Julian Lage, el músico que te hará amar el jazz
Este músico formidable y precoz descubrió su pasión por la guitarra desde muy joven, cuando su padre —un músico aficionado— le construyó con madera una réplica de una Telecaster a modo de juguete.

Julian lleva un corte de pelo más adulto que infantil en unas primeras imágenes de él con ocho años. Estamos en 1996 y al californiano, en contra de lo que pudiéramos pensar, no le quedaba grande la guitarra. Lage era entonces un niño/músico pegado a su instrumento, sobre el que apoya un cuerpo menudo mientras cuenta, con un póster de Eric Clapton al fondo de su cuarto con literas, lo mucho que le gusta practicar.
Julian Lage fue lo que normalmente llamamos un niño prodigio. Quienes alucinan con la precocidad de algunos músicos y aprecian la monstruosidad artística como algo más que una rareza, disfrutarán viendo a Lage, ataviado otra vez como el adulto que no era -en este caso con una americana y zapatillas de deporte- sosteniendo con solvencia y seriedad su Stratocaster mientras acompaña nada menos que a Carlos Santana interpretando Maggot Brain.

En el documental Jules at Eight aparece con ocho años, tocando a demanda en garitos de blues y siendo elogiado por músicos profesionales con décadas de experiencia. El joven Lage habla de cómo empezó a tocar la guitarra con cinco años y a practicar diariamente, salvo aquella vez que no pudo porque se encontraba viajando en un tren, lo que, en sus propias palabras, “lamenta”.
Este músico formidable y precoz descubrió su pasión por la guitarra desde muy joven, cuando su padre —un músico aficionado— le construyó con madera una réplica de una Telecaster a modo de juguete. Aunque el instrumento no era funcional, despertó en el pequeño Julian la curiosidad por experimentar qué se sentía al sostener una guitarra real, que pudiera sonar de verdad. Desde el momento en que consiguió su primera guitarra auténtica, no volvió a separarse de ella. Practicaba con tanta dedicación que, a veces, se quedaba dormido sobre el instrumento.
Con 11 años, Lage ya estudiaba en el conservatorio y lo hacía, según cuenta, con un sentimiento de responsabilidad “hacia sí mismo”, de mejorar como guitarrista, abandonando casi por completo las actividades habituales en un niño de esa edad. Desde finales de los 90 hasta hoy, el compromiso de Lage con la guitarra ha sido constante, profundizando de ese modo las capacidades interpretativas de su talento descomunal.
Lage cuenta con una amplia formación musical; estudió música clásica en el Conservatorio de Música de San Francisco, estudió también en la Universidad Estatal de Sonoma, en el Colegio de Música Ali Akbar, y se graduó en Berklee en 2008. A lo largo de los años, ha colaborado con muchos músicos, como el vibrafonista Gary Burton, que le apadrinó cuando era un adolescente, el guitarrista Chris Eldrige, o la cantautora Margaret Glaspy, que es también su mujer. En 2008 debutó en su carrera en solitario con el nominado al Grammy, Sounding Point, y desde entonces ha publicado diez discos con distintas agrupaciones y explorado estilos distintos. Desde la influencia clásica de Andrés Segovia en el monumental World´s Fair (2015), hasta el sonido mucho más moderno del EP The Layers, pasando por el homenaje a figuras míticas del sello discográfico Blue Note en Squint (2021).
La técnica y ambición musical de Lage ya en la edición de 2014 Critics Poll de JazzTimes le permitió superar a gigantes como Frisell, Scotfield y Metheny. Con esta trayectoria portentosa a sus espaldas, este guitarrista californiano de tan solo 37 años recaló en la Sala Villanos de Madrid el pasado 22 de abril.
La Villanos, antigua sala Caracol, tiene detrás a Julio Martí, que también es el alma y cerebro del Festival Villanos del Jazz y de los conciertos de las Noches del Botánico, un hermoso y delicado ecosistema artístico que eleva y ensancha la estatura cultural de Madrid. En una época en la que predominan los festivales masivos en los que la calidad a menudo tiene menos importancia que el espectáculo, iniciativas como éstas se ocupan de ofrecer conciertos de calidad a buen precio. Gracias a ingenieros de sonido competentes y a programadores con un interés real por fomentar buena música y no solo por vender el mayor número de entradas posible, los madrileños y las madrileñas podemos disfrutar de una estupenda experiencia musical, alternativa al barullo en el que terminan convertidos muchos de los conciertos más mainstream.
La gira en la que se encuentra actualmente Julian Lage toma su nombre de su disco más reciente, Speak to Me, publicado a través de Blue Note Records en 2024. En Speak to Me, Lage explora sonidos cercanos al blues y al folk, incorporando a la sencillez estructural de la música tradicional americana su amplio vocabulario musical y su toque personal. El disco bascula entre temas más “fáciles”, con melodías agradables y estructuras reconocibles, y otros más complejos o experimentales, como el rapsódico Myself Around You, o el politonal/atonal (por llamarlo de alguna manera), South Mountain. En el disco, Lage alterna entre la guitarra eléctrica y la acústica, y cuenta con el acompañamiento de la sección rítmica de su trío habitual desde 2019, compuesta por el bajista Jorge Roeder y el batería Dave King, miembro de The Bad Plus, además de Patrick Warren y Krist Davis a los teclados, de Levon Henry al saxo y el clarinete y del ocasional arreglo de cuerdas.
En su concierto en Villanos, el guitarrista californiano tocó con su trío actual y utilizó su “Nachocaster”, una telecaster construida por su luthier de confianza, el valenciano Ignacio Baños, de Nachoguitars, enchufada a una modesta pedalera y a un amplificador fender Deluxe Reverb. El sonido de una guitarra tipo fender de cuerpo sólido (poco habitual en el jazz), utilizando únicamente la pastilla más cercana al mástil, y con un sutil overdrive como único efecto es muy característico de este guitarrista, y gracias a Mark Goodell, el técnico de sonido, pudo oírse con gran claridad. Sin embargo, utilizando solo la perilla del volumen de la propia guitarra, el posicionamiento de su mano derecha y sin cambiar de pastilla, Lage obtuvo una gama bastante amplia de timbres, teniendo en cuenta lo austero que era su equipo.
El trabajo de Goodell y el silencio del público permitieron distinguir los celebrados matices expresivos que caracterizan la técnica de Lage. Sin duda es uno de los mejores guitarristas de su generación y tiene un sonido muy personal que hace que tocando unas pocas notas y con independencia del equipo que utilice, se le reconozca fácilmente. Aunque le sobra destreza para tocar arpegios y escalas a gran velocidad o hacer contrapunto entre líneas de bajo y melodías que él mismo toca simultáneamente, como demostró durante el concierto, la mencionada expresividad fue el aspecto más meritorio de su interpretación. Con un gran control de la dinámica, Lage es capaz de darle a cada nota, a cada acorde, la intensidad o la cualidad tímbrica que exigen.
Roeder y King destacaron por su versatilidad a la hora de seguir a Lage cuando se salía por completo del guion y exploraba alguna idea que surgía de forma espontánea, cuando tenían que reducir al mínimo el acompañamiento para dejar que el líder de la banda brillase, o cuando les tocaba brillar a ellos en despliegues virtuosísticos que, sobre todo en el caso de King, dejaban boquiabiertos al público. King alternó a lo largo del concierto entre baquetas de madera convencionales, escobillas, elementos de percusión como cascabeles y sus propias manos para tocar los timbales, para ajustarse a los distintos estilos en los que estaban inspirados los temas, y como una especie de truco, fue capaz de generar una nota afinada que armonizaba con el acorde final de uno de los temas frotando una de sus baquetas contra el borde del crash. Roeder tocó un contrabajo enchufado a un amplificador Aguilar, a menudo estableciendo pequeños diálogos con Lage, complementando o imitando sobre la marcha las melodías que este tocaba.
La setlist, que se puede escuchar aquí, no decepcionó; la banda abrió la noche tocando dos temas de View With a Room, que Lage publicó en solitario en 2022. Aunque originalmente contaba con el acompañamiento de Bill Frisell a la guitarra barítono, Temple Steps sonó igual de interesante en directo que en el disco. A continuación, tocaron Nocturne, probablemente su tema más popular, que interpreta en Live in Los Angeles. Para honrar el nombre de la gira, la banda interpretó una selección de cinco canciones del Speak to Me, entre los que destacó Omission, un tema originalmente acústico, adaptado a la “Nachocaster” de Lage y que en directo, en gran medida por la batería de King, abandonaba su naturaleza folky, e invitaba a bailar. Finalmente, después del bis, la banda cerró la noche con el emotivo Emily, originalmente compuesto por John Mandel y John Mercer, y que recuerda mucho al Love Theme from Spartacus de Bill Evans.
Julian Lage tiene una presencia escénica singular, tan extravagante como su trayectoria. En el concierto de la Sala Villanos llamó sobre todo la atención su gestualidad, ya que constantemente se frotaba la cara y el cuello, en momentos de énfasis musical estiraba los brazos por encima de su cabeza o daba saltitos y en ocasiones cerraba los ojos y sonreía ensimismado mientras tocaba. Estos gestos, los ocasionales gritos que emitía mientras improvisaba, su curiosa forma de hablar y su timidez a la hora de dirigirse al público, pintaban un cuadro muy curioso. La planta y el perfil de Lage recuerdan a Abraham Lincoln. Alguien el otro día en la Villanos se lo gritó: “grande, Lincoln” y todos aplaudimos y nos enamoramos de este músico que cruzó el Atlántico para calentarnos el alma. Grande, Julian.
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