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Jorge Ilegal: "Mi disco no es como el atentado de los tangos de Calamaro"

El fundador de los incombustibles Ilegales aparca el rock macarra para bucear con la orquesta Los Magníficos en el repertorio tradicional hispano, del bolero al chachachá

HENRIQUE MARIÑO

Toca muda. El polo, los vaqueros y las botas camperas, por un inmaculado traje para ir de fino –que diría Josele Santiago– y lucir un repertorio de orquesta típica trufado de mambos, joropos, chachachás, boleros, guarachas y otros palos con solera.

Jorge Ilegal Martínez (Avilés, 1955) acalla al macarra que lleva dentro y se pone tierno con Los Magníficos.

Jaime Urrutia, Andrés Calamaro o el propio Josele, entre otros frontmen de la música hispana, han abrazado géneros tradicionales e interpretado estándares después de transitar por los senderos bacheados del rock. ¿Se están haciendo mayores?

Esto no tiene nada que ver porque lo hace alguien solvente en esos campos. Sé moverme, eh. Mi disco no es el de tangos de Calamaro. Me guardo una bala en la recámara para abordar el género, porque va a salir un epé con cuatro tangos dentro de cuatro meses. Mi álbum está hecho con bastante más solvencia. No creo que Jaime Caligari pueda hacer un chachachá, ni lo ha hecho en su vida, porque no puede. El chachachá es bastante delicado como para que lo haga cualquiera. Requiere una cierta preparación, no se hace de cualquier manera.

Lo siento mucho, pero esta gente no puede hacer estas cosas. Nosotros lo llevamos preparando 18 años. Hemos conseguido los instrumentos adecuados, los que mejor suenan, pero hubo que buscar piezas, una cuestión de arqueología. Conseguir una guitarra del 33, con esas sonoridades, es muy difícil, pero conseguir tres decenas, fabricadas entre los años 30 y 50, más complicado todavía.

Vibráfonos, saxofones e instrumentos de viento antiguos que ya no se fabrican, porque el metal ahora no puede contener plomo y la aleación tiene que ser diferente. Y los músicos adecuados para tocarlos: no es algo que esta gente se pueda permitir.

No se trataba de una comparación, sino una reflexión sobre el paso del tiempo y el salto que muchos roqueros, a cierta edad, dan hacia otros palos.

Nah. Yo tocaba esto a los 17 años con Los Siete Magníficos, una orquesta donde nadie bajaba de los 60, excepto yo, que era el más joven. Le quitamos el Siete porque nunca éramos esa cifra: ocho en verano, cuando había que reforzarla porque la gente tenía vacaciones y trabajaba en otras cosas; o seis, cuando tocábamos en sitios pequeños en invierno y nos guarecíamos en alguna discoteca o sala de fiestas.

Usted, como ahora, ¿tocaba la guitarra?

Sí, la eléctrica.

Y era una orquesta típica, de las de antes , ¿no?

Efectivamente. Ensayábamos en una casa muy estrecha en ruinas a la que conseguimos quitarle las goteras. Había que mantenerse alejado de los hierros, que son los que tocan los metales (el trompeta, el saxo y el trombón), porque se bababan y aquello era muy pegajoso. Imposible quitárselo de encima.

Ahí fue donde me di cuenta de que ensayar mucho era contraproducente, porque esta gente traía una jaula de vino Savin.

Cuanto más bebían, sonaban peor. Sólo la primera media hora de ensayo era efectiva. El resto sólo servía para que estos se trompasen y me babasen la ropa.

¿Cuál era el repertorio?

Tocábamos Piel canela, de Bobby Capo, o Todo en la vida, de Osvaldo Farrés, popularizada aquí por Antonio Machín. También boleros del momento, rock de Roberto Carlos, mambos, twist, rock and roll. Desgraciadamente, se tocaban pasodobles. Los odiaba y los sigo odiando: quedan proscritos los pasodobles y las rumbitas. Los Magníficos también excluimos cualquier cosa de tinte flamenco. No hacían salsa, qué suerte.

O sea, que el nombre, más allá de la película, es un tributo a la orquesta donde se ganaba las habichuelas antes de Ilegales.

Sí, es un homenaje a esa orquesta de fugaz vida. Además, se murió un músico, al que no vimos durante unos días, y pensamos: 'Borracho una semana no puede ser'.

Volantazo musical, pero incluyendo varias versiones.

No quería que fuese sólo un ego trip. Hay seis canciones originales y seis rescatadas del repertorio tradicional de las orquestas, porque últimamente se ha envilecido totalmente y el uso que hacen del antiguo es realmente repulsivo. Está contaminado por ese tipo de actitudes como llevar todo pregrabado. Además, la gente de las orquestas viste fatal, van de payasos. Yo encuentro a mis amigos y están amargados: 'Jorge, mira lo que tengo que ponerme'. Y yo les digo: 'Pues no te lo pongas, joder'.

¿Cómo no han salido un pelín antes para aprovechar los bolos de las fiestas populares del verano?

Para hacer esto bien, tuvimos que retrasar la salida del disco. Hubo que crear el estudio para poder grabar este tipo de música. Lo grabó David Mora, un tipo que canta tangos y que ahora es técnico. Mezcló alguien que trabaja con Massive Attack y mucha gente de ésa. Luego se masterizó en Metrópolis por Mazen Murad, en el mejor estudio del mundo [está ubicado en Londres].

¿Aspiráis a llegar a más público que con Ilegales, a tocar para gente de todas las edades...?

Sí. Yo creo que a tu padre y a los de su generación les gustará, y a los punks también. Tiene un target muy amplio. De hecho, hicimos una prueba en varios sitios y vimos hasta niños pequeños bailando un twist.

Clásicos y estándares, un estudio de grabación a la vieja usanza, instrumentos vintage y... los trajes.

Hombre, no imprimen carácter, pero sirven para mantener a los grupos en territorios estancos. Si hiciésemos lo mismo que con Ilegales... Aunque no es que fuésemos hechos unos andrajosos. Bueno, a veces, a alguno del grupo le gusta ir un poco sucio, o viene de correr algunas aventuras y no se ha lavado mucho en los tres últimos días, porque llega directamente de los bares... Ahora, por lo menos, no huelen a tabaco.

¿Y eso de que han resucitado a unos sastres, echando cuentas, al borde del centenario?

Buscamos a unos que se habían retirado en los 70 y conseguimos convencerles para que nos hiciesen los trajes. Nos sacaron unos patrones que tenían por ahí y listo. Yo me siento realmente elegante.

Vamos, que se han puesto guapos para dignificar el añejo mundo de las orquestas.

Claro, joder, porque ver a mis compañeros hartos y vestidos de payasos... No sé quién diseña la ropa de las orquestas, pero es que es una cosa...

También ha rebuscado en el cancionero italiano. En este caso, Adriano Celentano, pero podría haber sido Renato Carosone, imagino.

Es la música que recuerdo de muy pequeño. En España se escuchaba muy poca música en inglés, algo en francés y mucha latinoamericana e italiana. Lo del inglés empezó cuando tenía cuatro años con Elvis Presley y, luego, con The Beatles.

Y, en el disco, ha querido plantearse cómo sería la música en España sin la influencia anglosajona, ¿no?

Llegó un momento en que se creó algo casi refractario a la música anglosajona, pero abierto un poco a la música francesa, latinoamericana y española. A mí me gusta mucho el rock and roll, pero no estaba mal aquel ambiente. Había cosas muy buenas. Potenciar tanto esa invasión anglófona, arrrgh, esa colonización tan sumamente fuerte ha perjudicado a estilos de música tan valiosos como los joropos venezolanos, los huastecos mexicanos, la música boliviana y ecuatoriana andina, los mambos, los chachachás y los boleros.

Estados Unidos era un puto cementerio en la época, con barrios de irlandeses que a las ocho de la noche ya habían rezado y estaban todos dormidos. Hasta que llegaron los hispanos, y ahí no se dormía hasta las ocho de la mañana: todo el día comiendo arroz con pollo, liándola y dándole al mambo. Los Reyes del Mambo cantan canciones de amor [Óscar Hijuelos; Siruela, 1992], un libro que se llevó el premio Pulitzer, reconstruye ese ambiente y nos ofrece un listado de discos interesantes e importantes.

¿Cree que este nuevo proyecto funcionará en Latinoamérica?

A los conciertos de Ilegales en Sudamérica van tres generaciones de fans. En marzo tocamos en Ecuador y fue a tope, pero tuvimos que volver a España para dar el toque final a la mezcla, si no seguiríamos de gira por otros países. Dimos un concierto en el Teleférico de Quito bajo una tormenta: increíble. Allí somos competencia directa de Serrat, pero tenemos mucho más directo que él, y se demostró. Pese a tocar en un escenario peor situado, la entrada más barata, que costaba 20 dólares, se llegó a pagar a 60 en la reventa. Y las de él, que costaban 30 dólares, con la ventaja de tocar el sábado, acabaron vendiéndose a 10 dólares. Ese día, llenamos el antiguo aeropuerto de Guayaquil.

¿Dónde reside esa afinidad con Serrat? ¿En los textos?

Serrat dice cosas e Ilegales y Los Magníficos dicen cosas. La Unión no dice nada. Está claro [risas]. Una cosa buena de Sudamérica es que aprecian los textos de las canciones y se desenvuelven mejor con el castellano que en la propia España. No sé por qué razón se ha deteriorado. Sí, sé por qué: se ha introducido la fea costumbre de utilizar un lenguaje cheli, que yo también padezco.

Y ya está, así nos comunicamos. El español de aquí está llegando a ser paupérrimo y me encuentro a mí mismo utilizando un léxico fatal y una sintaxis que...

¿Cómo cree que influirá la influencia de chats y sms?

Eso va a ser lo peor.

Me imagino que tendrá reservados algunos himnos de Ilegales para interpretarlos, pasados por el filtro de Los Magníficos, en directo.

No lo vamos a hacer. Quiero liberarme del peso del repertorio de Ilegales. Hay que levantar el actual, hacer muchas cosas en este campo y crear canciones nuevas con moldes antiguos, que no obsoletos. El tango es un molde estupendo, sólo hay que desargentinizarlo para internacionalizarlo, no llegar al atentado de Calamaro. Ya verás cómo suenan los tangos, que estarán en la siguiente entrega. O en la siguiente, porque a lo mejor hacemos primero twist o rock and roll. Al tener un estudio en propiedad, La casa del misterio, vamos a ir grabando...

Ya había vientos en Ilegales, pero ahora, en vez de trío con hierros prestados, seréis un quinteto en toda regla.

Somos yo a la guitarra, más bajo, batería, vientos y percusión, vibráfono y marimba.


 

El cambio no es tan radical en las letras, salvando las evidentes distancias, como en lo musical.

El discurso punk cabe perfectamente dentro de los tangos, joropos y boleros. Además, he llegado a un acuerdo con un poeta esquizofrénico para musicar un par de poemas suyos en forma de bolero. Puede que lo haga.

¿Cómo se llama?

Pelayo Fueyo. Deberían haberle dado hace años el Premio Nacional de Poesía, pero como estas cosas las decide el Pato Donald, pues no se lo han dado.

¿Es asturiano?

Sí, es un esquizoide. Muchos artistas son un poco esquizoides, menos yo. Es que no soy artista, soy peluquera.

Pues si tiene algo más que añadir... Por mí, está bien.

¿Has oído el disco detenidamente?

Sí.

Joder, lo hemos conseguido. Llegamos a grabar el disco dos veces, aunque todavía queda una vuelta de tuerca más: hay que añadir repertorio.

Ahora van a sacar singles y epés en formato digital. ¿Cuántas canciones tienen en total?

El repertorio del grupo, en este momento, está formado por 30 canciones. No son demasiadas: el de Ilegales tenía medio centenar.

¿Algunas más de su propia cosecha?

Sí, hay un chachachá, dos tangos, un par de boleros...

¿Por qué no entraron en el disco? ¿Eran menores o...?

Once canciones me parece una buena dosis. Hay algunos palos que me quiero guardar, no darlos todos al principio. Esto va a ser difícil de clasificar para la gente de prensa y radio, que son muy dados a meterte en un compartimento. Van a pasarlo muy mal, porque fíjate todo lo que estamos haciendo. Además, no saben qué es una guaracha ni distinguen una guaracha de una guajira. Hasta el momento, no se les ha obligado a saber mucho. Todo era ese camino tan trilladísimo del rock repetitivo, que ni siquiera es rock, porque en gran parte son travestis de rock.

¿Qué artistas ha versionado que no estén en el disco?

Osvaldo Farrés, por ejemplo. Luego un cantante de Eibar que tocó mucho tiempo en el Pasapoga de Madrid y en el Casino de Estoril. Después estuvo en México y cantaba canciones de Farrés [tal vez se refiera a Gregorio Barrio]. Hay una canción, Obsesión, de Pedro... Tocaba en Nueva York en un grupo llamado Los Jardineros y acabó con Benny Moré. Era boricua [puertorriqueño] y se hizo famoso como jugador de béisbol y, al ser bueno, estudió inglés, daba clases...

Al final, como era un aventurero, dejó las clases y se fue a Nueva York a tocar y buscarse la vida. Allí trabajó haciendo zanjas y luego montó un grupo. Un elemento de cuidado... ¿Pedro Flores sería? [efectivamente, aunque quien interpretó con Moré el tema Obsesión fue Pedro Vargas, compuesto por Flores]

¿Por qué estas piezas y no otras? ¿Sólo porque le gustaban o ha tenido otro criterio?

Las elegí en función de su calidad. Cuando las oí, me impresionaron. En esta música hay cosas muy buenas y muy malas, como en el rock, donde muchos van con el traje de rock y son una porquería. Hay gente que se merece algo más que orinarse en su presencia, pero bueno...

Ya para terminar, Zuly Rueda, que es de Colombia, parada y fonda habitual de Ilegales, le va a hacer unas fotos.

En Medellín tocamos bastante. Siempre se monta una fuerte. Acaba como el rosario de la aurora eso. ¡Buf, madre mía!

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