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"Me gusta el Museo Munch de Herreros pero sería oportuno modificar su altura"

El estudio Snohetta ha sido premiado con el premio Mies Van Der Rohe por su proyecto de la Ópera Nacional de Noruega. 'Público' entrevista a uno de sus fundadores, Tarald Lundevall

ISABEL REPISO


El estudio de arquitectura Snohetta ha sido premiado con el premio Mies Van Der Rohe por su proyecto de la Ópera Nacional de Noruega, situada en Oslo. A diferencia de otros estudios bautizados con el nombre propio de un arquitecto estrella, Snohetta se reivindica como una 'forma colectiva de arte' que da cobijo a paisajistas, arquitectos y artistas. Un conglomerado que borra las categorías que han marcado el siglo XX y que concibe la arquitectura no ya como la proyección de un edificio sino como la transformación del contexto en que se ubica. Hablamos con uno de los miembros fundadores del estudio, Tarald Lundevall (Oslo, 1948) que, aunque cauto, no se muerde la lengua sobre el Museo Munch de Juan Herreros.

Enhorabuena por el premio.

Muchas gracias. Este reconocimiento es un honor. Estamos muy contentos, dado el peso que tiene en el ámbito europeo.

Vuestro edificio premiado, la Ópera, será testigo de la construcción de un nuevo vecino: el Museo Munch de Juan Herreros. ¿Crees que su altura robará protagonismo a la Ópera?

Todos los concursos generan cierta discusión hasta que son construidos y es cierto que se ha discutido la idoneidad de su altura, sobre todo en los medios de comunicación. Pero tengo que decir que a mí me gusta el proyecto de Herreros.

¿Considera apropiado rebajar su altura?

Sí. Desde luego, es uno de los aspectos que podrían estudiarse. Pero tengo ser muy cuidadoso al pronunciarme. A los arquitectos no nos gusta criticar proyectos ajenos, así que prefiero ser prudente a la hora de hacer sugerencias.

¿Cuáles son sus claves a la hora de abordar la arquitectura?

Cada proyecto es un nuevo proyecto, con una dimensión distinta y un paisaje, una organización y un contexto histórico y social distintos. Así que tratamos cada proyecto singularmente y decidimos cómo deberá influir en el contexto en que se ubica. Nuestros trabajos son muy diferentes; no tenemos un estilo fijo. Pero intentamos tener las orejas abiertas y discusiones democráticas para dar con algo que sea favorable al contexto.

¿Y qué papel juegan las necesidades sociales?

Es quizá el factor más importante. En el caso de la Ópera el primer criterio fue que las 600 personas que trabajaran en ella (cantantes, escenógrafos, bailarines y directores artísticos) lo hicieran en condiciones felices. Y después, visto que la Ópera se sitúa en un plan de transformación urbano, quisimos crear un espacio más que un edificio. Quisimos hacer un área pública para que la gente tuviera la posibilidad de caminar sobre el techo.

Esa es una ambición muy común en la arquitectura contemporánea.

Así es. Y ese es el patrón que intentamos seguir en todos nuestros proyectos, dotar al espacio de valores extra. En Noruega no tenemos la tradición mediterránea de la plaza, ni esa cultura de vivir en la calle que existe en España, por eso es para nosotros tan importante hacer del espacio público algo vivible.

Desde que se fundó, Snohetta ha compaginado proyectos de design interior con otros de arquitectura. ¿Son dos caras de la misma moneda?

Desde luego, aunque si queremos ser rigurosos en realidad nosotros trabajamos desde tres perspectivas. Siempre contamos con un arquitecto-paisajista desde el principio de cada proyecto. De hecho, el equipo que trabajó en la Ópera contó con arquitectos especializados en el paisaje, arquitectos de interiores y artistas.

Vuestro estudio escapa del nombre propio, a diferencia del estudio de Norman Foster o Jean Nouvel. ¿Esta elección esconde una defensa del anonimato, otra concepción diferente de la arquitectura?

Sí. Pensamos que trabajar en la arquitectura es una forma colectiva de arte. Todos tenemos que escucharnos a todos. Es algo colectivo.

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