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¿Cuándo morirá la política muerta?

AMADOR FERNÁNDEZ-SAVATER*

El PP llegó a los postres de la cena del miedo, pero llegó. Me pregunto qué le ha empujado a cambiar de costumbres y a pactar con el PSOE, arriesgándose a contrariar a sus votantes (la blogosfera de derechas se ha manifestado contra la ley). Ojalá aparezcan algún día los cablegates del acuerdo, intuyo que muy reveladores sobre la 'calidad de nuestro sistema democrático'.

No descubro nada: cerrando 200 webs no se acabarán los problemas, ¡como si después de Napster no hubieran llegado Audiogalaxy, eMule, etc.! Pero ¿y si el objetivo simplemente es estirar un poco más lo que hay? En ese caso, la ley Biden-Sinde cumple muy bien su propósito: mantiene la ilusión de que se combate al enemigo. Pero la piratería no es el enemigo, sino el síntoma de un modelo cultural y de negocio en crisis.

Los sociólogos se preguntan por el fenómeno de la 'crisis de la representación' como si los motivos fuesen inescrutables. Quizá ahora les queden más claros. A izquierda y derecha, a nuestros políticos les da igual la opinión de la gente, la participación política por fuera de los (reducidos) canales convencionales. La oposición a la ley Biden-Sinde ha sido masiva y ejemplar. Pero la ley sigue adelante caiga quien caiga. ¡Y la promueve el mismo partido que reprochaba al PP su insensibilidad hacia las movilizaciones de la guerra de Irak! El búnker se cierra. ¿Qué vías nos quedan a los ciudadanos para intervenir en las decisiones que afectan y construyen el mundo que compartimos? ¿Cuándo morirá la política muerta?

El conflicto no opone a los 'creadores' y a 'la gente de internet'. Yo veo en el búnker a los políticos sordos y a la industria cultural, y por fuera a la mayoría de los productores culturales y de usuarios de la Red. Pero es muy importante que afloren las voces tapadas y que hablen en nombre propio, para que la realidad múltiple y compleja de los trabajadores culturales no pueda ser reducida e identificada con los intereses de la industria cultural. Ha llegado la hora de decir claramente: '¡No en mi nombre!', '¡no nos representan!' Y buscar el debate y las soluciones directamente, sin la interferencia de la industria cultural y de la política muerta.

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