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José Mansilla, antropólogo: "Un gobierno sociovergente en Barcelona supondría borrar ocho años de golpe"

26/04/2023 - L'antropòleg Jose Mansilla, amb el llibre 'Los años de la discordia'.
El antropólogo José Mansilla, con el libro 'Los años de la discordia'. Públic

Doctor en Antropología Social y profesor de la UAB, José Mansilla publica Los años de la discordia. Del Modelo a la Marca Barcelona (Apostroph), un libro en el que profundiza en la transformación vivida en la capital catalana para ponerla al servicio de la acumulación de capitales privados, un proceso que llegó al momento culminante durante los cuatro años de alcaldía de Xavier Trias (2011-2015).

A pocas semanas de las elecciones municipales, entrevistamos al autor, que también es miembro del Observatorio de Antropología del Conflicto Urbano (OACU), en una conversación en la que advierte del retroceso que podría suponer una victoria del candidato de Junts o, también, de un PSC de Jaume Collboni que ha hecho suyo el programa de las élites económicas. En este sentido, su apuesta es clara: una alianza entre Barcelona en Comú, ERC y, si puede ser, la CUP.

Aunque es un concepto que acumula ya décadas de vida, ¿en qué consistía el Modelo Barcelona?

Hay una forma de entender la ciudad, que es el Modelo Barcelona, que cuaja sobre todo a mitad de la década de los 80 y que tiene una evolución determinada. Su principal característica es que era un modelo ideológico, en el sentido de que las transformaciones de la ciudad quedaban ocultas bajo una serie de pretensiones que intentaban trasladar a la opinión que beneficiaban a todos por igual.

Entre los rasgos que lo hacían posible estaba la participación; la continuación del desarrollo de la ciudad con la idea de no marcar diferencias territoriales, que fuera homogénea y consolidada, con actuaciones para dignificar los barrios periféricos y el centro, que estaba algo abandonado, y buscar un cierto reequilibrio territorial... Tenía una pulsión socialdemócrata y en el libro digo que tenía una base material.

Manuel Delgado dice que el Modelo Barcelona básicamente era moral, en el sentido de que se presentaba como algo bueno. Tenía una base material, pero a medida que va pasando el tiempo y Barcelona se adentra más en las políticas neoliberales va desapareciendo. El modelo se diluye y el momento en que lo hace es con las obras del Fòrum de las Cultures.

Esto es en los primeros años del siglo XXI.

La idea de hacer algo como el Fòrum surge cuando Barcelona no obtiene la nominación para ser ciudad europea de la cultura y dentro del ayuntamiento comienzan a ver cómo pueden actuar. Allí se rompen todos los elementos que ligaban esta materialidad a unas políticas de cierto carácter social: ni participación, ni continuidad en el entramado propio de la ciudad, ni dignificación de los barrios, ni nada. Ya era básicamente un modelo para poner la ciudad al servicio de los intereses internacionales en pro de terminar una parte que parecía inacabada, que era el entorno cercano de la desembocadura del Besòs.

Este proceso es el que implica la transformación del Modelo en la Marca Barcelona, que sí es algo intangible.

Sí, desaparece ya cualquier elemento que podía comportar materialidad. El uso que se hace de la Marca es básicamente simbólico, es el celofán con el que se envuelve la ciudad, cómo hacerla más interesante, más bonita y atractiva para que el proceso de atracción de capitales siga funcionando.

Pero la Marca mantiene un componente ideológico, en este caso neoliberal, de poner la ciudad al servicio de determinados intereses privados, ¿no?

Exacto, sigue funcionando a nivel ideológico, es pura ideología. Ya no es quien no quiere vivir en una ciudad más o menos inteligente, sino quien no quiere vivir en Barcelona. Barcelona actúa como un significante que es proyectado desde el ayuntamiento y las políticas municipales con una serie de características que implica, básicamente, ocultar todo lo que sucede debajo. El Modelo Barcelona encaja muy bien en la dinámica que seguía el resto de Catalunya y del Estado hasta ese momento, discurre de forma paralela a las políticas neoliberales que se llevan a cabo.

La generación que accedemos a la mayoría de edad en los años 90 habíamos comprado el rollo este de que por fin éramos europeos y a partir de ahora ataremos a los perros con longanizas, pero a principios de los 2000 ya se empieza a ver un malestar a raíz de comprobar cuáles eran las características y quiénes los ganadores y los perdedores del modelo neoliberal.

En el libro apunta que en este proceso se acentúa el uso del urbanismo como herramienta del capital para convertir a la ciudad en un territorio del que extraer renta. No deja de ser un fenómeno global.

"Barcelona es un laboratorio de políticas neoliberales porque está en primera fila a la hora de implementar este tipo de cuestiones"

Sí, pero apunto que Barcelona es un laboratorio de políticas neoliberales porque está en primera fila a la hora de implementar este tipo de cuestiones. El 22@, que es la transformación de una parte de la ciudad -en concreto, del barrio de Poblenou-, para la atracción de capitales vinculados a las nuevas tecnologías, también se desarrolla en aquella época, de hecho, se aprueba en 1999 y comienza a funcionar en 2000. Es la primera vez que se hace un distrito de innovación, se inventa aquí.

En la cuestión de las transformaciones que se producen ligadas a grandes eventos, como los Juegos o el Fòrum, que también es una forma de hacer desaparecer la estacionalidad turística atrayendo a turistas fuera de la temporada alta, Barcelona también es la primera. Y, además, para los resultados que esperaban les sale bien, porque gran parte del éxito que tiene la ciudad se debe a que estas ideas acaban por cuajar, al menos en algunos aspectos, no en el 22@.

Existe una definición muy fácil de urbanismo que es esa forma en que se ordena y organiza la ciudad. Cuando hablas de ordenación tiene dos acepciones principales. La primera es poner orden, es decir, aquí va una cosa y aquí otra, pero otra es establecer una jerarquía, a la que le damos más importancia.

El urbanismo establece que es lo más importante para la ciudad y era disponerla para continuar el proceso de acumulación de capitales. Esta forma de entender de urbanismo encaja en el Plan General Metropolitano (PGM) de 1976, que se hizo para que fuera flexible y atendiera a este tipo de cuestiones. El mismo marco que se utilizaba anteriormente para el Modelo comienza a utilizarse para la Marca, pero con otro tipo de orden, más neoliberal.

Esta transformación comienza con la alcaldía en manos del PSC, en los mandatos de Joan Clos y Jordi Hereu, pero ¿en la etapa de Trias se acentúa?

Una de las cosas que hace es modificar la ordenanza de terrazas y permite, incluso, ponerlas en los establecimientos de degustación, como las panaderías o las charcuterías. En el preámbulo dice que la ordenanza se hace para reordenar mejor las terrazas, pero también para permitir que los bares no sufrieran en el momento en que se prohibía fumar dentro y, al mismo tiempo, actuar como estímulo en la recuperación económica de Barcelona.

Sí, Clos y Hereu son los principales responsables del paso del Modelo a la Marca, pero Trias llega al intento de registrar la Marca Barcelona [no lo logra]. Desde el inicio, Trias parte de un programa político muy business friendly, nunca lo ocultó.

"El tuétano de su política neoliberal es poner una alfombra roja para que los negocios puedan funcionar"

Era un momento muy particular, porque ganó las elecciones en el contexto del 15-M, que era un movimiento todavía demasiado cercano a los comicios y no había tenido tiempo de establecer un nuevo marco hegemónico de reposicionamiento de las ideas de lo que significa la política. Él acentúa las políticas neoliberales para reiniciar el motor económico de Barcelona. 

Cuando presentó el programa electoral se reunió con los empresarios del sector turístico y les dijo que "los que mejor sabéis cómo gestionar el turismo en la ciudad sois vosotros". El tuétano de su política neoliberal es poner una alfombra roja para que los negocios puedan funcionar y en este sentido es el gran impulsor de Barcelona como marca. En sus primeros meses de alcalde también firmó un protocolo con Barcelona Global para trasladar a todo el mundo el nombre de Barcelona como ciudad interesante para hacer negocios, lo que permite a una entidad empresarial entonces muy endogámica y cerrada presentarse alrededor del mundo como la representante de los intereses económicos de Barcelona.

¿En ese momento podríamos decir que se pasa de una colaboración público-privada que tiene un liderazgo público a una etapa en la que el liderazgo es privado y el poder público va detrás?

No lo recordamos, pero se da la circunstancia de que hay un momento en que se da cuenta de que la cosa se va de madre, por ejemplo, con el tema de los apartamentos turísticos y quiere hacer una especie de Peuat [el actual plan hotelero], pero no lo logra aprobar porque el PP -gracias al que gobierna- le dice que no. No puede gobernar el turismo cuando se da cuenta de que se le va de las manos y sigue como está y deben llegar los Comuns al ayuntamiento para hacerlo.

Totalmente. El marco del neoliberalismo es éste, el papel de lo público ya no es liderar nada, sino poner las mejores condiciones y la mejor atmósfera para la organización de los negocios. Y Trias es lo que hace para sentar las bases de un relanzamiento de Barcelona en clave de servicios y turismo, es el momento culminante de la desregulación turística.

Paralelamente, no puede negarse la existencia de un poso de resistencias permanentes en la ciudad y de una contestación a las políticas de Trias, que será clave para explicar el cambio a la alcaldía y la llegada de Barcelona en Común.

Con el 15M existe una dinámica de repolitización y de recuperación de la memoria de lucha de la ciudad. Aunque en los años previos ya se expresan malestares y empieza a impugnarse el modelo, con el 15-M existe la precipitación y se intenta establecer conexiones históricas con movimientos anteriores, conecta con los movimientos vecinales de los años 70 y 80 y mucha gente que participa en él intenta un asalto a los cielos de entidades vecinales que acumulaban años en proceso de hibernación en los barrios.

"Con el 15M existe la precipitación y se intenta establecer conexiones históricas con movimientos anteriores"

Sin eso y la impugnación del modelo turístico no puede entenderse que Barcelona en Comú ganara las elecciones. En cierta medida, fue una pista que permitió articular durante cuatro años un movimiento que a nivel de política institucional ha sido capaz de gobernar durante ocho años.

Hace un balance agridulce de los ocho años de alcaldía de los Comuns, en el sentido de que no se ha ido lo suficientemente lejos en las políticas. ¿Qué ha faltado?

Los Comuns se quedaron solos y eso quemó mucho a gente. Y, por último, es necesario añadir los ayuntamientos tienen las competencias que tienen. Si todo esto lo pones en una misma sartén te sale lo que se ha hecho. Es agridulce pero conforme pasa el tiempo y vemos las perspectivas de futuro casi que me quedo con la parte dulce.

Por un lado, Barcelona en Comú tampoco era un partido de izquierdas clásicas, tenía mucho más de ICV, en el sentido de reformismo, que de otras posiciones. Por otro lado, no tuvo mayoría en el Ayuntamiento. El PSC cumple al pie de la letra la fábula del escorpión y la rana, en el sentido de que a la mínima te clavará la pinza porque ésta es su naturaleza, pero deciden pactar con él.

"El PSC de ahora es un partido desideologizado, actúa sólo en función de los intereses propios y los intereses de las élites"

El PSC de ahora es un partido desideologizado, actúa sólo en función de los intereses propios y los intereses de las élites. El 1 de octubre tampoco ayudó, todo el movimiento del procés y la efervescencia sobre la independencia dificultó centrar la atención y que hubiera un intento de llevar a cabo determinadas cuestiones por parte del Ayuntamiento.

Sí que detalla que, al menos, estos ocho años han servido para romper las inercias de los mandatos anteriores y, por ejemplo, se ha intentado gobernar el turismo o ha habido un cambio notable a nivel de movilidad, en el que el coche pierde protagonismo.

Sí, además ha habido medidas muy valientes como el Peuat [el plan hotelero, que limita los alojamientos de este tipo]. Ahora lo tenemos muy normalizado, pero lo es. Recordemos que a Itziar González por intentar sacar trapos sucios a Ciutat Vella le amenazan de muerte y esta gente, que no pertenecía a ningún círculo [de poder] llega y lo primero que hace es hacer una moratoria de instalaciones turísticas, que detiene inversiones millonarias, en cosas como lo que debía ser el hotel Four Roses, en Passeig de Gràcia con Diagonal. Y son cosas que han sido copiadas y valoradas en muchos sitios.

Se ha invertido muchísimo, han conseguido estabilizar puestos de trabajo, ampliar la dotación de personal técnico, han puesto en marcha políticas de vivienda súper imaginativas, [...] Si no han hecho más es porque también creo que han tenido cierto miedo en la portada de La Vanguardia, que es algo que tienen todos los partidos.

Otra cosa que destaca es todo lo que han hecho en servicios sociales, que es un ámbito de la política municipal muy desagradecido porque a las clases medias no les llega, quienes se benefician son las clases populares y las personas en riesgo de exclusión.

"Si los Comunes no han hecho más es porque también creo que han tenido cierto miedo en la portada de 'La Vanguardia'"

¿No se han atrevido a impugnar del todo el poder?

Tampoco tenían seguramente suficiente movilización social detrás que apoyara determinadas medidas. Pero en eso también tienen parte de responsabilidad, porque absorben parte del músculo que había en la calle y lo ponen a funcionar dentro del Ayuntamiento.

De cara a las elecciones municipales, ¿ve alguna alianza posterior que permita profundizar en estas reformas?

No, creo que llega un momento en el que se ven atacados por todo lo que significa el poder real de la ciudad y, en cierta medida, no te diré que tengan miedo, pero sienten cierto vértigo.

Creo que Barcelona en Comú no debe pactar con el PSC. Apuesto por que se ponga el máximo de micrófonos a los candidatos del PSC, porque cuanto más se haga peores resultados sacará. Con declaraciones como las que hizo Collboni a Crític diciendo que era ecologista y por eso estaba a favor de la ampliación del aeropuerto, o de Rosa Alarcón [concejala del distrito de Horta-Guinardó] sobre el tema del cierre de los accesos a los bunkers del Carmel diciendo que el dinero para pagar a los policías que lo controlan se obtiene gracias a la privatización en el acceso del Park Güell. Dicho esto, soy consciente de que la alternativa es un gobierno entre Comuns y ERC.

Difícilmente sumará los 21 concejales de la mayoría absoluta.

Un gobierno sociovergente supondría borrar ocho años de golpe, como si no hubieran pasado, volveríamos al año 2015. Pero es que lo manifiestan ellos en muchas cosas, como Collboni intentando sacar las superilles y apostando por los interiores de las manzanas [en el Eixample], que es una política que se puso en marcha en los años 80, o Trias hablando del aeropuerto o del exceso que supone el Peuat. Es como la eliminación de las medidas tomadas para redirigir la inercia que llevaba el ayuntamiento de la ciudad.

¿Tiene cierta sensación de déjà-vu, con algunos debates que vuelven cuando parecían superados, como las ampliaciones del aeropuerto y el Puerto o la apuesta por macroproyectos, como la Copa América de Vela?

Pero ahora tampoco suman [entre BComú y el PSC]. Teniendo en cuenta la correlación de fuerzas que hay, lo mejor que le puede pasar a Barcelona es que no gobiernen ni el PSC ni Junts y la alternativa que queda es un gobierno de BComú con ERC, si es posible con el apoyo de la CUP.

El programa electoral de los sectores conservadores de Barcelona es el de siempre, que se articule a través del desarrollo de macroinfraestructuras o de elementos icónicos de equipamientos culturales da igual, pero es el de siempre, que es que los beneficios de la ciudad acaben por encauzarse a través de determinados elementos del urbanismo hacia las clases dirigentes.

Teniendo en cuenta las limitadas competencias de un ayuntamiento, ¿por dónde debería pasar un urbanismo al servicio de la gente?

Hay una frase de Marx cuando habla del 18 Brumario de Bonaparte donde dice que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa. El programa electoral de las derechas en Barcelona, incluido el PSC, implica que estamos reviviendo la farsa.

"El programa electoral de los sectores conservadores de Barcelona es el de siempre"

Todo lo que suponga avanzar y mejorar en vivienda, que el planteamiento urbanístico tenga en consideración las zonas donde falta y, sobre todo, donde puede tener un mejor efecto sobre las clases populares, etc... Avanzar en el sentido de transformar la ciudad en un sentido que suponga una redistribución de la riqueza hacia aquella gente que vive allí con mayores dificultades.

Más allá de 'lobbies' como el Racc, casi nadie cuestiona que la vida en un barrio mejora cuando se implanta una superilla, pero desde algunos sectores se critica que se hayan aplicado en el Poblenou, Sant Antoni o el Eixample pero no en barrios más periféricos.

Pasa por continuar con la mejora del transporte público, que es una parte del salario indirecto, por la mejora de las zonas verdes, por la mejor disposición de equipamientos y, por ejemplo, debe mejorar los equipamientos deportivos, que el Ayuntamiento tiene bastante abandonados y están saturados.

Algo que se ha visto que no tiene por qué pasar, porque en los últimos cuatro años el PSC se ha dedicado a hacer su política de siempre en las zonas populares para garantizar su voto.

Para mí la aproximación que hacen los Comuns en el tema de las superilles y la pacificación de las calles es muy naíf, en el sentido de que han demostrado como una fe extrema en que transformarán las relaciones sociales y será todo positivo.

Ahora bien, lo veo como una política que hay que hacer, es más, creo que tenían la intención de llevar este tipo de políticas a zonas de la periferia, pero que no lo han hecho de nuevo porque su apuesta política pasó por hacerlo primero en el Eixample, porque era una zona que necesitaba un cierto acceso al espacio público y las zonas verdes, pero también porque pensaban que las clases medias que se beneficiarían acabarían siendo votantes potenciales de ellos, contando que las clases populares ya eran de su cuerda.

Pero si las elecciones de Barcelona caen hacia un partido con este relato, ese avance en cuestionar el sofismo neoliberal del turismo cuanto más, mejor, pues caerá, porque al final es una lucha. ¿Y si cae aquí porque no debe caer en otros lugares?

¿Estamos entrando en una nueva etapa en la que la necesidad de regular la vivienda, para que puedan acceder ya no sólo las clases populares sino también las medias, y de gobernar el turismo, para frenar sus impactos, se están convirtiendo en consensos globales que pueden beneficiar a Barcelona, gobierne quien gobierne?

Espero que sí. En esto creo que opera lo que los medios de comunicación y la gente que intentamos influir en la opinión pública podamos hacer, porque se trata de establecer un pensamiento hegemónico en torno a esto.

"No se puede sembrar la idea de la masificación turística como ejemplo de política redistributiva, porque no es así"

Ahora bien, el PSC está intentando crear el relato de que cuanto más turistas vengan, más dinero captaremos con la tasa turística y, por tanto, podremos hacer más cosas para paliar los efectos del turismo, que es algo muy loco. No se puede sembrar la idea de la masificación turística como ejemplo de política redistributiva, porque no es así, el turismo de por sí es depredador y no va a generar más dinero que el impacto negativo que tiene para la ciudad. 

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