Este artículo se publicó hace 16 años.
Lujo y Underground
Yonquis, fetichistas, punkies y macarras de toda condición se convierten en el referente de las nuevas firmas de lujo
Hoy nadie pone en duda que movimientos como el punk y el rock son tan influyentes en el mundo de la moda como el chic parisien o la alta costura. Tanto es así, que firmas de la talla de Dior, Chanel y Gucci han empleado estéticas llegadas de las tribus suburbanas más provocativas. El interés del lujo por los estilos del underground no es novedoso, aunque esta relación se ha producido desde una posición sofisticada, extirpando su base ideológica y proyectándolos como meras tendencias de consumo.
En una sociedad ávida de experiencias originales, por gracioso que pueda resultar ver a una multimillonaria combinando su bolso de Hermès con una chupa de cuero y tachuelas, se ha impuesto una auténtica revolución a la hora de vincular la exclusividad y los bajos fondos.
“Hacemos chupas chandaleras estilo yonqui, jeans desgastados y camisetas que parecen sucias y raídas; pero que están realizadas con los mejores materiales, siguiendo procesos de tintado, impresión y lavado meticulosos”, dicen Íñigo Aguirre e Iván Lozano, diseñadores de Barrio Santo, uno de los exponentes patrios de esta nueva forma de entender el universo lumpen.
Su marca no reinterpreta lo que se puede encontrar en cualquier callejón de la periferia, sino que lo trasporta casi sin matices a los percheros de las tiendas más exclusivas y a precios nada suburbanos… “Gamberros, putas, actores porno, qué más da, nuestra ropa es para quien quiera sentirse libre con un toque un poco macarra”, comentan.
Perspectiva sexual
El mismo discurso, pero desde una perspectiva sexual, fue el campo de trabajo de Gori de Palma, que ha empleado la imagen de tendencias fetichistas como el bondage y el sadomasoquismo. “Con este tipo de propuestas no sólo pretendemos provocar, también queremos plantear la validez de la moralidad imperante”, explica el diseñador.
Ya no se trata de llevar un look más o menos políticamente incorrecto, sino de adoptar el concepto que se esconde tras él y vivir conforme a sus reglas. La dinámica se confirma con los nuevos de diseñadores,
como Krizia Robustella, impulsora del chándal deluxe.
No hay duda, hemos sido permeables a esta corriente, aunque lo cierto es que no somos la Meca del nuevo macarrismo. Tampoco París ni Milán ni Londres han sido capaces de liderar esta evolución.
Tras la aparente sofisticación que parece marcar el pulso vital de Los Ángeles, se esconde uno de los centros neurálgicos del underground internacional. “Empecé a vestir a la banda y la gente me preguntaba dónde podían comprar las prendas, conforme fui recibiendo más peticiones me lancé a sacar mi firma”, comenta Eric Hart, del grupo Suicide Club y diseñador de Morphine Generation.
Objetos de culto
Sus camisetas, convertidas en objeto de culto, llevan impresas el ideario básico del kinky modélico: agujeros, cuchillas de afeitar, calaveras… La sorpresa llega al mirar el precio: ¿tengo que pagar 200 euros por la misma camiseta que lleva el punky de la esquina? Si el lujo se popularizó en su momento, parece justo que suceda lo mismo en sentido inverso.
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