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Mil maneras de prohibir un beso

El autor iraní Shariar Mandanipour vive desde hace cuatro años en el exilio, donde escribió una novela sobre el amor

PEIO H. RIAÑO

Que la rabia es rentable para escribir una novela no es una declaración habitual. En el mundo de los derechos y las libertades garantizadas todo es mucho más templado a ojos de un escritor iraní exiliado en los EEUU desde hace cuatro años. Sin 'sangre caliente' que agarre las palabras y sacuda, todo será mediocre: 'Por eso hoy no hay autores buenos en EEUU. Muy lejos queda Ernest Hemingway, que escribió sus mejores historias en España. Hay algo caliente en él que corre por sus venas', explica Shariar Mandanipour (Shiraz, Irán, 1957), que publica aquí Una historia iraní de amor y censura (Lumen).

'No puedo escribir la palabra beso. Tengo que buscar otras para contar a mis lectores que los personajes se han besado. Así que siempre termino escribiendo sobre la humedad de sus labios', lamenta el autor que llegó a EEUU con una beca, empezó a hablar de la asfixiante situación de Irán y ya no pudo volver nunca más. 'Crucé la línea roja', resume.

'No tengo opción, sólo puedo escribir sobre la censura', dice Mandanipour

La amargura de su situación le llena de ese fuego que le pide a cualquier escritor. Por eso no hace más que preguntarse '¿por qué?', como para desmontar con esa pregunta retórica los regímenes que censuran las libertades de sus ciudadanos. '¿Por qué en España se tardó 40 años en poder hablar y leer sobre el asesinato de Lorca?, ¿por qué? ¿Por qué la censura?'.

Reconoce no tener opción. La censura es el tema central de su vida, de su obra, es parte de él y no podría escribir de otra cosa. 'Desgraciadamente, no me puedo librar de ella. Tengo 54 años y he vivido 50 en Irán. Es mi identidad y esa ha sido mi experiencia en el mundo. ¿Cómo puedo sentirme liberado de eso?', no puede ni aunque escriba desde un país libre. 'Imagina tu país en la Edad Media. Imagina tu país con Franco. Aquello pasó pero hubo escritores y poetas que contaron su país. Yo tampoco tengo opción, sólo puedo escribir sobre la censura', reconoce con aflicción.

Desde la tranquilidad de un país en el que tener una novela de amor en la memoria del ordenador no supone un peligro de muerte, pensó que sería una buena idea enseñarle al lector un libro con las marcas de la reprensión. Y dio con una acertada fórmula expresiva: escribiría una novela de amor con total libertad y luego tacharía como hace el Ministerio de Cultura y Orientación Islámica para acabar con cada palabra, cada frase y cada página 'que sea indecente y suponga un peligro para la moral pública'. Pero las tachaduras no desaparecen, ahí quedan impresas todas las supresiones.

'No hay buenos autores en EEUU porque les falta sangre caliente'

La experiencia de Mandanipour, tachón tras tachón, es que el censor logra que el escritor se obsesione con el hecho de que sus personajes se besen sea como sea. 'La censura es una tortura para un escritor. Que nadie piense que la censura puede ayudarle a escribir una historia mejor', dice tajante para desmontar tópicos que frivolizan sobre los ejercicios metafóricos que evitan mencionar lo prohibido.

'El amor es una difícil tarea en mi país'. Cuenta lacónico cómo en el resto del mundo cualquiera podría enamorarse al salir a la calle. 'Si te ocurre en Irán tendrás que cuidarlo y ocultarlo, para evitar 80 latigazos o la lapidación'. Desde luego, el amor era el mejor tema que podía elegir para denunciar los castigos a los que la población iraní es sometida. 'Al final del libro descubro que hay momentos en los que uno no puede escribir una sencilla historia de amor'.

También ha descubierto que es un ciudadano iraní, pero con tarjeta de EEUU que le permite vivir allí. 'El problema es que no tengo un lugar en el mundo. No soy de ninguno de estos lugares. Soy un escritor en el exilio. En este momento, no tengo país'.

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