Este artículo se publicó hace 11 años.
Los martes al sol
Barcelona es un hervidero de lectores que recorren los puestos en busca de libros, rosas y firmas de sus autores preferidos en el día de Sant Jordi, a pesar de ser un día laborable.
La cola es kilométrica. Hasta aquí todo normal. Son las 9.30 de la mañana y los turistas cercan la Sagrada Familia en busca de la foto por la que compraron los billetes a la Ciudad Condal. Pocos saben que si en su pasaporte figura el nombre de Jordi -en cualquier versión idiomática- hoy entrarán gratis a la basílica. La iniciativa, promovida por primera vez por los organizadores de visitas del templo inacabado de Gaudí, desconcierta a algunos asistentes. Los responsables del centro asumen que la mayoría de los que hoy han madrugado para acceder a la Sagrada Familia no conocen el significado de un 23 de abril. Pero en el centro de la ciudad hace ya horas que huele a rosa, a tinta, a Sant Jordi. Barcelona amanece radiante y empieza a hervir con los primeros rayos de sol. La ciudadanía responde; por segundo año consecutivo, el día del patrón de Catalunya cae en día laborable.
El President de la Generalitat, Artur Mas, en su discurso institucional, ha querido marcar las directrices de la jornada. "Senyeres en el balcón y complicidad con los autores y editoriales catalanas", ha resumido. De la primera recomendación hay pruebas irrefutables. Banderas catalanas -y también estelades- saludan con fervor a los viandantes desde los edificios del Eixample. Desde la calle Valencia hasta el Paseo de Gracia, cada esquina es una oportunidad para el comercio de libros y rosas. Paradas artesanales, extensiones de librerías de barrio en plena calzada, cubos con flores sin licencia -"un euro, no hay nada más barato", evoca una gitana- trazan el camino hacia el punto neurálgico de la Diada. Entremedias, una breve parada en la floristería Navarro, la única en Barcelona que abre las 24 horas del día todos los días del año. El responsable de tienda, Ricard Codina, se extiende lo justo a la hora de proyectar un balance: "Mismos precios que el año pasado, mismas perspectivas comerciales y una novedad: la rosa de 180 centímetros". Más que una rosa, parece una palma. Pero, al contrario que el domingo de Ramos, hoy las chanclas y los tirantes marcan tendencia en las calles.
Son las 11 de la mañana. Pistoletazo de salida a las primeras firmas de libros. Los autores están listos y, parapetados en stands individuales, esquivan un termitero que empieza a escalar hasta los 20 grados. Pero los lectores son gente fiel y de buen grado aceptan las reglas del juego. Primera parada: el triunfador del año pasado, Eduardo Mendoza; seguido de Enrique Vila-Matas, Ada Colau y el mediático Frank de la Jungla. Sí, Sant Jordi también es esto. Escritores consagrados y mediáticos en una combinación explosiva. Colau, activista y cofundadora de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Barcelona y portavoz de la PAH española, atiende a Público entre firma y firma. "No es mi ambiente habitual, está claro. Mucho menos estar al lado de Eduardo Mendoza . Pero la gente que se acerca es muy afectuosa. Nos felicitan por nuestro movimiento y muestran ganas de cambiar las cosas", explica. Colau también aprovecha para defenderse de los ataques recibidos en los últimos días. "No es agradable que me ataquen y me amenacen a mí y a mi familia, y tampoco que deformen mi vida privada. Pero es evidente que se trata de una orden política del PP y sus medios afines. Vincularnos con el terrorismo y el nazismo se les girará en contra".
La portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), Ada Colau, firma libros en una de las paradas de la Diada de Sant Jordi.
Avanzar hacia la Plaza Catalunya no es tarea fácil. "¿Dónde está la crisis?", podría preguntarse cualquiera al comprobar semejante tráfico humano un martes por la mañana. En la Rambla Catalunya, una nueva terna de autores aflora entre la muchedumbre. Otro cóctel de difícil digestión. Mientras el ex presidente de Esquerra Republicana de Catalunya, Josep Lluís Carod-Rovira, se distrae con el teléfono ante la ausencia de curiosos en su pupitre, a escasos metros Miguel Ángel Revilla, ex presidente de Cantabria y autor de Nadie es más que nadie, se da un baño de masas. "No sé qué les doy. Yo solo soy un tipo feliz de la vida, que dice las cosas claras y no viaja en yate con Berlusconi ni roba como hace el yerno", cuenta a Público al tiempo que se fotografía con sus seguidores más incondicionales. Carod-Rovira constata a este diario el poder de atracción del ínclito Revilla y se suma al fervor por la literatura histórica de Catalunya que apunta a triunfadora en este Sant Jordi: "Es normal, por el contexto político actual, que se estén vendiendo bien este tipo de novelas históricas. Y si hay que recurrir a la ficción, bienvenida sea con tal de que la gente conozca la historia de este país", resume.
Se refiere, entre muchas otras novelas, a Victus, la obra de Albert Sánchez Piñol, que ya anunció que no estaría hoy firmando libros. Reconocido independentista, escribió esta novela en castellano a finales del año pasado pero la edición en catalán promete ser de las más vendidas este Sant Jordi, como ya sucedió con su primera novela, La piel fría, en 2003. Las Ramblas ofrecen otro de los paseos tradicionales de la jornada. Asociaciones de todo tipo con sus respectivos stands avanzan indisimulados hacia el mar. De izquierda a derecha, cuesta pararse y no ser engullido por la riada de gente. Las rosas, cómo no, tiñen el paseo de rojo, azul, blanco y negro. De todos los tamaños y colores, empuñadas por miles de manos, pero también de algunas ideologías muy concretas. La Assamblea Nacional Catalana, junto a otros partidos políticos, venden este año la Rosa estelada. Por tres euros, una rosa convencional pero envuelta en cuatro barras y una estrella de cinco puntas. "Se está vendiendo de maravilla", aseguran desde el privilegiado chaflán donde convergen Rambla Catalunya y Ronda de Sant Pere.
El calor aprieta pero la jornada no se detiene. Una pareja de coreanos pasea orgullosa un ramo de flores. Han viajado hasta Barcelona expresamente para vivir el Día de Sant Jordi. El chico no tiene libro pero se contenta con haberle regalado un buen surtido de rosas a su pareja. A la espera de saber cuál será la novela más vendida y de sumar a las calles de la ciudad toda la gente que salga del trabajo por la tarde, un microrrelato de apenas dos palabras empieza a extenderse con fuerza. De forma oral, a la vieja usanza: '¿Jugará Messi?'.
Los catalanes apuran sus compras de libros en la Rambla.
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