Este artículo se publicó hace 2 años.
Jimina Sabadú: "Antes, cuando un tío era violento se llamaba crimen pasional y no asesinato"
Llega a las librerías el último libro de Jimina Sabadú, 'La conquista de Tinder' (Turner), un compendio irónico sobre las nuevas aplicaciones de citas y una tímida defensa del amor romántico frente a los prejuicios de la sociedad moderna.
Sofia Chiabolotti
Madrid-Actualizado a
La guionista y columnista de El País, Jimina Sabadú, saca su segundo libro y primer ensayo con un título que, lejos de dramatizar sobre los dañinos efectos de las plataformas de citas y de las redes sociales, analiza desde las entrañas el fenómeno de Tinder que ha suplantado Myspace, Facebook y Meetic. La generación Z tiene ahora un nuevo deporte favorito: el deslizamiento de dedo –habitualmente el índice derecho o izquierdo, si uno es zurdo– hacia un lado u otro de la pantalla del móvil. El mayor desafío: elegir entre una infinidad de fotos al amor de tu vida.
Nos damos cita con la autora en un bar "inhóspito y patibulario" del centro de Madrid –en palabras de la misma Jimina–, elección un tanto sórdida aunque en armonía con el argumento de la entrevista. "En la época pre-Facebook no había fotos" argumenta Jimina, "la gente tenía un seudónimo y uno se enamoraba de la persona, de sus palabras, de su forma de ser. En Myspace era todavía la fantasía, el seudónimo y los muñequitos, pero con Facebook llegó el diseño estandardizado con foto y nombre real. Esa aventura desaparece".
Porque si Jimina Sabadú ha sido una asidua frecuentadora de las aplicaciones de citas, lo cierto es que lo más relevante de este libro es la defensa del amor romántico, por lo menos de algo que intenta alejarse de la mercantilización de las relaciones amorosas. "A más capacidad de elección más mercantilización también", comenta la autora. Por lo que formatos como Tinder se parecen más a escaparates de centros comerciales que invitan al consumo desenfrenado de productos, que ya no sirven para el bienestar individual sino para satisfacer ese sistema de demanda y oferta cada vez más perverso.
Amor romántico y relación tóxica
El amor romántico "me parece de los pocos resquicios de locura y autenticidad que todavía nos podemos permitir
"Me han criticado un poco el libro por eso [del amor romántico]", admite Jimina, "pero me parece de los pocos resquicios de locura y autenticidad que todavía nos podemos permitir. Todo está metido en áreas de consumo, en áreas de lo social y lo económico, parece que no te vas a cruzar con nadie que salga de tu mundo. De repente la gente cuando se enamora se vuelve completamente loca. Hace cosas que nunca haría. Pero una cosa es el amor romántico y otra cosa son las relaciones tóxicas, que no tienen que ir unidas. Por ejemplo, pongamos que ahora mismo tú te enamoras locamente de ese señor que está ahí en la puerta, y decides dejarlo todo y sin conocerle de nada os vais los dos a Cuenca o Almería. Cuando llevas un año plantando chungueros te das cuenta de que la relación no va a ningún lado, y ya no puedes volver a Madrid porque no tienes dinero. Pues ahí te diría que el problema no es el amor romántico, sino que quizás has tomado decisiones no del todo sabias".
Seguimos hablando del amor romántico y de cómo ese concepto depende del cambio cultural en el seno de las nuevas generaciones, y si antes se tendía a confundir más fácilmente el romanticismo con la relación tóxica, ahora ciertas divisiones parecen tener límites más definidos. Según Jimina: "Hace treinta años cuando un tío hacía algo violento, se justificaba, se llamaba crimen pasional o crimen por amor, y no asesinato, pero por amor no se mata o no se debería matar. Creo que hemos ganado en capacidad crítica, ya no aceptamos cosas que antes dábamos por sentado".
"Creo que hemos ganado en capacidad crítica, ya no aceptamos cosas que antes dábamos por sentado"
La paliza que el marido le daba a su mujer podía ser un exceso de amor. Asimismo era comúnmente aceptado que la mujer no se iba de casa porque en el fondo, detrás de los moretones, de los labios tumefactos y las costillas fracturadas, todo eso sí que le gustaba. Hasta que el amor no se convirtió en un triste culebrón venezolano, como pasó en el caso de la serie Abigail: "Trataba de una chica de catorce o quince años que se enamoraba de su profesor de treinta y se fugaban juntos", me cuenta la escritora.
"En España hubo un caso parecido y la gente lo vio como una historia de amor muy bonita. Pero vamos a ver: es un profesor de treinta años a quien le molan los culebrones con una niña de quince, y estamos aplaudiendo que se vayan juntos. Eso ya no lo hacemos".
Amor moderno
Sin embargo, tengo la sensación de que el amor romántico sigue siendo un tabú de nuestras sociedades. Jimina está de acuerdo conmigo: "El amor romántico siempre ha dado mucho corte a las mujeres, porque da un poco de vergüenza. Da menos vergüenza decir que te gusta follar mucho que decir que eres muy enamoradiza. Hablar de alguien de quien te has enamorado te deja en una posición muy vulnerable, no mola. Estamos en una sociedad muy sexualizada, el sexo está al orden del día, pero por otro lado no se folla mucho como se dice. Hablar de amor da mucho apuro porque es quedarte expuesta, da como risa. Parece que cualquier sentimiento en el que no haya cierta aura de modernidad da vergüenza".
Hace unos años, la socióloga franco-israelí Eva Illouz publicaba Por qué el amor duele. Una explicación sociológica (Clave Intelectual), donde analizaba el rol de la sociedad de mercado en la institucionalización de las relaciones amorosas. Podemos considerar a Eva Illouz como a una de las pocas intelectuales femeninas que ha inaugurado en Europa la investigación sociológica sobre el tema amoroso, cuando ya en Estados Unidos había estudiosos que iban ampliando los confines de esta disciplina. Con rigor intelectual y desde una perspectiva de género que enriquece el análisis, la escritora explica cómo el sistema económico del capitalismo moderno ha influido en las dinámicas de pareja. Un giro total al concepto que teníamos del amor en las novelas románticas de la literatura inglesa del siglo XIX. Una ducha fría para quienes han querido amar o ser amados como Jane Eyre o Elizabeth Bennet, pero una reflexión indispensable a la hora de entender qué significa hoy el amor.
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