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Kheiron: “En cada refugiado hay una razón de por qué ha dejado su país”

El cómico francés ha triunfado con su ópera prima en el cine, ‘O los tres o ninguno’, donde cuenta en clave de humor la historia de sus padres, activistas en el Irán del Sha y de Jomeini, del que consiguieron huir y ser acogidos en Francia.

Un instante de la película 'O los tres o ninguno'

MADRID.- Europa regatea sin ningún pudor sobre el número de refugiados que acogerá o devolverá. Trapichea con vidas humanas que, a la vista de cómo desprecia, debe considerar de ‘baja calidad’. Se olvida o, peor, se burla del recuerdo de millones de europeos acogidos en otros y malos tiempos. Por eso, en medio de la catástrofe humana en la que coopera con tanto empeño, es bueno recibir historias que invoquen esos años en que éste no era el continente de la vergüenza, cuando abría los brazos a los que exiliados, a los que huían del horror. O los tres o ninguno, la ópera prima de Kheiron (nombre artístico de Nouchi Tabib), es uno de estos relatos, la aventura real de sus padres, de su huida de Irán y su nueva vida en Francia.

Comediante de mucho prestigio en su país, Kheiron ha escrito, dirige y protagoniza la película, uno de los éxitos del cine galo, con más de 700.000 espectadores. En ella narra la persecución que sufrió su padre en el Irán del Sha y en el de Jomeini, la salida del país, la clandestinidad en Turquía y la llegada a París, a los suburbios. La historia real se cierra con una enseñanza magnífica para esta Europa indigna. Aquel hombre al que ayudó, que comenzó una nueva vida vigilando una obra en los barrios deprimidos, terminó inventando un método para terminar con la violencia en los colegios, por lo que recibió la Legión de Honor. “Ahora hay gente sufriendo, debemos ser más solidarios”.

Francia acogió a sus padre, ¿qué piensa ahora de la trágica situación de los refugiados en el mundo y, en concreto, del papel de Europa?

Yo no he hecho una película sobre ese tema, esta es la historia de mis padres. De hecho, podría haber empezado a contar en el momento en que llegaron a Francia. Tengo dos padres extraordinarios que me inspiraron y pensé que había que contar su historia. No soy especialista en geopolítica, pero, desde luego, si con esta película la gente se da cuenta de que detrás de cada refugiado hay una cultura, una razón de por qué ha dejado su país, una vida, una tradición, es un motivo buenísimo para haberla hecho. Ahora hay gente sufriendo, debemos ser más solidarios.

Usted, con esta historia, apuesta por actuar, por implicarse, como hizo su padre.

Sí, pero yo no soy un activista, soy un saltimbanqui. No doy ninguna lección ni juzgo nadie, yo hago chistes. Mi mensaje es que no hay gestos pequeños. Cada uno hace lo que quiera y si no lo hace, es su derecho más absoluto.

‘O los tres o ninguno’ también es una historia de integración multicultural ¿no?

Hay dos pequeñas frases en el mundo que pueden parecer estúpidas, “todos diferentes, todos iguales”, pero si las aceptamos, si aceptamos que cada uno tiene derecho a la diferencia y que eso no supone que sea inferior a nosotros no habría ningún problema en el mundo.

Ha apostado por contar la historia, bastante dramática, desde la comedia, ¿es su medio natural?

Nunca se ha vivido un solo periodo en la historia sin guerra y sin drama, y no hay un solo ser humano que haya sido feliz a lo largo de toda su vida. La felicidad verdadera es cuando la desgracia se toma una pausa. Así que necesitamos el humor. Y cuando los tiempos son más duros, más lo necesitamos.

'O los tres o ninguno'

'O los tres o ninguno'

¿Usted ha seguido esa terapia del humor en algún momento especial?

Hace años perdí a un hijo. Es el mayor drama de mi vida. Pasé dos años horribles, pero un día en el escenario solté un chiste sobre ello sin darme cuenta y la gente se rio. Lo había desacralizado y eso me ayudó a quitarme esa pena.

Su película tiene un humor amable, sin embargo, en los escenarios por lo visto usted maneja un humor completamente diferente…

Cuando uno es humorista de cierto éxito, los productores te persiguen para que hagas una película. Yo hago en el escenario un humor mucho más sucio, negro, sobre la pedofilia o la discapacidad o… Si hacía una película, no quería dar lo que se esperaba de mí. Cuando le das al público lo que espera, o le decepcionas o le contentas. Pero si le das algo que no espera, o le decepcionas o le trasciendes. Además, he aprendido que hacer chistes fuera de contexto es pegarse un tiro en el pie y esta película pedía este tipo de humor, porque es la historia de mis padres y ellos son muy púdicos. En 33 años, no les he visto besarse nunca.

¿Hay muchas cosas que no ha contado en la película?

No me he detenido en la clandestinidad en Turquía, que fue dura, ni en los diez años en el barrio, ni en lo que ocurrió en la cárcel, con las torturas que no eran solo golpes, eran mucho más inhumanas… También hay cosas personales que mi madre no quería que contara.

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