Entrevista a Icíar Bollaín, directora de 'Soy Nevenka'"Creo que no se puede pedir a todas las mujeres que denuncien los casos de acoso sexual"
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En mayo de 2002, el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León condenó por acoso sexual a Ismael Álvarez, entonces alcalde de Ponferrada. 12.000 euros fue la indemnización fijada por haber perseguido, intimidado, coaccionado… a Nevenka Fernández, concejala de Hacienda en su gobierno. Ella sufrió crisis de pánico, ansiedad, depresión, se sometió a un amargo juicio público y, finalmente, se fue de España. Él recibió el apoyo de miles de personas de la ciudad, que, a pesar de haberse dictado sentencia, salieron a la calle a defenderle.
Cómplices de Álvarez, probablemente algunos de ellos no entendieron qué era el acoso sexual ni por qué la víctima no escapó al primer atisbo de problemas. Hoy todavía son muchos los que no lo entienden. "No lo entendemos a no ser que lo hayas vivido en persona", dice Icíar Bollaín, que lleva al cine la historia de Nevenka Fernández, en Soy Nevenka, película coescrita junto a Isa Campo y que compite por la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián.
La película, protagonizada por Mireia Oriol y Urko Olazabal, no pudo rodarse en Ponferrada, porque el equipo de producción, tras pedir los permisos pertinentes, solo recibió "silencio administrativo". El poder de Ismael Álvarez, un empresario poderoso en la ciudad, aún se siente.
Ismael Álvarez aún tiene bastante predicamento en Ponferrada, ¿cómo es esto posible?
Tiene peso, sí, porque hay una parte grande de la población que le valora mucho y que piensa que hizo una gran labor como alcalde. Y tiene negocios allí.
El silencio cómplice y la idea de que estos casos no son lo suficientemente graves ¿siguen existiendo igual veinte años después?
Igual, yo creo que sigue siendo igual. Ahora estamos leyendo casos de acoso en algunos periódicos y es escalofriante porque es que es igual. Hay gente alrededor que incluso no solamente ha estado callada, sino que ha colaborado. No es algo antiguo, está totalmente vigente.
La película muestra muy bien cómo es un proceso de acoso, ¿es necesario todavía explicarlo?
Sí, así es, porque no lo entendemos a no ser que lo hayas vivido en persona. No entendemos por qué las víctimas no se van. Esta es la gran pregunta ¿por qué no se van? ¿por qué van a la habitación del hotel? ¿por qué no se marchan? Situaciones desagradables hemos tenido todas, pero ese nivel de acoso, afortunadamente, no es tan habitual. Me importaba mucho, y a Isa Campo también, explicar qué pasa ahí dentro, ¿por qué? ¿cuál es esa parálisis en la que entran las víctimas, esa especie de secuestro psicológico? que no consiguen salir. Y ahí hay una combinación de cosas, por una parte, el trabajo del acosador, que está contado muy en detalle, y luego también, una sociedad alrededor que calla. En este caso concreto, este señor también hacía acoso laboral, lo que pasa que no se pudo denunciar porque no existía el delito, pero todo el mundo lo veía, todo el mundo vio la relación y luego la ruptura y tampoco se actuó. Y eso es otra cosa que fomenta el silencio de la víctima, que hay una especie de permisividad con esos abusos de poder, que dejan muy sola a la víctima.
¿Cómo se hizo la investigación para escribir la historia?
Hay un guion muy trabajado entre Isa Campo y yo. Hablamos muchísimo con Nevenka Fernández de todo, de lo que era más íntimo, de su vivencia, y luego con mucha otra gente de cómo lo veían desde fuera. Y eso también fue muy interesante. En Ponferrada hablamos con gente del propio ayuntamiento, con mucha gente que los conoció de cerca o desde más lejos. Y con todo eso construimos la historia.
¿Y cuál era el objetivo principal de la película?
Lo que quería era que el espectador sintiera con ella el acoso. Hay un punto a veces en la película de casi terror psicológico, ¿no? La idea es ir con ella al acoso y luego a la posterior salida, y que sientas la liberación, esa cosa de recuperar la dignidad, y que tú lo vivas con ella. Esa es la apuesta de la película.
Para conseguir esto, ¿qué fue lo más complicado?
Lo más complicado a veces era cómo contar las cosas, o sea, cómo vas con ella y al mismo tiempo la ves desde fuera. Era crear ese juego, sentir con ella cómo va cayendo en esa tela de araña, cómo él va cruzando líneas, una detrás de otra, y cómo va arrinconándola. Esta combinación fuera-dentro era para mí, como directora, uno de los retos. Y a la hora de rodar las escenas, pues mucha confianza con ellos dos. Los dos hicieron un trabajo muy bonito de estar tranquilos uno con el otro, porque son escenas a veces extremas y feas. Y con los años aprendes, y yo no quería que ninguno de los dos se sintiera desprotegido emocionalmente. Si se sienten mal, que lo puedan decir, podemos parar. Podemos hacer esto de otra manera. O sea, que se sintieran siempre con una red que era yo. Que supieran que no les dejaba solos en esta movida.
El personaje de ella es muy exigente emocionalmente, el de él lleva una mochila de culpa de género ¿afectó al actor principal?
Se iba cargando, se sentía mal. Después de cada escena le pedía mil perdones a Mireia Oriol. Por otro lado, a veces, cuando se podía, yo decía a Mireia que intentara hacer las escenas desde un lugar más físico, porque no hace falta tampoco entrar en pozos profundísimos para hacer una interpretación buena.
En rodajes que tratan temas parecidos a éste se suele crear debate en el equipo, ¿ocurrió aquí?
Sí, sí pasaba. Había debate, pero no solo sobre el consentimiento, el acoso, todos los niveles de acoso... hubo, por ejemplo, un debate muy bueno entre el equipo de cámara, en la escena en la que él le pide perdón. Se me acercó el cámara y me preguntó si eso era verdad o no, "¿tú qué quieres aquí, que sea sincero o que no?", me preguntó. Entonces yo le dije que eso era una cosa muy recurrente del perfil del acosador, del maltratador, que pide perdón. Y yo creo que ellos se lo creen, por lo menos momentáneamente. Otra cosa es que no sea verdad, como evidentemente no lo es, pero claro, ahí entras en ese fenómeno de si es verdad lo que está diciendo o está mintiendo. Y este debate también lo tuve con Urko Olazabal. Además, se hablaba mucho, sobre todo nosotras, de casos de acoso, claro, porque empiezan a salir casos y casos. Pasó ya desde el casting, en los ensayos… hasta tres personas del equipo me hablaron de acoso, de situaciones personales de acoso, hombres y mujeres.
Nevenka denunció públicamente, se expuso mucho y terminó saliendo de España. Ahora estamos asistiendo al juicio público por los delitos cometidos contra Gisèle Pélicot…
Yo creo que es una decisión completamente personal que se te vea o no. Y denunciar es un vía crucis y por eso también lo de animar a denunciar… un momento, eh. Lo que sí creo es que es muy importante que las víctimas hablen con quien sea, con sus allegados, porque el silencio no hace más que recargar y reforzar la sensación de soledad y de acoso. Hablar me parece que es sanador siempre. Otra historia es denunciar. Pero cuando hay personas como Nevenka o como esta mujer francesa, que salen públicamente, se convierten en referentes y eso es muy importante. Pero no creo que se les pueda pedir eso a todas las mujeres, ni muchísimo menos. Ellas son referentes, por eso cuento la historia. Es una grandísima historia la de Nevenka, porque si tú estás en una situación así y ves a alguien como ella, que habla, me imagino que tiene que servir de apoyo. La propia Nevenka ha dicho en alguna entrevista y en alguna conversación que a ella le acompañó mucho cuando vio todo el #MeToo, o sea, que, de alguna manera, aquellas manifestaciones del 8 M, el "aquí está tu manada", también iba con ella, aunque ella no tuvo ese reconocimiento en su momento.
Ese apoyo que le faltó y el silencio cómplice…
Ella no tuvo eso porque era un momento en que no entendíamos. Si ahora no entendemos en qué consiste el acoso, entonces… no estaba en nuestro vocabulario la palara 'consentimiento'. Y a ella además se le complicó todo porque tuvo una relación con él. Eso ya invalidaba la posibilidad del acoso para mucha gente, había mucho desconocimiento. Y luego había también una enorme desconfianza hacia la mujer, bueno esta desconfianza es histórica, bíblica…
¿Cuál es la reflexión, después de todos los años que han pasado desde el caso Nevenka, ante el hecho de que no haya variado el panorama lo suficiente para que sea más fácil denunciar o sacar a la luz más casos?
Han pasado muchos años y yo sí creo que ha cambiado algo. Estas reacciones del #MeToo, el 8 M, el caso de 'la manada', Jenni Hermoso… la respuesta social ha sido otra. Siempre habrá gente que vaya por otro camino, pero hay una enorme cantidad de personas y no solo mujeres que han reaccionado inmediatamente. Luego, en casos de violaciones hay un protocolo que funciona. A mí me sorprendió mucho el caso de Dani Alves. Estuvo impecable el protocolo de ese local. Yo creo que ya hay otra cultura, que sí que ha cambiado. El acoso sigue, por descontado, pero hay otra cultura y hay otra conciencia. Aunque también hay ahora una especie de vuelta atrás y de negacionismo, y se está intentando cambiar el nombre a la violencia contra las mujeres y ahora resulta que es intrafamiliar. Como mueren sesenta hombres todos los años, ¿verdad?
¿Cuáles han sido los límites que se impuso para la película?
Sobre todo, no repetir. El acoso es una cosa muy repetitiva, es una gota malaya que va degradando la fortaleza de una persona, hasta que la anula, pero el cine es muy enemigo de la repetición, en cuanto pones dos veces una misma situación, el espectador dice "ya lo he visto". Hemos intentado limitarnos a los hechos que ella denunció, los que están en la querella.
¿Cómo ha sido la participación de Nevenka Fernández en la película?
He hablado muchísimo con ella. Está súper contenta con la película. Le hicimos una proyección y vino con el abogado, con su psicoanalista, su marido, los niños, vinieron todos. La verdad es que fue muy bonito. Luego se quedaron hablando durante horas. Lo más importante era que ella se sintiera bien con la película.
¿Ha tenido opción de veto?
Los productores acordaron que ella tenía la última palabra con el guion, que podía decir esto no me gusta, esto tal, pero no ha habido ninguna necesidad. Lo que hemos hecho es hablar muchísimo con ella, luego nos ponía en contacto con personas a medida que íbamos avanzando. Siempre ha tenido mucha curiosidad por saber con quién habíamos hablado, qué nos había contado y entonces era un diálogo continuo con ella. Y ya cuando estuvo el guion, lo leyó varias veces y los comentarios fueron muy pequeños.
No es la primera vez que trabaja con material tan sensible, ya lo hizo con 'Te doy mis ojos', pero esta vez es un caso real, ¿sintió más responsabilidad?
Para hacer una ficción, tienes que tener un crescendo, hay una serie de cosas que tienen que ocurrir que no ocurren en la vida real y tú tienes que estar siempre respetando el espíritu de lo que pasó. Era primordial aquí. Y luego pasa otra cosa que es que tenía que quedar claro que ella consintió al principio, pero que fue una relación que ella enseguida cortó. ¿Cómo lo cuentas? O sea, en el cine un gesto te lleva por aquí o te lleva para allá, cambia mucho el sentido. Y todo eso fue muy hablado con los actores.
¿Con 'Soy Nevenka' se conseguirá que más hombres y mujeres sean conscientes de lo que es el acoso?
Eso, sobre todo, es lo que me parece más importante. En la historia de la película yo estoy viendo actitudes que son acoso desde el principio. Pero, en la realidad ¿qué hace una mujer cuando tu jefe se te declara y luego te vas a la reunión de trabajo? eso ya es cruzar una línea roja. Yo creo que la película puede ayudar a hacer un poco de revisión en esto, porque hay muchas líneas que se siguen cruzando con mucha ligereza.
Ahora que habla de jefes, ésta, además de una historia de acoso sexual, es una historia de abuso de poder, ¿no?
Suele ir bastante unido. Por eso te digo que estoy deseando ver más #MeToo en otros ámbitos. Es muy llamativo en el teatro, el cine, el deporte, porque son figuras relevantes y llama mucho la atención, pero vamos...
En el cine…
Tengo la sensación de que es igual, incluso… los rodajes se acaban a las siete semanas, a veces cinco u ocho, y ya nadie se acuerda. Los trabajos normales, no. Por eso creo que es peor en otros entornos. Tengo ganas de ver levantar casos de acoso en la política, porque aparte de Nevenka, que tiró la primera piedra, ha habido muy pocos casos en política, en el mundo de la empresa... Creo que se da en cualquier lugar de la sociedad, pero más donde hay jerarquías y donde hay poder y donde puedes hacer abuso de ese poder. El otro día leía un artículo larguísimo, que por fin hacen caso a las camareras, que llevan sufriendo abuso toda la vida. Es que ahora se nos escucha. Pero, sí, yo sospecho que en un puesto de trabajo más convencional, en el que tienes un horario y un espacio de trabajo, es mucho más difícil que en el cine evitar el acoso.
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