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Luis Tosar: "Los españoles están descubriendo que los únicos subvencionados no somos nosotros"

El actor protagoniza y produce 'Operación E', historia real de uno de los más de cuatro millones de desplazados que hay hoy en Colombia

BEGOÑA PIÑA

Luis Tosar se ha empeñado muy especialmente en llevar al cine la historia real de Crisanto Gómez, uno de los más de cuatro millones de desplazados que existen hoy en Colombia a causa de la guerra. El actor, que se metió en este proyecto como intérprete, terminó formando parte de la producción, 'porque hay historias que es necesario contar'. Operación E, dirigida por Miguel Courtois (Lobo, GAL, 11M Historia de un atentado), narra tres años en la vida de este hombre, hasta que fue detenido finalmente por el Ejército y condenado por un delito que no cometió. La película, que pretende dar visibilidad a las víctimas de esta guerra, está presente en Zabaltegi Especiales.

José Crisanto Gómez Tovar, un campesino cocalero, ha pasado seis años en prisión. Padre de cinco hijos, vivía en el campo con estos, su mujer y su suegro, en una zona de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). Estas le obligaron a cuidar a un bebé enfermo, que resultó ser el hijo de la abogada secuestrada Clara Rojas. Crisanto abandonó su tierra y comenzó con su familia un largo peregrinaje a la ciudad, intentando salvar la vida del pequeño.

Tres años después, las FARC anunciaron la liberación de Clara Rojas y de su hijo, y ahí las cosas se complicaron más para Crisanto, a quien habían arrebatado el niño y, por tanto, no podía devolverlo a la guerrilla. Finalmente, cuando el campesino se había instalado ya en la ciudad, fue detenido acusado de secuestro y vinculación con la guerrilla. Hace unos meses ha sido, por fin, liberado. Su familia ha sobrevivido mendigando en las calles.

Es el protagonista de la película y, además, coproductor, ¿qué le empujó a implicarse más en este proyecto?

En principio solo iba a ser el actor. Me encantó el guion y decidí que quería hacer esta película pasara lo que pasara. El personaje era acojonante y la historia también. Pero la producción no acababa de arrancar y entonces le propuse a mi socio de Zircozine, Farruco Castromán, participar en el proyecto. Le gustó el guion y nos metimos a apoyar a Tormenta Films y a la productora francesa.

Que un actor participe en la producción de una película no es habitual en España, ¿son nuevos caminos para seguir haciendo cine aquí?

Si se ponen las cosas más difíciles... Pero nosotros, desde Zircozine ya andamos en esta línea desde hace tiempo. 18 comidas era similar a esto y Os Crebinsky también se originó así. Así que nosotros ya andamos en esa línea. Pero en el cine todo se reestructura tan rápido... Ahora hay que pensar también en qué formato queremos hacer las cosas, para qué soporte... estamos en ese discurso. Están pasando cosas, por ejemplo en los mercados, mira el caso de El mundo es nuestro. El mercado se puede reinventar, porque es muy poco flexible y hay que revisarlo. Hay que buscar las alternativas, porque los canales convencionales están muy deteriorados.

La subida del IVA empeora ese deterioro...

Sí, pero con esa medida los EE.UU. también están palmando pasta, así que yo creo que algo harán. Al final van a tener que venir los yanquis a ayudarnos.

La idea de que los profesionales del cine en España viven de la subvención ha calado entre los ciudadanos, ¿cómo se siente frente a esto?

Me jode que la gente tenga que aprender a hostias, pero ahora mismo muchos españoles están descubriendo que los únicos subvencionados no somos nosotros. Hay mucha gente a la que están despidiendo porque trabajan en empresas que tenían ayudas del Estado o que estaban mantenidas con esas ayudas públicas. Eso de que los del cine vivimos de las subvenciones es muy cansino, pero ahora están cayéndose las caretas y se están viendo más realidades que no se conocían. Antes me sentaba muy mal, pero ya no.

¿De este proyecto le interesaba más el personaje o la posibilidad de dar visibilidad a los millones de desplazados que hay en Colombia?

El personaje me fascinaba, pero me interesa especialmente la posibilidad de crear un héroe que representara a toda esa gente. La historia es alucinante, aunque probablemente no tanto como la del Crisanto de la película. En Colombia hoy hay más de cuatro millones de desplazados, seguramente es el país con el mayor número de ellos y, también, donde más les cuesta cooperar a las ONG's e instituciones que trabajan con refugiados. Es un conflicto interno, para ellos es un problema doméstico, pero genera mucho dinero para todas las partes, para FARC, el ejército, los narcos... Y toda esa gente, que es invisible, se ha ido de las zonas rurales a la gran ciudad, porque quieren perderse, pasar inadvertidos. Pero si en el campo son pobres o humildes, en la gran urbe están en la pura miseria.

Entonces, ¿usted está convencido de que el cine tiene algún poder, que puede provocar cambios de opinión, crearla o, al menos, empujar hacia la reflexión?

Sí, creo que desde el cine se puede dar visibilidad a personas y situaciones que son invisibles. Vivimos en una época tan rápida de noticias, éstas se consumen a tal velocidad, que ya nadie reflexiona. Y ahora con las redes sociales es una locura, la reflexión dura lo que un texto de un tuit. Y el cine permite otras cosas. Además, el cine tiene la responsabilidad de contar estas historias. Una película así puede ser un ejemplo, aunque sea una referencia muy muy pequeña.

El conflicto en Colombia ha ido complicándose con los años y hoy es difícil de comprender, ¿después de trabajar allí, ha llegado a entender bien la situación?

Estando allí comprendí que lo que pasa en Colombia es una guerra, un conflicto permanente. Y es un conflicto muy viciado, con muchísimos intereses económicos alrededor. La ley del silencio impera en todo el país y cada uno cuenta la película según le va. Es un conflicto muy fructífero para mucha gente. Estando nosotros allí mataron al que dicen que era el último gran líder ideológico de las FARC, así que ahora son solo militares y lo que tenía de revolucionaria la guerrilla se ha quedado atrás. Desde los años cincuenta hay una gran violencia en Colombia, pero a la guerra ideológica de entonces se fueron añadiendo los narcotraficantes y otros elementos, hasta el punto de que a nosotros se nos escapa la situación. En Colombia, el 10 por 100 del PIB es de armamento, y eso es un negocio legal del que a nadie le interesa desprenderse. Además, hoy hay muchos militares mutilados de los que se tienen que ocupar...

¿Pudo hablar con Crisanto Gómez?

No pude, cuando fuimos a Colombia se había ya celebrado el juicio, pero estaban pendientes de sentencia. Le liberaron después de que termináramos de rodar, hace tres meses. Uno de los productores colombianos pudo hablar con él en la cárcel antes de que empezáramos a rodar. La entrevista grabada me ayudó, pero me ayudaron también mucho otros materiales que había de él y sobre todo un libro que escribió él, que es maravilloso por lo directo que es.

¿Qué ha sido más difícil conseguir el acento colombiano o rodar con tantos niños?

El trabajo con los niños lo hizo sobre todo Martina García, que al papel de madre en la ficción añadió el de madre en el rodaje. También hizo mucho con los niños Jaime Correa, que es quien ha hecho el casting de la película. Lo del acento me tuvo atormentado durante mucho tiempo, fue horrible. En Colombia hay, además, muchos acentos y en el ambiente rural hay muchos modismos. Mi objetivo era que cualquier colombiano sintiera que este trabajo lo he hecho desde el respeto, que no vean una imitación burda.

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