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León Benavente: "Llamamos a la revolución personal de cada uno"

La banda de Nacho Vegas ha facturado por su cuenta y riesgo un excelente disco de pop nostálgico y rock urgente que retrata de soslayo la España post 15-M. Abraham Boba y Luis Rodríguez explican la génesis de esta superbanda

HENRIQUE MARIÑO

León Benavente es un disco, valga la redundancia, redondo. También el nombre del grupo que lo ha facturado, cuatro veteranos de la escena alternativa que, amistad mediante, decidieron juntarse para crear un excelente álbum de pop nostálgico y rock instantáneo que retrata su tiempo (a grandes rasgos, el de la España post 15-M de un treintaytantos) desde la barrera, tangencialmente, sin caer en lo explícito.

Al micro, Abraham Boba, nombre artístico bajo el que se esconde David Cobas, responsable de las letras. Es, junto al guitarrista Luis Rodríguez, la columna vertebral del cuarteto, que se completa con el batería César Verdú (Schwarz) y el bajista Eduardo Baos (Tachenko). Todos son músicos o técnicos de Nacho Vegas, quien firma el texto de presentación de la superbanda indie y les ha cobijado en su discográfica, Marxophone.

La crítica los ha afiliado a Stereolab y el músico asturiano dice que hacen road pop y, de hecho, cada corte es como un cambio de marcha. Procede meter la primera canción y, progresivamente, subir hasta la décima. No es un disco conceptual, pero sí una obra compacta, con un sutil hilo conductor —más que musical o temático, que también— ambiental. En la decena de canciones, sin altibajos, se respira una atmósfera crítica que por momentos apela a la revolución (interior). Hay tanta emoción y vitalidad como melancolía y desencanto, una suerte de pop enérgicamente morriñento de toma pan y moja.

El nombre de la banda induce al despiste, a la confusión, a la suplantación de localidades. Por ejemplo, León Talavera...

Luis Rodríguez: Bueno, ya cayó Jacinto Benavente, pero el mejor de todos es Madrid Adanero [risas].

¿León Benavente es un tramo de carretera duro o qué?

L.R: Es un trayecto curioso porque no hay casi nada, un sitio de pasada que me recuerda a los fondos de escritorio de Windows.

Han colgado en disco en la web de Marxophone para que pueda ser escuchado gratuitamente. ¿Tan mal está la cosa?

Abraham Boba: No está mal... Es una manera de llegar a la mayor gente posible. Al fin y al cabo, es inevitable que el disco esté en internet y la gente se lo baje. Mejor que lo escuche en condiciones y luego, si le interesa el objeto en sí, se compre el vinilo o el cedé.

L.M: Hace años te dejaban un disco para escucharlo y lo grababas en casete. Pero, si te gustaba mucho, te lo terminabas comprando. Esto es lo mismo.

En tiempos de lecturas y escuchas fragmentadas, de textos y canciones sueltas, les ha salido un álbum que procede escuchar del tirón, de principio a fin.

L.M: Sí, es el resultado de haber limpiado mucho las canciones y descartar otras que no pegaban con el viaje del disco. Lo entendemos como un conjunto y no como canciones dispersas. Hay un hilo conductor en lo musical, en el sonido y, a grandes rasgos, también en la temática.

Si bien no es una obra conceptual, ¿cuál sería el concepto?

L.M: El disco podría haberse titulado Los peligros.

La gran desilusión alude a la disforia poscoital del 15-M. O sea, a la depresión, el vacío o la melancolía que llega después del subidón.

L.M: Lo de tengo que ir al banco y eso... [risas]

A.B: La canción tiene algo de eso. De hecho, surgió como contraposición a La gran ilusión y posee parte del espíritu que se vivió en ese momento. Pero hemos sido precavidos para no caer en los tópicos ni ser demasiado obvios.

¿Creen que existe una banda sonora del 15-M?

A.B: Hay gente que está usando esa temática, de una manera evidente o a vista de pájaro. Habrá que esperar unos años y ver qué canciones han pasado de moda y cuáles permanecen.

Revolución también ameniza lo vivido en las calles.

A.B: Sí, pero con un punto de optimismo frente a la situación actual. Esta canción llama a la revolución personal de cada uno.

Cada uno de ustedes es de su padre y de su madre, pero el cruce no se parece a nadie. ¿De quién es la criatura?

L.M: De todos, el disco no es imputable a nadie en concreto.

No parece un álbum coyuntural sino el de un grupo que vino para quedarse.

A.B: Aunque no fue premeditado, ésa es nuestra intención. La génesis de la banda es la relación de amistad entre los cuatro. Cuando sabes que respiras el mismo ambiente, es más fácil sacar adelante un proyecto como éste. No estamos hablando de cuatro personas que se juntan en un bar, deciden hacer unas canciones, las graban y luego cada uno se va por su lado. Nosotros tenemos la intención de seguir adelante.

L.M: Si las propuestas nocturnas para montar una banda se cumpliesen, yo estaría en el 90% de los grupos españoles [risas].


 

Ambos ejercen de músicos para otros. ¿Supone León Benavente una reivindicación o puesta en valor?

L.M: Es la rebelión de los secundarios [risas].

A.B:Todo surgió de modo natural, sin plantearnos el hecho de estar en primera fila.

¿Se impone el pluriempleo en la música?

A.B: Sí, aunque en realidad es una cuestión de inquietudes. Hacer sólo tus canciones y olvidarte del resto del mundo musical me parece una visión muy cerrada. Tocar con Luis, César y Edu me abre mil posibilidades, algo que no sucede cuando hago mis propias canciones.

¿Algún recién nacido musical que les haya gustado o con el que compartirían escenario?

L.M: Tengo ganas de escuchar a Solletico.

A.B: Un grupo de Madrid que se llama REO, o sea, Reserva Espiritual de Occidente.

L.M: Esos son los de Primavera, la polémica versión del himno de la División Azul. Les quedó de la hostia: ¡una canción preciosa!

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