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Heavy Metal 'Metaleros' en las montañas de la India

Unos muestran su inconformismo con las armas. Otros, con los mítines. Estos jóvenes recurren a la música.

Miembros del grupo Plague Throat: Nangsan, alias Pep (26), cantante y guitarra (centro), Iaidonlang, alias Ïai (28), bajista (izquierda) y Bianjlang (31), batería (derecha). /ELENA DEL ESTAL

En pleno atasco, empieza a sonar el disco Love at first sting de Scorpions. El conductor canta las partes que se sabe de la letra en inglés e inventa el resto, como hacemos todos. Un viajero no tarda ni dos compases en animarse, y le da por seguir el ritmo de la batería con sus baquetas imaginarias. Sólo falta alguien que imite los punteos con una guitarra invisible. Desubicado por la escena, miras tu localización en Google Maps para confirmar que sigues en India. Sí, sigues en India. Estás en un taxi compartido en Shillong, en las colinas del noreste del país, conocida como la capital del rock duro. En India hay heavies aunque no salgan en la Lonely Planet.

Lejos de los tambores punjabíes, en este rincón pegado a Bangladesh se vive una curiosa devoción por la música occidental. Especialmente por el rock. Especialmente por el metal. Aquí pega más fuerte la guitarra de Slash que una coreografía de Bollywood.

Aquí pega más fuerte la guitarra de Slash que una coreografía de Bollywood

Por las calles de esta pequeña ciudad montañosa, las jóvenes no visten saris y los adolescentes no imitan a Virat Kohli, el famoso jugador de la selección india de críquet. No es difícil ver a una chica con pantalones de camuflaje militar, chupa de cuero y tachuelas, o a un chaval con botas con punta de acero, una camiseta de Slipknot y una cresta naranja.

En medio de ese ambiente, nos citamos con los miembros de Plague Throat, una de las bandas de metal más potentes de la zona. “Death metal de la vieja escuela”, aclaran a los profanos. “Toda banda tiene un mensaje que quiere expandir a través de la música. Como una enfermedad, una plaga, que se extiende muy rápido. Nosotros, con ese nombre, queremos ser eso”, explica Bianglang, el baterista.

Nos llevan a su local de ensayo. “La mazmorra”, lo llaman. Lo han construido ellos mismos, ladrillo a ladrillo. Como no podía ser de otra manera, está decorado con un calendario de Pantera, carteles de Iron Maiden y Slayer y un cartel del festival Wacken 2014 (Alemania) con un sinfín de bandas. Entre ellas, la suya. “Fue un sueño hecho realidad”, reconoce el cantante, Nangsan. Pep para los amigos. El bajista, Ïaidonlang, completa una banda que ha tocado en las principales ciudades del país.

Ayer tuvieron concierto. Nos lo muestran en vídeo. La gente grita 'Plague Throat' como si no hubiese un mañana. El batería da la marca, arranca el doble pedal y se disparan las guitarras, mientras las cabezas peludas de todos los indios presentes se mueven arriba y abajo siguiendo el ritmo (o no). “La gente quizá no nos conoce, pero es un concierto de metal y va todo el mundo porque no hay muchos conciertos por aquí. Si hay uno, vas, da igual quién toque”, asegura Pep.

"La gente quizá no nos conoce, pero es un concierto de metal y va todo el mundo"

El metal se mueve aquí en un círculo underground que no se ve en otras ciudades indias. Al menos, no de forma tan extendida entre tantos jóvenes. En Calcuta, Bangalore, Delhi o Bombay puedes encontrar bandas, como en cualquier punto del mundo, pero Shillong es una ciudad que vive por y para la música. Y el rock duro tiene prioridad ante todo lo demás.

Para Rynkat, del grupo Aberrant, vida y metal son dos palabras que no pueden separarse. “Esta música es la mejor manera de expresar lo que siento. Si estoy enfadado, excitado, contento, cantando esto es como mejor me siento”, cuenta el vocalista de esta banda de metal progresivo muy conocida en Shillong. El joven se declara fan absoluto del cantante de Pantera, Phil Anselmo (“es Dios”). De hecho, tiene su mismo tatuaje en el abdomen: "Unscarred" (sin cicatrices).

No obstante, la de estos chicos no es la primera generación de roqueros en las colinas Khasi. Ellos crecieron mamando en casa lo que escuchaban sus padres: Led Zeppelin, Pink Floyd, Black Sabbath,… Grupos que seguramente en el desierto del Thar (Rajastán) o en cualquier pueblo de Uttar Pradesh son desconocidos para la población y que aquí son considerados los padres de todo esto. En Shillong, incluso, el cumpleaños de Bob Dylan es fecha marcada en el calendario, ya que el veterano músico local Low Majaw, conocido por todos en la ciudad, organiza ese día conciertos en honor al cantante estadounidense.

En 2015 Megadeth tocó en estas colinas. Para los 'metaleros' de la región aquella noche se paró el tiempo. Estaba abarrotado. “Fue increíble, increíble, increíble”, nos dice un taxista entusiasmado que lleva Metallica a todo trapo, luce una cresta engominada y lleva la camiseta del revés. Esto último no es moda, sino un despiste matutino. Antes de la banda de California, habían venido hasta aquí otros míticos como Sepultura, Scorpions o Firehouse. Un poco abuelos, sí, pero no hay que olvidar que estamos en un lugar remoto en una esquina de India a la que sólo se puede llegar atravesando montañas a través de una carretera llena de curvas. En los todoterreno que te traen hasta aquí, que van abarrotados, la apuesta es qué viajero vomitará primero.

Ïan, bajista de Plague Throat, durante un ensayo en el local donde el grupo se suele reunir para ensayar en Shillong, capital de Meghalaya, India. /ELENA DEL ESTAL

Ïan, bajista de Plague Throat, durante un ensayo en el local donde el grupo se suele reunir para ensayar en Shillong, capital de Meghalaya, India. /ELENA DEL ESTAL

Aseguran que no hay ayudas desde las autoridades locales y que no hay promotores ni patrocinadores para salir adelante

A pesar de esa presencia internacional, los grupos de la zona tienen pocas opciones de tocar y se lo tienen que cocinar ellos todo. Aseguran que no hay ayudas desde las autoridades locales, que no se les permite tocar en muchos recintos o que no hay promotores ni patrocinadores para salir adelante, de modo que se vuelve complicado hacer carrera sobre los escenarios.

En la ciudad hay tres o cuatro bares de aspecto occidental que ofrecen música en directo de grupos de rock, pop o blues. No es aconsejable que el lector se imagine una sala Wurlitzer. Estos son clubes destinados claramente a una elite pudiente, como el Irish Pub, el Mellow Mood o el Cloud 9, un local que tiene a The Who o a The Rolling Stones en sus paredes mientras en sus mesas parejas vestidas para ir a una boda degustan un cóctel cuyo precio es mejor no recordar. “En el Cloud 9 tocamos una vez hace años. Una y no más, debió de pensar el encargado, porque fue el primer y único concierto de metal en ese club”, afirma el vocalista de Plague Throat.

Por eso los músicos locales cuestionan que Shillong, conocida como la ‘capital india del rock’, merezca tal sobrenombre. De hecho están cansados de oírlo. Aquí hay una cultura musical popular muy fuerte, pero no hay una infraestructura detrás que potencie la escena. Es una ciudad en la que sus habitantes viven para la música pero no tienen dónde tocarla. En décadas precedentes, comentan los vecinos, la situación era más favorable.

El título por el que se conoce a la ciudad tiene que ver más con la devoción de los habitantes por la música occidental que con las posibilidades musicales que tienen. En esto último otras urbes cosmopolitas como Bombay o Bangalore, que son más pobladas y reciben a más grupos extranjeros durante el año, ganan por goleada a esta ciudad de montaña.

"Más chicos escuchan heavy metal y crecen con él. El acceso a Internet ha ayudado"

En todo caso, la devoción por el metal en este estado indio crece sin mirar atrás. “Ahora es mucho más popular que hace 10 o 15 años. Más chicos escuchan heavy metal y crecen con él. El acceso a Internet ha ayudado, ahora todo el mundo tiene un móvil conectado y música, antes teníamos sólo un casete que no dejábamos de escuchar”, afirma Pep, que también toca la guitarra.

Eso no evita que en esta región, donde la mayoría de la población es cristiana, haya quien mire raro a unos chavales con pelos largos y camisetas oscuras con serigrafías diseñadas en las puertas del infierno. Es lo que tiene amar una música alejada de las costumbres autóctonas en un país conservador, donde la tradición manda. “La gente mayor nos mira como si fuésemos satánicos y violentos. Una idea que crece porque tampoco vamos a la iglesia. Ahí va gente corrupta e hipócrita que cree que por ir a la iglesia ya son buenas personas”, cuenta el vocalista.

También sufren esas miradas los componentes de Eternal Scorn, una banda de cuatro jóvenes con ganas de comerse el mundo (del metal). Sin embargo sus letras no hablan de cultos siniestros, sino de las lacras del ser humano, como la guerra, la corrupción o el odio. “Vivimos en un mundo en el que el odio es muy fuerte. Escribimos para decirle a la gente que este no es el camino que hay que seguir en la vida”, comenta su líder, Aaron, que dice ser fiel a un lema en su banda y en la vida: “desprecia lo malo y nunca te rindas”.

Papiya Dew no se rindió cuando falleció su marido. Esta mujer, antes de ser viuda, se encargaba de llevar la casa. Ahora regenta una pequeña tienda de instrumentos en el centro de Shillong. Adquirió el negocio de su difunta pareja “para sacar a mi familia adelante, porque no podía estar viviendo del dinero que me dejaba otra gente”. El local, dice, no va mal. “Los mejores meses son noviembre y diciembre, cuando se acerca Navidad”.

En la tienda tiene instrumentos tradicionales de la cultura khasi, pero vende sobre todo guitarras y amplificadores. Las marcas que expone son locales. Es decir, imitaciones de las grandes firmas. Puedes encontrar guitarras Yemaha y Givson (sucedáneos de Yamaha y Gibson) que, según Papiya, son “de la mejor calidad”. No lo son.

Esta mujer que vive rodeada de música (ella toca el teclado; su hijo, la guitarra) sostiene que el tirón de los géneros occidentales en este estado indio se debe a una mezcla entre la influencia del cristianismo y la huella que dejó la época colonial.

Bianjlang, batería de Plague Throat, toca durante un ensayo en el local donde el grupo se reúne en Shillong, capital del estado de Meghalaya, en el Noreste de la India. /ELENA DEL ESTAL

Bianjlang, batería de Plague Throat, toca durante un ensayo en el local donde el grupo se reúne en Shillong, capital del estado de Meghalaya, en el Noreste de la India. /ELENA DEL ESTAL

El responsable regional del Consejo Indio de Relaciones Culturales no cree que el entusiasmo por la música occidental esté afectando a la cultura y la música tradicional

Esa es sin duda la teoría más extendida en la zona. “La diferencia que veo con el resto de India es que la gente de aquí se ha adaptado a la cultura del rock de forma que, cuando lo escuchan, no sienten que es algo extranjero, ajeno, sino que es parte de su vida. Está tan profundo dentro de sus cabezas que no hay barreras entre los jóvenes y ese género”, afirma N. Munish Singh, responsable regional del Consejo Indio de Relaciones Culturales, quien no cree que el entusiasmo generalizado por la música occidental esté afectando a la cultura y la música tradicional de la comunidad khasi, que “tiene su propio estilo y prevalece”.

Yodame Diengdoh, cantante de Genoscythe, le da un toque más ideológico al auge de estos estilos underground entre los jóvenes de hoy en día: “La opresión desde el resto del país hace que sientas pasión por este tipo de música. Nosotros no somos privilegiados como otros”. La respuesta hace referencia a las diferencias étnicas, religiosas y físicas que se ven en las provincias del noreste de India, conocidas como las siete hermanas, cuyos habitantes suelen denunciar el racismo que sufren en el resto de India, donde dicen ser tratados como ciudadanos de segunda. No hay que olvidar que en este ambiente han brotado diferentes grupos separatistas, algunos armados.

Unos muestran su inconformismo con las armas. Otros, con los mítines. Estos jóvenes recurren a la música. Para Yodame, el metal es “perfecto para sacar tus frustraciones, tus emociones, tus denuncias”. Freddy Myrchiang, el guitarra de su banda, le secunda, aunque sabe que el camino para llegar alto será complicado: “Me encantaría hacer de esto una carrera profesional, pero a día de hoy no es posible. A pesar de eso, seguimos tocando, hacemos música y mantenemos viva una pasión en la que creemos”.

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