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El gusto por lo abyecto más allá del feísmo

Arte y conciencia, seres en carne viva que alteran la tranquilidad

PEIO H. RIAÑO

Este grupo escultórico pisó antes el escenario de una de las salas del Teatro Valle-Inclán, del Centro Dramático Nacional. Enrique Marty (Salamanca, 1969), el autor de estas esculturas, respondió a la invitación de la dramaturga, actriz y directora Angélica Liddell de participar en su espectáculo “Perro muerto en tintorería”. Quería unas presencias especiales que acompañaran a los actores. Enrique montó estas réplicas descarnadas de los propios actores.


Ahora pisan ARCO y el galerista de Espacio Mínimo quiere venderlas todas juntas, que las compre una institución porque es preferible que no se desperdiguen. Aún así su precio son 14.000 euros por pieza. Esté en un teatro o en una galería, lo escénico y las artes plásticas cada vez están más cerca. “Es curioso, a pesar de la separación entre el arte y el teatro cada vez está más cerca uno del otro. Muchos artistas colaboran con proyectos concretos, pero en el mundo del teatro desconocen por completo la labor del artista plástico y todas las posibilidades que podría ofrecer. De hecho, los técnicos no entendían que estas piezas eran esculturas y no material de atrezzo al que maltratar”, explica Enrique.


Obsesivo y exigente
Ese mal aspecto del que disfrutan cada una de las esculturas está hecho a mano. “Tienen un fondo de espuma de poliuretano y recubierto con varias capas de látex. Todo modelado a mano”, nos cuenta Marty, que tardó un año en hacerlas. Es decir, que están tratadas parando en cada detalle, vena, piel, gesto y pelo, en una obsesiva conducta del artista que corre una leyenda que dice que pinta un cuadro al día.


Este año también tiene obra en ARCO en una galería belga. Enrique Marty se ha convertido ya en una de las referencias habituales de los visitantes de la Feria.

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