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Jorge, el alumno de chino que se creía 'Txeroki'.

Como extorsionador dejaba mucho que desear. Mandó más de 100 cartas y sólo diez le hicieron caso

ÓSCAR LÓPEZ-FONSECA

Las apariencias engañan... a veces. En otras ocasiones, pueden ser el camino más rápido para acabar entre rejas durante una temporada. Que se lo pregunten a Jorge, un joven empresario sevillano aficionado a estudiar la lengua de Mao Tse Tung, a quien su curiosa afición a hacerse pasar por Txeroki le hizo dar con sus huesos en un calabozo en enero de 2008. El motivo: decidió buscar un atajo hacia la riqueza y no se le ocurrió mejor idea que tomarle prestada a ETA esa costumbre epistolar de pedir dinero con amenazas. Jorge remitió presuntamente un centenar de misivas amenazantes a empresarios de Madrid, Catalunya, Santander, Cádiz, Alicante... advirtiéndoles de que, si no pagaban, recibirían la desagradable visita de los chicos del amonal. Como extorsionador, el alumno de chino dejaba mucho que desear a la vista de los resultados de su envío masivo: de todos los empresarios que recibieron las cartas, sólo diez la tomaron en serio y entraron en contacto con él para soltar la pasta que les exigía. El resto, o la tiró a la basura o se fue con ella a la policía. Eso fue su perdición.

Nada más echar un vistazo a la misiva, los expertos de la lucha antiterrorista dudaron entre troncharse o echarse a reir. Aquellas cartas eran a simple vista más falsas que una moneda de tres euros con la efigie de Franco. Para empezar, todas habían sido echadas al correo en Madrid, como delataba el franqueo. La policía no se imaginaba a un comando etarra viajando a la capital con la maleta llena de cartas para buscar un buzón. En segundo lugar, algunas frases dejaban claro que quien las había redactado había nacido a bastantes kilómetros de distancia de Rentería. Por si todo eso fuera poco, el texto sugería también una insospechada modernización de la banda en sus comunicaciones con los extorsionados: les pedía que se pusieran en contacto con el número de móvil que aparecía en la carta, al que tenían que enviar un sms, como en los concursos de televisión.

Como extorsionador dejaba mucho que desear. Mandó más de cien cartas y sólo diez le hicieron caso

Cuando el falso etarra acordó por tan peculiar sistema de comunicación el pago de la extorsión con dos empresarios, fijó como lugar de entrega del dinero un cuarto de basuras de una finca en el centro de Madrid. Era la definitiva confirmación de que detrás de aquella trama, más que un grupo de etarras, se encontraban unos simples aspirantes a boy scouts. Hasta allí fueron los Geo, a la espera de que alguien pasara a recoger el dinero de los empresarios. No tuvieron que esperar mucho. Poco después de que fuera depositado el paquete con los billetes, llegaron a recogerlo dos personas. Cuando la policía los destuvo, descubrió que ninguno de ellos hablaba euskera ni tenía intención de aprenderlo: eran dos brasileños.

A partir de ese momento, tirar del hilo hasta llegar al supuesto cerebro de la trama fue sencillo, sobre todo porque este vivía, precisamente, en un piso situado justo encima del cuarto de basuras donde los extorsionados debían depositado el dinero de la extorsión. Jorge fue detenido un día después, el 16 de enero de 2008, cuando caminaba por un céntrica calle madrileña rumbo a la oficina de su empresa de importación de componentes informáticos y de juguetes desde China. No le dio tiempo ni a decir 'agur'.

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