Los secretos sexuales de Hitler: ¿era masoquista, coprófilo e impotente?
La relación del líder nazi con el sexo siempre fue turbia, aunque la propaganda aliada exageró sus parafilias.

Madrid--Actualizado a
Adolf Hitler siempre tuvo una turbia relación con el sexo, pero la propaganda aliada se encargó de exagerar sus supuestas parafilias e incluso de inventarse algunas desviaciones sexuales para denigrar al líder de la Alemania nazi. Las acusaciones de pederastia, por ejemplo, no se sostienen, aunque psiquiatras, historiadores y otros expertos han tratado de penetrar en su cerebro para analizar sus complejos y traumas, que quizás podrían explicar sus comportamientos.
"Hay algunas pruebas de que Adolf Hitler pudo haber sido un masoquista que obtenía placer sexual al ser herido o humillado por mujeres", escribe Eric Frattini en El paciente A (Espasa). Así, la actriz Renate Müller le confiesa a su amigo y cineasta Alfred Zeisler que, en los años treinta, el Führer "le había ordenado que lo pateara mientras yacía en el suelo, lo que provocó que el futuro dictador se excitara visiblemente", como refleja la serie documental Los secretos sexuales de Hitler.
En 1943, el psicoanalista Walter Langer redacta un informe para la Oficina de Servicios Estratégicos de Estados Unidos —la OSS fue el servicio de inteligencia americano durante la Segunda Guerra Mundial— donde señala que al dictador alemán le gustaba que orinaran y defecasen sobre él mientras practicaba sexo, por lo que lo define como un "coprófilo impotente". Sin embargo, la fuente no es fiable, pues Otto Strasser rivalizaba políticamente con Hitler y llegó a ser acusado de participar en un atentado contra él en 1939.
Hitler, un nazi depravado
Strasser aseguraba que el líder nazi había obligado a su sobrina Geli Raubal a realizar esos actos depravados, aunque no hay prueba alguna de que fuese así. Tras conocerlo a los diecisiete, cuando él tenía diecinueve más que ella, Geli se suicida seis años después, una constante en las mujeres con las que se relacionó. Así, también se quitaron la vida Renate Müller, Unity Valkyrie Mitfordz, Inga Ley y Helli Majer, mientras que lo intentaron Suzi Liptauer, Mimi Reiter y Eva Braun, quien se mataría un día después de casarse con Hitler.
En su informe para la OSS, Walter Langer plasma la declaración del director Alfred Zeisler, a quien Renate Müller le había confesado lo que sucedió la noche que pasó con el Führer: "Estaba segura de que este le haría el amor; que ambos se desnudaron y aparentemente se disponían a ir a la cama cuando Hitler se tiró al suelo y le pidió que lo pateara". Luego, el psicoanalista añade: "Ella se resistió, pero él le suplicó y se acusó de indigno, acumuló todo tipo de insultos sobre sí mismo y se arrastró de manera desfalleciente".
Para no caer en la tentación, el Führer procuraba no involucrarse sentimentalmente con las mujeres. "Ahora queda claro que la única forma mediante la que Hitler podía controlar estas tendencias coprófagas o sus manifestaciones más benignas era apartarse de toda relación íntima en la que podían afirmarse sentimientos cálidos de afecto o amor", escriben los psicoanalistas Bertram Lewin, Ernst Kris, Henry Murray y Walter Langer, quien señala que algunos de sus discursos están trufados de palabras relacionadas con los excrementos y la suciedad.
Iósif Stalin, presidente de la Unión Soviética, también encargó una investigación sobre el líder nazi. "Hitler desempeñaba un papel absolutamente pasivo en su relación con las mujeres. Su comportamiento era masoquista en extremo, en tanto obtenía placer sexual de los castigos infligidos a su propio cuerpo", escriben en el Informe Hitler agentes del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos de la Unión Soviética (NKVD), quienes recalcan la "identificación emocional con su madre", Klara Pölzl Hitler.
Una relación enfermiza que "lo conduciría [...] a una forma de ajuste pasivo, sentimental, humillante y sumiso", añaden los autores del dosier, que se basa en los interrogatorios a Otto Günsche, ayudante personal del Führer, y a Heinz Linge, un oficial de las SS que ejerció como su ayuda de cámara. Eric Frattini recuerda en su libro que pillar a sus padres copulando marcó su "forma de pensar hacia las mujeres" y tuvo "muchas repercusiones" en sus futuras relaciones", pues les perdió el respeto.
Hitler y la relación con su madre
Una vida sexual insana que podría hundir sus raíces en el "fuerte vínculo libidinoso" con su madre, quien "cumplió con todos los caprichos de su débil hijo, al que llegó a malcriar y a sobreproteger del maltrato de su marido", escribe el ensayista y escritor, cuyas referencias son Explaining Hitler: The Search for the Origins of His Evil, de Ron Rosembaum, Hitler and Women. The Love Life of Adolf Hitler, de Ian Sayer y Douglas Botting, y Hitler’s Women, de Guido Knopp.
"Estaba muy mal preparado para enfrentarse a malas experiencias en cualquier tipo de relaciones íntimas con una pareja", ya que su madre le había evitado cualquier tipo de frustraciones, que tal vez superó "mediante la práctica de diversas parafilias" con las mujeres, subraya Eric Frattini en El paciente A, donde relata la adicción a las drogas de Hitler y su dependencia del maloliente Theodor Morell, un médico sin escrúpulos que ejercía de camello del Führer y lo convirtió en su esclavo yonqui.
El periodista explica a Público que hasta los doce o trece años compartía cama con su madre —"uno de sus mejores recuerdos era dormir a solas con" ella, según su antiguo amigo Ernst Hanfstaengl—, víctima de un episodio violento que le provocó un trauma. "Comenzó a sentir un profundo rechazo al sexo cuando es testigo de cómo su padre borracho viola a su madre, lo que le genera a Hitler una predisposición hacia el sexo un poco torcida, como reflejan tantas anécdotas que cuento en el libro", añade Eric Frattini.
Walter Langer también dejó escrito que le gustaba la pornografía, además del sexo masoquista. Respecto a sus "claras tendencias coprofágicas", el profesor de Psiquiatría forense Robert M. Kaplan destaca en el documental Los secretos sexuales de Hitler que, "de ser ciertos esos rumores, habrían encajado perfectamente con algunas de las prácticas básicas del sadomasoquismo, que consisten en ser humillado por los fluidos físicos más desagradables".
Y concluye: "Por dentro era masoquista y, de cara a la galería, sádico". Así, personas cercanas a él en sus primeros años —como Ernst Hanfstaengl, Hermann Rauschning y Otto Strasser—indicaron que, "cuando el Führer se sentía atraído por alguna jovencita adolescente, solía cortejarla de forma humillante, llegando incluso a ser desagradable", escribe Eric Frattini, quien asegura que "vivió su vida sin amor y trató a las mujeres como simples herramientas para llevar a cabo sus parafilias".
En Was Hitler Ill? A Final Diagnosis, Hans-Joachim Neumann y Henrik Eberle también profundizan en sus "obsesiones masoquistas" —materializadas no solo con Geli Raubal, sino quizás también con Henny Hoffmann, la hija de su fotógrafo personal— y trazan su perfil: Hitler lleva a cabo sus perversiones con mujeres a las que está muy unido, cuyos castigos le provocan placer, ya que el papel del Führer, atenazado por un sentimiento de culpa que le causa arrebatos de ira, es siempre pasivo.
Descartado que fuese un pedófilo —pese a que tanto Neumann y Eberle como Robert Waite, en The Psychopathic God: Adolf Hitler, afirman que "jamás hubo un soltero de mediana edad tan encantado en compañía de niños"—, no cabe duda de que al dictador alemán le fascinaban las mujeres muy jóvenes. Tenía 37 años cuando se quedó prendado de Maria Mitzi Reiter, una dependienta de solo dieciséis, y cuarenta cuando conoció a Eva Braun, asistente y modelo del fotógrafo Heinrich Hoffmann, de apenas diecisiete.
Eric Frattini deja claro que "no hay una evidencia histórica clara de que Hitler hubiera tenido relaciones sexuales con Raubal, Reiter o Braun cuando estas eran aún adolescentes", pese a que historiadores como Alan Bullock redundan en la idea de su "atracción por las jovencitas". De hecho, el autor de El paciente A explica a Público que en 1917, durante la Primera Guerra Mundial, conoció en un pueblo de Francia a Charlotte Lobjoie, de dieciséis años, y se acostó con ella, quien luego tendría un hijo, si bien Hitler no consta en el certificado de nacimiento: "Si tuviese un año menos, hoy, por eso, estaría en la cárcel".
No obstante, el autor de El paciente A matiza que en la década de los treinta "comenzó a interesarse por un perfil de mujer que recordaba más a una figura materna que a una compañera sexual", aunque también siguió intimando con chicas muy jóvenes. "Es curioso, porque tenía relaciones con mujeres mucho mayores que él y, al mismo tiempo, con amantes menores de edad, como Maria Reiter", resalta Frattini, quien recuerda que Winifred, la nuera del compositor Richard Wagner, intentó que su hija Verena, de dieciséis, se casase con Hitler, de 47.
El testículo de Hitler
Durante la Primera Guerra Mundial, "fue objeto de burlas de carácter sexual", pues "los camaradas que le habían visto en las duchas habían notado que sus genitales estaban anormalmente infradesarrollados", aseguraba su amigo Ernst Hanfstaengl. Según el psicoanalista Henry Murray, quien colaboró en la redacción del informe de la OSS, la inseguridad que le provocaba su supuesta deformidad era compensada "con alardes de fuerza bruta e implacable dominación", así como "con su afán por conquistar el mundo".
Además de las fuentes estadounidenses, los soviéticos también lo presentaron como un "deforme sexual" por carecer de un testículo, mientras que los británicos le dedicaron la canción Hitler Has Only Got One Ball, o sea, Hitler solo tiene un huevo. Incluso el historiador alemán Peter Fleischmann alude en Hitler como prisionero en Landsberg am Lech 1923/24 —donde fue encerrado tras el fracaso golpista de 1923— a un examen médico que reveló que solo había descendido al escroto uno de sus testículos.
El director de los archivos estatales de Núremberg también plantea en su libro que Hitler tenía un micropene a causa de los bajos niveles de testosterona durante el embarazo de su madre, mientras que Eric Frattini añade que "sufría de hipospadias, un defecto de nacimiento por el cual la apertura de la uretra se encuentra en la parte inferior del pene en lugar de la punta", por lo que "este pequeño orificio hacía que el joven goteara cada vez que orinaba, mojándose los pantalones".
Ni una vez muerto dejó de especularse con esa morbosa ausencia. "Hallazgos de la autopsia, realizada por los patólogos del Ejército Rojo en el cuerpo de Hitler: el testículo izquierdo no pudo ser hallado ni en el escroto, ni en el cordón espermático dentro del canal de la ingle, o en la pelvis pequeña", puede leerse en el informe de la necropsia practicada a su cadáver por los soviéticos tras ser supuestamente exhumado por agentes secretos de la URSS, cuyo Gobierno luego difundiría diversas versiones sobre el destino de su cuerpo.
Hitler, ¿asexual, impotente y voyeur?
El paciente A describe con detalle la adicción de Hitler a las drogas, lo que reduciría su libido. "El Führer se sentía en su elemento en compañía de mujeres, aunque probablemente era sifilítico e impotente", escribe Alan Bullock, mientras que el Ernst Hanfstaengl aseguró en su día que su amigo Adolf le dijo: "Es una cuestión de fuerza de voluntad. Una vez que he decido no hacer algo, simplemente no lo hago. Y una vez que la decisión está tomada, lo está para siempre".
Para levantarle el ánimo, el doctor Morell le suministraba "productos hormonales" como el Orchikrin y el Prostakrinum, que contenían extractos de testículos y vesículas seminales de novillos, además de inyectarle testosterona con el objetivo de "restaurar las características sexuales masculinas debilitadas". Respecto a su desempeño sexual, el camello de Hitler reveló a la inteligencia aliada que Eva Braun le había pedido que le prescribiese estimulantes para despertar la libido de su amante, señala Werner Maser en Hitler: Legend, Myth & Reality.
"Algunos remedios eran, digamos, poco científicos y otros, meros placebos", comenta a Público Eric Frattini, quien añade otro fármaco más al cóctel de drogas hitleriano: el Pervitin, una metanfetamina que se vendió sin receta hasta 1941, usada como droga de combate, pero que también potenciaba el deseo sexual de los soldados. Aunque se supone que no la usaba con esa finalidad, poco bien le hacía a un hipocondríaco y paranoico de tomo y lomo. Si tienen curiosidad, estos son los 82 medicamentos y drogas que Morell le suministró a Hitler.
Asexual o abstinente sexual, también se le ha atribuido otra parafilia, el voyerismo, propio de quienes disfrutan viendo actitudes íntimas, eróticas o sexuales de otras personas, lo que se conoce coloquialmente como mirón. Así, "Geli Raubal relató la importancia que tenía para él el que ella se sentase en cuclillas sin ropa interior, de manera que desde un sofá cercano pudiese observar, aunque sin que hubiera contacto entre ellos", recuerda Frattini.
El autor de El paciente A deja claro que los únicos que "conocían realmente la naturaleza parafílica de sus actividades sexuales" eran su fotógrafo, Heinrich Hoffmann, y su edecán, Julius Schaub. No obstante, Ernst Hanfstaengl, el amigo de Hitler, escribió: "Llegué a la conclusión de que era impotente o de los que preferían masturbarse".
Retrato psicológico de Hitler
¿Pero qué se le pasaba por la cabeza a Hitler? "Era, con toda probabilidad, un neurótico psicópata. Hubo un acuerdo general entre los colaboradores [cuatro psicoanalistas] de que es probablemente un psicópata neurótico rayando en la esquizofrenia, y no un paranoico como tan frecuentemente se supone", expuso Walter Langer en su informe, cuyo material nutriría su libro The Mind of Adolf Hitler: The Secret Wartime Report. Las conclusiones de los expertos lo bocetaban como un impotente y un coprófilo.
También como un ser maquiavélico obsesionado con el poder, que no dudaba en anteponer a los intereses de Alemania, destaca Alan Bullock en Hitler: A Study in Tyranny, donde pinta al Führer como "un hombre sin escrúpulos ni inhibiciones, un psicópata y sádico, con un total desarraigo sin hogar ni familia, como alguien sin ataduras morales, humanas o tradicionales", sintetiza en su libro Frattini, quien apunta que se desconoce "si su desinterés por el sexo se debía a los problemas físicos (hipospadias, criptorquidia o microfalosomía)" o era "fruto de la endogamia de sus padres [parientes entre sí]", aunque "de alguna manera debieron influir".
Si tras esta sobredosis todavía tienen mono de Hitler, no se pierdan el reportaje los nazis negros de Brasil.






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