Cantareiras y pandereteiras: la revolución de las invisibles
Una crónica de la recuperación del legado y de la vigencia de las mujeres que preservaron la tradición oral de la música popular, a las que Galicia dedica este 17 de mayo su Día das Letras.

Xurxo Souto-Luzes
A Coruña--Actualizado a
A finales de 1992 comencé a trabajar como guionista en un programa de la TVG. Se emitía los miércoles. No iba bien de audiencia, así que decidieron cambiarlo de día. Se llamaba Luar. Uno de esos viernes apareció por la discoteca Dona Dana, en Teo (Santiago), donde se grababa, una chica, estética hippy, de larguísimas melenas. Aa la vez que ella, unas señoras, muy tímidas, con sus panderetas. Conforme se vieron en el escenario con la misma iluminación que Miguel Bosé, se sinitieron orgullosas, empoderadas, se transformaron en grandes artistas dispuestas a compartir su talento. Y empezó la revolución.
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El asunto había comenzado unas semanas antes cuando Cisco Novo (otro de los guionistas) había agitado –absolutamente excitado– una casete por la redacción del programa. Era una de esas cintas que el periódico El Correo Gallego distribuía como regalo. Por su título Agrupación Rosalía de Castro, Padrón, esperábamos potencia sonora de gaita y percusión. Pero cuando le dio al play brotó algo sorprendente: una voz extraordinaria, absolutamente emocionante. Era la maestra de esa agrupación. Era Mercedes Peón en estado puro —solo voz y pandereta— sin adorno ninguno.
Manuel Abad y Xosé Ramón Gayoso, directores del programa, decidieron contactar con ella. Su primera aparición en Luar (marzo del 1993) fue un escalofrío que conmocionó a toda Galicia. En ese instante triunfal de descubrimiento, Mercedes insistió en que ella solo estaba recreando el arte de sus maestras, las señoras que había ido conociendo por las aldeas. Y que lo verdaderamente interesante sería llevarlas a ellas al escenario. Le hicieron caso.
Vecinas de Cerqueda, de Gargamala, de Negreira de Vilamaior… Cada viernes una descarga de talento, un nuevo descubrimiento. En todas las aldeas había mujeres que sabían cantar y bailar bien. Nos enteramos que nuestras abuelas eran grandes cantareiras. E incluso en los barrios de las ciudades comenzaron a sonar las ferreñas –panderetas– de muchas señoras que, con este impulso televisivo, se reencontraban con su instrumento.
La revolución de 'Luar'
La revolución de Luar, por supuesto, no puede explicarse de una manera aislada. Fue la epifanía de un gran trabajo colectivo de muchas personas que, de una manera generosa, invirtieron su tiempo en la búsqueda de ese talento invisible. En el ámbito radiofónico hace falta reivindicar especialmente a Emilio Españadero y a su programa, Lume na palleira. Un proyecto que empezó –dirección compartida con Bieito Romero– en 1992 en Onda Cero. En 1996 se trasladó a la parrilla de la Radio Galega, donde, tras de la marcha de Bieito, quedó Emilio en solitario. Centrado en los primeros tiempos en el mundo del folk, el programa se implicó intensamente en el reconocimiento de estas músicas invisibles. Pese a las dejadeces de las diferentes direcciones, Lume na palleira resistió en la parrilla, hasta convertirse en un auténtico clásico. Referente necesario en el movimiento de recuperación de seráns [reuniones festivas al atardecer] y foliadas [celebraciones tradicionales]. Esto es, en el resurgir del baile tradicional por todo el país adelante.
"Mirad, un gaitero con faldas!". Así le decían a una pionera, Maruxa, del grupo Os Rosales, cuando subía al escenario
El arte de las tocadoras –la maravilla de la oralidad– ha sido distinguido este año por la Academia de la Lengua Gallega con el Día das Letras. Hecho excepcional: hace solo unas décadas, el conjunto de la sociedad nada sabíamos ni de ellas, ni de su arte.
"Mirad, un gaitero con faldas!". Así le decían a una pionera, Maruxa, del grupo Os Rosales, cuando cogió el bombo y comenzó a cantar en el escenario. Durante mucho tiempo, cada vez que se encendían, las luces del palco iluminaban una realidad secular: el patriarcado. Las mujeres nunca dejaron de tocar, pero el tópico oscuro consideró una anomalía su presencia en el escenario.
A este doble estigma: lo de ser mujeres y lo de cantar en gallego, se añadía en las tocadoras un tercer elemento de marginación: fuera de un reducido grupo de especialistas, su música no era considerada por nadie. Ni siquiera por el sector interesado en la propia música gallega. Una etiqueta que incluía a cantautores, gaiteros y grupos de música folk, pero no las mujeres que cantaban con la pandereta en la cocina de casa.
En autobús con pandereta
Reparemos en las figuras que reciben el homenaje del Día das Letras. Eva Castiñeira nunca actuó en la televisión. Sus piezas llegaron a aparecer en un disco porque un directivo de la discográfica Ruada, Gumersindo Martín Fernández Maceiras, había coincidido con ella en una excursión y Eva no había parado de cantar en el autobús con su pandereta. Sabemos de Rosa y de Adolfina gracias las grabaciones de la musicóloga Dorothé Schubarth, las de Cerceda nunca subieron a escenario alguno. Únicamente las pandereteiras de Mens llegaron a aparecer en la pantalla de la Televisión de Galicia.
Todo cambió con Mercedes en aquellos viernes de Luar. Verdadera revolución, y televisada. El arte de las tocadoras se situaban en el centro de la atención de un público mayoritario. La TVG, con el talento de estas mujeres, estaba cumpliendo por fin el mandato legal por el que había sido creada en 1984.
La radio y la televisión pública gallega nacieron con un objetivo bien claro y definido: "La promoción, difusión e impulso de la lengua gallega". Así aparece reflejado en el artículo primero de la ley de la creación de la CRTVG de 1984. En el campo musical, cuando este mandato fue puesto en práctica, se alcanzaron resultados extraordinarios.
He ahí el Xabarín, ejemplo necesario y siempre repetido. Un programa que hizo del gallego una lengua cool para varias generaciones de chicas y chicos. Lo mismo aconteció con la música popular y tradicional. Artistas que siempre habían vivido al margen de los grandes medios alcanzaron de pronto la condición de protagonistas.
Dos tendencias
Pero el camino hacia la autoestima fue largo. En aquellas primeras emisiones de la Televisión de Galicia, recibidas con tanta expectación por la audiencia, enseguida pudimos distinguir dos tendencias. Una –digámos claramente, provinciana– intentaba imitar, con un gallego de ínfima calidad, el tipo de programas de entretenimiento que hacía TVE. Mas, pese a todas las inseguridades –y prejuicios–, de vez en cuando brotaban cachitos de un universo inédito en la pantalla: la cultura popular de Galicia.
Pura emoción fue contemplar a las Pandereteiras de Mens en el programa Ruada de Xosé Luís Blanco. En ese mismo espacio vivimos –hablo como espectador– un momento histórico para la música y la poesía de occidente (escribo esto sin hipérbole ninguna). La actuación con su violín de Florencio dos Vilares, o, lo que es lo mismo, la despedida televisada del último "ciego andante". Último representante de un gremio milenario: los ciegos que iban cantando coplas y romances de feria en feria. Tradición que tiene como referente primero al propio Homero.
Aquellas señoras superaban la condición de "informantes" propia de los trabajos de etnografía, para ser reconocidas como lo que realmente eran: grandes artistas.
Luar dio un gran paso hacia adelante. Aquellas señoras superaban la condición de "informantes" propia de los trabajos de etnografía, para ser reconocidas como lo que realmente eran: grandes artistas. Un reconocimiento televisivo que incluso transformó nuestra propia visión colectiva. Otro tópico oscuro, perfectamente instalado en aquellos años, insistía en que las gallegas y los gallegos no somos un pueblo divertido. Los que poseen arte innato son, por ejemplo, los andaluces, donde en cada casa hay un portento musical. Y es cierto.
Dentro de la cosmovisión española no podíamos ser un pueblo de artistas, cuando durante mucho tiempo la primera condición para poder subirse a un escenario era cambiar de lengua. Conforme los focos de Luar iluminaron esas panderetas, brotó un auténtico universo de talento de alegría.
Frenesí
Mercedes empezó a recibir llamadas de tocadoras de todos rinconres del país. La supuesta timidez de aquellas señoras se convirtió en frenesí.
Pero en la experiencia de la propia Mercedes no siempre fue así. He ahí unos trocitos de su biografía. Creció en el barrio de Os Castros, en A Coruña (por supuesto su familia –como la de la mayor parte de la chavalada de su generación– había llegado de la aldea: de Oza dos Ríos). De muy joven comenzó a cantar y bailar en Xacarandaina. Una agrupación surgida de la antigua Sección Femenina que quiso abrirse hacia los nuevos tiempos: había que abandonar aquellas coreografías estereotipadas, tantas veces repetidas en los días del franquismo, y buscar la verdad de la música y del baile tradicional en la propia aldea.
Un día fue de acampada a la Imende (Carballo), solo tenía 12 años. Escuchó cantar unas señoras con la pandereta. ¡Y no las entendía! Le parecía que estaban haciendo música africana.
Muy lejos de los tópicos, existía otra música gallega. Y era maravillosa.
Punto de inflexión estética que iba a marcar su vida para siempre jamás. Pocos años después, con Fernando Cruz (también de Xacarandaina), empezó a buscar ese talento de una manera sistemática. No era sencillo.
Hablar con el cura
Cuando llegaban a una aldea, para conseguir que alguna señora se animara a cantar, había que hablar primero con el cura. Si este lo tenía a bien, en el final de la misa comentaba que habían venido unos chicos de A Coruña buscando canciones de antes, a ver si alguien quería atenderlos. Afortunadamente alguna artista siempre daba un paso hacia adelante.
Años 90, todo el mundo lo estaba esperando. Pensábamos que de esa sección de Luar, de una manera inmediata iba a surgir, con Mercedes al frente, un programa propio. Por desgracia, aquella dirección de la TVG no sintió tal necesidad. O sea, no hizo bien su trabajo. Vuelvo recordar que el deber primero de la radio y de la televisión pública de Galicia es la difusión de la lengua y de la cultura gallega.
Afortunadamente, con la llegada a la Xunta del Gobierno bipartito, el nuevo director, Suso Iglesias (por cierto, el creador del Xabarín) atendió bien tal demanda. Así nació, en 2006, el mítico Alalá.
Senén Bernárdez, el realizador a quien se le encomendó la dirección del programa, tenía las ideas bien claras. Y así me comentó, en los orígenes de los orígenes, su proyecto: Cuando lleguemos a la casa de una artista, primero hablaremos de cualquier cosa. Después haremos una entrevista y la primera grabación de su música. Inmediatamente tiraremos a la basura todo ese material. Y haremos una nueva grabación, y otra y otra. Hasta que se sienta realmente cómoda delante de la cámara y su arte aparezca con toda naturalidad.
'Alalá', 200 episodios
Alalá, ¡200 episodios! Cada uno dedicado a un artista extraordinario que, en su mayor parte, lleva como apellido el nombre de su aldea: Rosa de Moscoso, Pazos de Merexo, Emilio Pando, Concha de Luneda, Paco de Escornabois, las pandereteiras de Barro de Alén, Hermelinda do Muíño, Maruxa das Cortellas o el gaiteiriño do Piñeiro, tristemente difunto hace solo unas semanas. Con Pilar García Rego como presentadora, el proyecto contó con el asesoramiento de grandes especialistas. Hablo de Pablo Carpintero, Uxía, Óscar Ibáñez, Xaime Estevéz o los hermanos Félix y Cástor Castro.
Xosefa de Bastavales pasó de las "cantareas" en la cocina a la condición de gran artista, incluso con actuaciones internacionales
Hace falta escribir sobre lo que uno mejor conoce. Tuve la suerte de participar en un Alalá. Fue con Pinto de Herbón y Manu Chao en el episodio dedicado a nuestra maestra, Xosefa de Bastavales.
Símbolo total de esta revolución de las invisibles. Pasó del anonimato, de las cantareas en la cocina, a la condición de gran artista, incluso con actuaciones internacionales. Nunca grabó un disco, ni falta que le hizo. Además de con el propio Manu Chao, Xosefa compartió palabra con Cesária Évora y música con Compay Segundo. Pocas personas pueden jactarse de tan intenso currículo.
Ahora que ya no está con nosotros quiero que esta pequeña crónica sea también un homenaje a su talento, y al de toda esa generación de maestras que se nos van yendo, pero que, gracias al buen trabajo de los medios públicos, quedará para siempre jamás en la memoria y en el patrimonio de la comunidad.
Manu Chao y Xosefa de Bastavales
Como aconteció muchas veces (he ahí Eva Castiñeira) su descubrimiento surgió de la casualidad. Años 90, tras del final de Mano Negra, Manu Chao había parado por Bastavales, en una casa que su padre había acabado de comprar. El destino le puso la Xosefa por vecina. Con largas sesiones guitarra/pandereta al francés se le curaron enseguida todos sus males.
No había teléfonos móviles, Manu dejaba como contacto el número de la vecina. Estuvo varios días fuera de canfurnada. Cuando volvió tenía un lote de llamadas. Conforme entró por la puerta, Nina, la hija de Xosefa, comentó: "Ahí viene el desaparecido". En ese instante comenzó a nacer una de las piezas de más fama de este artista internacional.
En el año 96, otra vez, Manu Chao le propuso ir a actuar a Francia. En breve un autobús iba a partir hacia el festival de la Caravane des Quartiers en Lyon cargado de música de Galicia. Xosefa dudó. Pero finalmente aceptó con un argumento definitivo: "Yo a Lyon nunca fui. Pero, como tengo un sobrino en León, ¡voy!".
Cuando salimos le dije que procurara cuidar la voz. A los cincuenta kilómetros ya estaba ronca redonda de tanto darle a la pandereta. La actuación fue en la carpa de un gran circo. En la sesión de los Diplomáticos de Monte Alto, Xosefa debía aparecer al final con un toque tradicional. Pero irrumpió en el escenario en medio de la distorsión. En lugar de apoquinarse, se fortaleció. Comenzó a bailar, recuperó la voz, y hechizó la gente toda con su pandereta. La carpa fue un clamor: "¡Xosefa, Xosefa!".
Ella no sabía muy bien donde estaba, la mayor parte de los asistentes no sabían donde quedaba Galicia ni poco ni mucho, pero –el poder de la emoción– a comunicación fue total.
'Que serán!'
Xosé Manuel Pereiro –codirector de Luzes– también iba en ese autobús. A La vuelta la contrató como reportera –solo entrevistas la grandes estrellas– del programa Que serán! de la TVE en Galicia. The Chieftains, Elíades Ochoa o Cesária Évora supieron del arte de la de Bastavales. También entrevistó –maestro de maestros– a Compay Segundo. Fue en O Porriño (Pontevedra), yo tuve la honra de acompañarla como guionista.
Por el camino le había insistido en que debía aprender bien el nombre del artista. Cuando llegó el momento, cogió el micrófono, miró directamente a la cámara, y, con una seguridad absoluta, empezó de este modo:
– Aquí estamos con Meu Pai Segundo –la traducción del gallego al español sería "Mi Padre Segundo"–, que pasa de 90 años y ¡parece que tiene 30!.
– ¡Y eso que en el me ha catado, señora Xosefa!
Sonrisa-respuesta del cubano. Con una cucharilla del café Compay le enseñó a hacer el toque de la clave del son. Brindaron y cantaron juntos. Todo fue felicidad. Nunca hubo entre dos artistas mayor complicidad.
La tele deja de apoyar a las músicas emergentes
Las nuevas direcciones de la Televisión Gallega dejaron de apoyar esas músicas emergentes
Tras las melódicas meriendas del Xabarín, las nuevas direcciones de la Televisión de Galicia dejaron de apoyar esas músicas emergentes. El canal público se reencontraba con sus días más provincianos. Y llegó la sorpresa. Solo con el impulso de la redes, libre de la dependencia y control de los grandes medios, brotó una nueva generación que hechiza a un público también joven y mayoritario. Y lo más hermoso, esta nueva hornada –Tanxugueiras, Mondra, Fillas de Cassandra– tiene como alimento mayor el talento de las pandereteiras.
El 16 de diciembre de 2023, 9.000 personas llenaron el Coliseum de A Coruña para escuchar a las Tanxugueiras. Probablemente el mayor concierto de pago de toda historia íntegramente cantado en gallego.
"Con el gallego no vais a ningún sitio", el auto-odio fracasó. ¿Cuáles son los artistas de Galicia que realmente viajan por el mundo? Los que cantan en esta lengua. Mejor dicho: las que cantan en gallego. La música del país viaja por el planeta adelante en la garganta de las mujeres. En compañía de esta generación emergente, también grandes maestras como Sedes, Uxía, Susana Seivane, Guadi Galego, A Pedreira y –por supuesto– Mercedes Peón. Selva diversa de creatividad hidratada por la mismo agua: Las tocadoras de las aldeas.
Hermosísima revolución. Aquellas artistas invisibles que hoy soy referente absoluto de futuro y modernidad.






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