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En esta guerra no hay buenos ni malos, sólo seres humanos

Agustí Villaronga ofrece un relato audaz sobre la posguerra española

SARA BRITO

Otra película de la Guerra Civil desde la mirada de un niño? Eso mismo pensó Agustí Villaronga antes de decir sí a la adaptación cinematográfica de la novela Pa negre, de Emili Teixidor.

Eso pensamos muchos también al entrar a la sala, demolidos tras siete días de programación irregular y antes de ser testigos de un arranque ejemplar, de puro impacto, en el que un carromato acaba despeñado desde lo alto de un cerro. La secuencia da pie a un melodrama coral, potente y desolador sobre la posguerra en un pueblo de la Catalunya rural. Un relato, contado desde los ojos de un niño y desde el lado de los vencidos, que se propone ir desmontando la dialéctica de buenos y malos tan común en el cine que aborda este asunto. En Pa negre todos los personajes esconden algo oscuro, todos traicionan, todos mienten. Y la película sólo peca de algunos excesos en el tramo final.

Pa negre es ante todo el relato del itinerario hacia la madurez de un niño, Andreu (magnífico Francesc Colomer), que va descubriendo que el mundo de leyendas y fantasmas en que habita es uno construido por las mentiras de los adultos. La sexualidad, las dobleces de los seres humanos, la construcción de una moral en medio de un clima pervertido, pobre y miserable van conformando su viaje, que acaba descubriendo al traidor dentro de él. 'Esta es una película sobre el estado anímico y la devastación de la población civil después de la guerra', afirmó ayer Villaronga.

Otra decisión inteligente del director: no hablar frontalmente de la guerra, no machacarnos con el contexto histórico que ya conocemos.Villaronga pone por encima las heridas y las emociones. El pasado y la percepción del otro, del diferente, así como la ruptura de los ideales y la humillación son algunos de los temas que planean en el filme.

Sólo en el último cuarto de película empieza el director a cometer ciertos excesos que ensombrecen el filme. Emocionan, pero por la vía rápida, por la búsqueda frontal del llanto. Y eso sobra. Tampoco había necesidad de explicar el título, Pa negre, de subrayar, de decirnos a la cara algo que ya sabíamos. Ahora bien, con el portazo final nos recupera.

Nada que ver con la decepcionante propuesta de Naomi Kawase. La directora presentó un publirreportaje sobre un tocólogo dueño de una clínica donde las mujeres van a parir de forma natural en Japón. Cuestionable en muchos aspectos es sobre todo la pereza formal y la falta de propuesta lo que molesta.

De ahí, y en busca de alivio, se recala en La vida útil, uno de los filmes más deliciosos vistos en todo el festival, y que concursa en Horizontes Latinos. El uruguayo Federico Veiroj (Acné) realiza un ejercicio encantador de cinefilia en un filme lleno de ironía y ternura. Es la historia de Jorge, dueño de una cinemateca en Uruguay y estancado en su vida personal. La administración del cine es desastrosa y el ambiente, aletargado y gris. Cuando la filmoteca definitivamente cierra, Jorge pierde la ruta, no sabe qué hacer. Hasta que poniendo un pie detrás de otro (como en un paso de baile) empieza a ser el protagonista de su propia película. Lo hará con una banda sonora con la que irá emulando escenas de filmes clásicos.

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