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Isabel Coixet: "La historia de la seducción tiene poco que ver con la decisión de hacer cine"

Con una nueva película documental sobre abuso sexual que se estrenará en octubre, Isabel Coixet llega al Instituto Francés de Madrid para hablar de François Truffaut y de lo que es realmente hacer cine para ella en un mundo de hombres.

La cineasta Isabel Coixet, en una imagen promocional
La cineasta Isabel Coixet, en una imagen promocional. Iñigo Ibáñez (Ministerio de Cultura y Deporte)

Antes de que Romain Gary se convirtiera en uno de los más prestigiosos escritores de lengua francesa, antes de luchar en la resistencia gaullista, de ser íntimo amigo de Albert Camus, esposo devoto de Jean Seberg y respetado diplomático de su país de acogida, Francia. Mucho antes de todo ello, Roman Kacew vivía con su madre en un piso humilde de un espartano edificio de la Polonia oriental. Entre aquellos escalones chirriantes su madre solía repetirle incansablemente: "¡Un día serás un héroe, serás un general, Gabriele D'Annunzio, embajador de Francia!".

Y, entre las risas vulgarmente disimuladas del vecindario, alguien se acercó al niño con la petición de una promesa vital: "Cuando encuentres a grandes personajes, a personas importantes, prométeme decirles: en el número 16 de la calle Grande-Pohulanka, en Wilno, vivía Monsieur Piekielny". Cuando el escritor François-Henri Désérable decidió volver a Wilno buscando los restos de aquel relato, descubrió no solamente que las calles habían cambiado, sino que ese tal Monsieur Piekelny había sido el producto literario de la mente brillante de Gary.

El cine francés de la Nouvelle Vague recuerda quizá ese vago sabor adulzado de la mentira sobre un sueño nunca realizado, un drama a medias donde la promesa de algo grande que vendrá solo esconde el temor a existir. El Instituto Francés de Madrid decidió ofrecer un homenaje al cinema de François Truffaut con la proyección de una de sus películas más famosas, La mujer de al lado (1981), con Fanny Ardant y Gérard Depardieu. Ha acompañado el evento la cineasta catalana Isabel Coixet con quien hemos hablado sobre cine francés, amor y seducción, feminismo y compromiso.

Amar el amor

La primera pregunta que surge espontánea es por qué eligió una película de amor tan sentimental y trágico como el de Truffaut. Nos cuenta entonces acerca de la primera vez que vio La mujer de al lado en un cine de París. "Me impresionó muchísimo y a la vez me produjo una sensación extraña, aunque no diría de rechazo: la película tiene una fascinación evidente, con una actriz filmada por un director que está enamorado de ella. Fanny Ardant nunca ha estado tan sexi ni tan convincente. Y, en ese momento, cuando tienes 20 años esta cosa del amor fou y del amor absoluto te atrae, te fascina y a la vez tienes un rechazo por él".

Sin embargo, lo más sorprendente de esta película, sigue Isabel, es que hay allí "un compendio de diferentes tipos de amor y de muchas reacciones. Y está muy bien, porque comprendes a todos los personajes; quizá a la única que menos comprendes es a ella". Y si en La mujer de al lado Gérard Depardieu es un amante celoso y violento, en L'homme qui amait les femmes (El amante del amor) el protagonista repasa con obsesión sus amores que hacen hincapié en el fetichismo del propio personaje por las piernas de las mujeres.

Hoy ambas películas serían probablemente tachadas de machismo. "Truffaut es fruto de su época, de su vida misma, todas esas relaciones con actrices... Yo no conozco a ninguna directora, salvo Sam Taylor-Johnson, que se haya enamorado del actor de su película. Muchos de mis colegas hombres que se han hecho directores porque aman el cine y te lo pueden justificar, a veces en la intimidad te dicen: No, en realidad yo lo que quiero es seducir y ligar. Te crees que siendo director de cine la gente te va a querer más, las mujeres que quieren ser actrices se fijarán más en los hombres que quieren ser directores, al contrario no sucede. La historia de seducción tiene poco que ver con la decisión de hacer cine".

La mujer de Isabel

La mirada de Isabel Coixet se aleja del juego peligroso de la seducción a través de la cámara en el que cayeron muchos de sus colegas hombres. "Mi mujer no es como el personaje de Fanny Ardant; es una mujer con problemas de supervivencia, que ha sobrevivido a una catástrofe. He hecho muchos personajes diferentes: desde una asesina a sueldo arrepentida hasta una madre que está a punto de morir y que trabaja como mujer de limpieza. Son mujeres de otro mundo. No tengo ni la necesidad ni la pulsión de sublimar las conductas de los personajes femeninos ni de los personajes masculinos. Mis mujeres viven más con los pies en el suelo".

De ahí viene su pasión por el cine de Agnès Varda, Cédric Kaplisch, y sobre todo Éric Rochant de Un mundo sin piedad (1989). "No son grandes historias, es una película mucho más sencilla e intimista. Habla de no encontrar tu lugar en el mundo, básicamente". A propósito de Agnès Varda, pregunto: ¿era muy feminista? "Era muy divertida", contesta. ¿Es usted feminista? Me mira esta vez como si descubriera en mí a una jugadora que no aprendió bien las reglas del juego: "Claro, para mí se da por hecho".

A pesar del fallo, el juego sigue en pie, quizá por poco. Pese a la riqueza y variedad de las propuestas cinematográficas en España, en el extranjero el cine español sigue llevando la marca excluyente Almodóvar. "Antes, el cine italiano era Fellini y ahora es Sorrentino", rebate la directora, "antes el cine español era Saura y ahora es Almodóvar. Es como si no hubiera espacio para que la cinematografía europea tenga más de un director que la gente conozca. Pero no pasa nada. La gente realmente curiosa conoce a los directores, yo tengo público en Alemania y en muchos otros países, con lo cual... Además, ser tan conocido tampoco es bueno, es un coñazo". Una sonrisa pícara detrás de las grandes gafas desvela una rendija a la que no había podido acceder antes. La entrevista ha terminado.

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