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Miguel Ríos: "Soy parte del patriarcado, crecí en una familia con cinco hijas y no me dejaban mover un plato"

Miguel Ríos posa para 'Público' tras la entrevista.
Miguel Ríos posa para 'Público' tras la entrevista. JAIRO VARGAS

Miguel Ríos dijo una vez que se retiraba, pero como The Rolling Stones, nadie se lo terminó de creer. El tiempo ha dado la razón a los incrédulos y prueba de ello es que el cantante andaluz tiene programada en 2023 una gira por toda España para conmemorar las cuatro décadas del Rock and Ríos, tal vez su disco más icónico y uno de los más importantes de la música española.

Esta semana ve la luz una versión de su emblemático Bienvenidos con el Wizink Center de Madrid abarrotado durante 2022 junto a su hija Lúa, también cantante, y el actor Javier Bardem. Nuevas fechas para volver a cantar, a sus 78 años, himnos generacionales.

¿Cómo es cantar con su hija?

Sentir su presencia en el escenario me enternece mucho. Ya cantamos en el Bye Bye Ríos y se lo pedí porque lo mismo no había más oportunidades. Después de 40 años, esta vez se me ocurrió feminizar y decir "bienvenidas" así que ella me hizo la tercera voz. 

Me gusta mucho cómo canta Lúa, tiene una voz muy personal y es capaz de armonizar, cosa que yo no he podido hacer nunca. Solo he sabido hacerlo al final y a ella le sale de forma natural. Normalmente canta en inglés porque su madre es inglesa, pero me gusta más en castellano porque no tengo que traducir [Risas]. 

¿Mantiene el repertorio íntegro del 'Rock and Ríos'? ¿O hay canciones que deja fuera?

En realidad, las canciones del principio de mi carrera han perdido mucha vigencia. Hacíamos rock and roll para hacer rock and roll, ahora hacemos canciones que resulta que son de rock. Pero las que se quedan fuera es más por falta de tiempo para acortar el setlist que porque sienta que se han quedado antiguas.

Con los progresos que trae el feminismo, ¿ha mirado hacia atrás y ha repensado actitudes o formas del pasado?

Sin duda, todos los días. Porque hacíamos muchas pirulas cuando no teníamos cultura. En este single digo "bienvenidas" por primera vez en 40 años. Yo soy parte del patriarcado, no me cabe ninguna duda. Crecí en una familia con 5 hijas y no me dejaban mover un plato ni hacer la cama. Más machismo que eso, imposible. Eso que dicen "micromachismos" está muy bien descrito. 

Igual que haces que no te gusten los toros porque de pronto ves que es algo atávico, ves que esto también es atávico. Yo de pequeño jugaba a tirar piedras a los perros y teníamos perros que cazaban gatos. Y nos divertía. Pero coño, como diría Pearl Jam, evolution, baby. La evolución es imparable.

MIguel Ríos posa para Público.
MIguel Ríos posa para Público. JAIRO VARGAS

¿Sigue pendiente de la música nueva?

Me puse una obligación hace tiempo: cuando viera una información o a alguien hablar de una canción, oírla. En artículos, en libros... Además, luego mi hija me pasa canciones de Artic Monkeys y demás [Risas]. 

Siempre he sido un tipo muy ecléctico. Me gusta el rock por la emoción que me produce. Ese tipo de música me provoca agitación, porque la conjunción de las armonías del rock vibran dentro de mí. Mi forma de apreciar la música no es intelectual, es emocional. Pero he intentado cultivarme y estoy un poco al tanto de todo lo que hay por el mundo y hay cosas que no mueven para nada pero que entiendo que muevan a otra gente. 

"No voy a ser un consumidor de reggueton, pero quiero saber quien es Bad Bunny"

No voy a ser un consumidor de reggueton, pero quiero saber quien es Bad Bunny, J Balvin, Calle 13... Pero oírlos de una forma ocasional, pero no es mi música generacional, no me representa, pero me gusta que la gente se sienta representada con ella.

El rock creció con su generación, pero ahora la clase obrera se hace notar más mediante el rap o el reggueton. 

El rock ya no es una música de clase. La gente que escribe reivindicación en el rock es porque socialmente lo siente, pero no porque vengan de la working class. 

"El rock ya no es una música de clase"

No creo tampoco que el rock haya perdido carácter reivindicativo. Veo a Vetusta Morla y gente así y no lo creo. Puede ser que sea diferente a la reivindicación que nosotros hacíamos cuando no había libertades. Ahora hay libertad en el sentido más técnico de la palabra. La ideología no se adivina mucho en las propuestas de la gente. Hay gente con propuestas muy interesantes pero que no son ideológicas, son pensamientos personales o su propia experiencia. Nosotros en cierto tiempo éramos militantes, y esa militancia ya no existe. Y está muy bien, porque los tiempos son otros y son los tiempos lo que dictan de qué hablar. 

Si yo canto para la candidatura de Luis García Montero como lo hacía para las de Felipe González es porque mi credo es la izquierda. Siento y espero seguir conmoviendome con esa ideología y sensibilidad. A mí no me da ningún pudor decirlo, porque creo que hace falta. El mensaje que se lanza no sé si hace falta fuera, pero hace falta dentro de mí. Estoy más tranquilo mostrándome como soy. ¿Que es útil o inutil? No lo sé, pero duermo más tranquilo. Pasamos mucho miedo en la dictadura, las canciones tenían que pasar censuras... Tenías que ocultarte y escribir entre líneas. 

Ya había muerto Franco pero los discos todavía pasaban la censura. Era acojonante. Hicimos una canción que se llama La Canción del Megacristo dentro del disco La Huerta Atómica —publicado en 1976—. La censura nos dijo que de ninguna manera podíamos publicar eso. Mandé a mi abogado y ahora compadre a que lo defendiera. Dijo al censor: "¿Pero no ve que la juventud está muy descreída? No necesitamos un Cristo, ¡necesitamos mil!" y así nos autorizaron [Risas]. Es alucinante, era carambólico. Te jugabas con una canción todo el disco, porque lo presentabas ya editado, montado y todo. Era una ruina. 

Por eso cuando todo esto pasó fue una explosión. Recuerdo sacar Al-Andalus, que yo nunca he sido nacionalista. Soy defensor de la cultura de los pueblos, pero nunca nacionalista, ni de España. Pero ese disco era la oportunidad de decir lo que queríamos. Pero creo que he influenciado poco en el sentido estilístico, he influenciado más con mi actitud. 

Vuestro legado es haber construido industria donde no había nada. Hacer conciertos y lograr que sonaran dignos y potentes.

Sí, desde luego. Puedo decir que me considero un poco el padre del invento porque ya en 1978 trajimos un equipo de Inglaterra. Hicimos La Noche Roja —un festival con todos los grupos de rock del momento— y en esa gira el equipo lo manejaba gente que trabajaba con Pink Floyd. Trajimos camiones, luces..., de pronto pasamos de jugar en un campo embarrado a césped. De golpe la distancia con los guiris se redujo mucho. Fue un salto cuántico. En el virtuosismo no tanto, eso nos llevó más. 

Nunca escribí como Serrat o Sabina, yo sabía que ellos tenían ese don, pero mi consuelo es que yo hacía rock, que había venido a revolucionar el mundo [Risas]. Y con esa vitola no le tenías miedo a nadie. 

¿Le interesa la posteridad?

En un tiempo, compré una furgoneta donde ibamos los músicos y tenía un conductor que decía: "Vamos a hacernos una foto para la prosperidad" [Risas]. Me interesa mucho más la prosperidad que la posteridad. Con esta edad ya piensas más en palmar, está más cerca. Mi familia ahora ha montado una fundación en Granada con el objeto de recuperar todo lo que se pueda sobre mi carrera. Eso que tan pomposamente se llama legado. Que sea para el rock y para la solidaridad. 

Miguel Ríos, tras finalizar su entrevista con Público.
Miguel Ríos, tras finalizar su entrevista con Público. JAIRO VARGAS

¿Cómo le trataba la crítica musical antes?

Alguno era muy duro conmigo. Cuando yo empecé también empezaba la crítica. Los comentarios pasaron de ser una gacetilla sobre el nuevo disco a, de pronto, ser primera página en El País. Cuando saqué la versión de El Himno de la Alegría fue un pelotazo, y muchos periódicos burgueses nos ponían a parir por meter una batería a esa canción. 

Me ha importado mucho la crítica, he tenido diatribas tremendas. Recuerdo una de Jose Manuel Costa, en El País. Yo a ese tío le llegué a enseñar mi contrato, era un aliado. Cuando hicimos La Noche Roja me puso de la hostia, me trató muy bien. Que si era honesto y no se qué. Pero con Rock de una noche de verano vino a decir que como podía cobrar 800 pesetas por un concierto mientras teníamos un sponsor como Kas detrás. Y debajo de su nota había una publicidad de cualquier cosa. Escribí una carta al director y le despedidieron. Fue suficiente el escándalo como para tener que irse. No me criticó a mí, criticó la esencia del negocio del que él mismo vivía. El rock funcionaba por los anuncios para poder hacer tinglados gigantes. 

La crítica tenía cierto rencor. Cuando la sobrepasabas, te daban. Un crítico muy amigo mío que decía que nunca iban a hablar bien de mí. ¿Cómo puede criticarme un periódico porque yo tenga un anuncio? De qué estamos hablando... La crítica era muy influyente y todavía había gente que te decía "joer y cobras 800 pesetas por entrada...". Y yo entraba al juego. 

Los músicos somos seres muy inseguros y estamos en la cuerda floja todo el tiempo. Cualquier crítica te hace tambalear, sobre todo si consideras que no es justa. Pero bueno, dejé de leerlas. 

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