecto fundador del estudio.

El campo de batalla era un montón de tierra fértil, que en 15 días se convertirá en un espacio con césped y, en unos pocos meses, dará lugar a un jardín. 'Nosotras hemos recibido la invitación por Facebook. Nos parecía divertido y, sobre todo, el fondo de la idea la hacía especial', afirmaba una de las combatientes poco antes de saltar al ruedo. En pocos minutos se abrió el fuego: litros y litros de barro mezclados con semillas era la única artillería. El objetivo, divertirse; el vencedor, el medio ambiente.

Sin embargo, no todos han tenido la misma valentía de embadurnarse de barro hasta las cejas. Los mirones eran muchos. Guadalest recibe al año más de dos millones de turistas atraídos por sus nueve museos (el más peculiar dedicado a los saleros y pimenteros) y por su naturaleza. La alcaldesa Trini Amores afirma que tienen 'el propósito de que se nos declare Patrimonio Mundial por nuestro paisaje. En todo lo que hacemos incorporamos la naturaleza porque es fundamental para el municipio'. En la zona hay multitud de pequeños negocios ecológicos y de agroturismo. 'El negocio no está en los centros comerciales, sino en el desarrollo de proyectos respetuosos con el paisaje', dice un vecino.

De vuelta al barro, la alcaldesa admite: 'Nosotros encargamos a Urbanolismo proyectar un jardín infantil y ellos nos propusieron la Batalla de Barro Verde. ¡Nos encantó la idea!'. Amores defiende la importancia de que la ciudadanía participe en la creación de la vida pública: 'Si los vecinos se implican en el desarrollo de su propio medio, entonces comprenderán de manera más visual que lo público es de todos'.

Tras 45 minutos de batalla, las mangeras de agua dan por concluida esta guerra. Los operarios, que llevan más de seis horas preparándolo todo, se ocuparán de arrastrar el barro esparcido hasta el cuadrado en el que crecerá el jardín. El material sobrante se empujará hasta el barranco, donde se tiene la esperanza también de que crezca algo. Los combatientes se plantaron delante de los chorros de agua para quitarse de encima las marcas de guerra. Ahora sólo queda esperar a que nazca el jardín creado por todos.

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