Este artículo se publicó hace 14 años.
"Es como un impuesto revolucionario"
Tarek y Cristina se casaron en una finca el pasado mes de julio. Todo bien. Fueron felices, dicen hoy, y llegado el caso, puede que un día coman perdices.
Pero hubo un detalle que, sin que llegara a amargarles el pastel de boda, ocasionó alguna que otra discusión: en la partida de 900 euros que destinaron para pagar al pinchadiscos encargado de la selección musical, alrededor de 130 euros fueron a parar a los derechos de autor que recauda la SGAE en este tipo de eventos.
"Entiendo que se pague a un artista si vas a un concierto, pero pagar por un disco que pones en una celebración privada, ¡en mi boda!, no lo entiendo", aseguran a Público. "Es el impuesto revolucionario de turno, que hay que pagar para que no te multen", asegura. Todo para tener la fiesta en paz el día de su boda.
El precio a pagar suele estar incluido en la tarifa de contratación del dj. Pero, según algunas empresas que se dedican a la amenización musical de este tipo de eventos, los restaurantes y salones de banquetes muchas veces obligan a los novios a imponerles un dj específico, aduciendo que, en caso contrario, "tendrán que pagar las tasas de la SGAE". Lo malo es que de cualquier forma, como reconocen Tarek y Cristina, hay que pasar por caja.
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