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"Intentar ser más amable es una buena ley de vida"

Poeta y nombrador, dice que se rebela contra el pensamiento y significado único de las palabras. “Debes ponerte a la altura de la complicidad de los demás: si algo ha tenido importancia para ti, seguro que le pasará a otro&rd

PEIO H. RIAÑO

Resumiendo: Fernando Beltrán (Oviedo, 1956) es poeta (“entrometido” o social) y se inventa nombres para quien se los pida, ha publicado más de diez poemarios, traducidos a más de 15 idiomas y cuando llegamos a la biblioteca pública de ladrillo Pérez Galdós, que aparece detrás de él en la foto, lo primero que hace es dejar tres números de la revista que dirige, El hombre de la calle, porque el día anterior encontró ahí dos libros. “Debes ponerte a la altura de la complicidad de los demás: si algo ha tenido importancia para ti, seguro que le pasará a otro”, dice para explicar por qué donó toda su biblioteca de poesía (2.500 ejemplares) al Aula de las Metáforas, en la Casa de Cultura de Grado (Asturias). A la Feria llega con un libro exquisito: Mujeres encontradas, editado por Sins Entido, en el que recoge 42 esculturas recogidas por él mismo en la calle, en 30 años.


Antes, de esa biblioteca la gente cogía libros para leer en el parque, ¿hoy es imposible pensar en eso?

Me considero poeta-peatón. Me siento muy cerca de las iniciativas que suceden en la calle. Hoy, todo el que pasa delante de la biblioteca se siente atraído por esos libros y la complicidad se hace realidad.

Las dos personas que le vieron dejarlos dijeron que lo hacía porque “no le gustaban”.

El gran error es ponernos en lo peor. Hay un camino intermedio entre lo mejor y lo peor, que podría ser compartir todo lo que me gusta. Hay que compartir porque quiero ser compartido. Tengo la impresión de que ha conseguido acercar tanto su poesía a su trabajo que ya son la misma cosa. He luchado mucho por poder seguir siendo poeta y hacer una interpretación poética de la vida. Sumas nuevas acepciones al diccionario y sus palabras. Vivo de la poesía y también me da de comer. En mi trabajo diario no hay un tiempo para lo uno y para lo otro: con mi poesía intento decir mi verdad y con los nombres, la verdad de los demás con sus proyectos [entre otras empresas ha nombrado a Faunia, Amena, Opencor, La Casa Encendida y algún que otro título de novelas con mucho éxito, que prefiere no dar].

¿Qué espera de las palabras?

Yo amo a las palabras. El poeta hace una labor de síntesis para resumir todo lo que puede decir. Todo es desde la poesía.

¿Cuáles son los principales ingredientes de la poesía?

La memoria y la imaginación.

¿Y el juego?

¡El juego también! Él es el que nos permite ir más allá, el que hace que nos riamos de nosotros mismos. Riéndote de ti ya puedes ir tranquilo por el mundo: si ríes bien, lloras bien.

¿Qué buscamos?

A veces amor, a veces abrigo. A veces sentimos frío y el frío es el origen del calor y ahí estamos todos, hombres y mujeres.

Sus mujeres-alambre del libro, ¿son realmente un encuentro casual?

La mayoría son de alambre, pero no están manipuladas. No he tocado ninguna, pero sí han sido manipuladas poéticamente. Ese alambre puede representar fragilidad. De hecho, los territorios más frágiles por los que caminamos son la belleza y el amor. Podemos modelarlos para bien o podemos fastidiarla. Estas historias cuentan eso: el tránsito por un territorio frágil. La vida amable es la vida digna de amarse. Intentar ser más amable es una buena ley de vida.

Antes me habló de palabras en concreto: mujer y lluvia. ¿Por qué?

Me sacaron de Oviedo a tortas a los 9 años. Me sentía traicionado al abandonar mi tierra. Pero amo Madrid. Me vine con las metáforas intactas. Mi primer juguete fue un charco. Mucha lluvia me sienta bien y todavía vivo del mundo simbólico de la gabardina. Llevo aquí dentro a los charcos. Además, inventé la palabra LLOVIEDO, que es una mezcla de yo, lluvia y Oviedo. Y la mujer…

¿Qué le han dicho de su libro?

Una chica me dijo: “No me reflejo en ninguna de las 42, pero tengo un poco de todas”.

¿Es usted hijo de Brossa?

Sí, totalmente. Viajé a Barcelona sólo para conocerle. Y eso que le descubrí tarde. Me conmueve su trabajo y su intento por hacer otras cosas. En este país uno no se puede salir de sus casillas. Yo escribo para salirme de mis casillas, eso es lo que ha pasado con estas mujeres encontradas en la acera.

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