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El trío que soliviantó a Garzón

El grupo Grande-Marlaska une pop y activismo en su disco de debut, ‘El momento de hacer’.

JESÚS MIGUEL MARCOS

Ocurrió en el verano de 2006, días antes de que el grupo madrileño Garzón debutara en el Festival de Benicàssim. El juez Baltasar Garzón les amenazó con emprender acciones judiciales por considerar que la web del grupo atentaba contra su imagen. ¿Qué motiva a un magistrado de la Audiencia Nacional a encararse contra una banda de música pop que por entonces no había publicado ni siquiera un disco de larga duración?.

Roberto Herreros, voz y guitarra, responde: “Estamos hablando de jueces más pendientes de los focos que de la consistencia de sus autos, como demuestra su inclinación hacia lo que ya muchos definen como Derecho Penal de autor. Amenazarnos con emprender acciones judiciales por una inocua sátira alrededor de los jueces-estrella dice más de él de lo que pueda parecer”.

El grupo reaccionó con humor y en su actuación en Benicàssim se rebautizó como Grande-Marlaska. Al parecer, a este juez le hizo mucha gracia. “Nos han contado que escuchó las canciones y que dijo que estaban bien, pero que no era su estilo. También nos consta que ahora ya no quiere darle mucha publicidad al asunto”, dice Herreros.

Lo quiera o no, su apellido se va a oír muchas veces en las próximas semanas, aunque sea en las páginas de música y no en la sección de Nacional. Grande-Marlaska –el grupo–acaba de publicar su disco de debut, El momento de hacer.

¿Pero quiénes son Grande-Marlaska? Sus componentes, Roberto Herreros, Malela Durán (bajo y voces) y Pepo Márquez (batería), son desde hace tiempo tres personajes muy activos dentro de la escena independiente española. Se juntaron hace tres años y su aparición ha significado un soplo de aire fresco para esa misma escena: “Ahora mismo no hay muchos grupos que hagan lo que hacemos nosotros. Antes de que naciera Garzón me sorprendía que hubiera tantos grupos preocupados cada vez más por la forma y descuidando cada vez más el fondo”, explica el cantante.

El “fondo” que diferencia a Grande-Marlaska va en dos direcciones: el valor de la canción en sí misma –“sin tirar de recursos efectistas que te salven un concierto”– y, sobre todo, unas letras que provocan que el oyente mueva el culo del sillón (y no sólo para bailar, que también).

Del dicho al hecho

El mismo título del disco, El momento de hacer, ya da pistas: “En el Foro Social Mundial que se celebró en la India en 2004, la escritora Arundhati Roy dio un puñetazo en una mesa y dijo que ya estaba bien de reunirse para hablar, que había que pasar a la acción. Personalmente, creo que llevamos demasiados años sólo reflexionando. En algún momento habrá que hacer algo”, sostiene Herreros. Ellos, por el momento, han montado un grupo: “Es lo más me gusta hacer. Y tiene que ver también con el hecho de hacer algo que no sea trabajar, pagar impuestos y morir”.

Lo más interesante de Grande-Marlaska, polémicas judiciales aparte, es que han traído una fuerte dosis de realismo a la escena musical en España, que durante más de una década ha vivido como si el mundo no existiera, alimentando actitudes puristas y mitos de lo más vacuo. Llevan su discurso a un plano, el del activismo –ya sea político, social o del tipo que sea–, poco transitado por sus predecesores y sus compañeros de generación. Sus canciones de punk-pop –ojo a De este lado o A partir de ahora, dos himnos que se te pegan como el superglue 3– quizás no sean las flores más llamativas del jardín, pero son distintas al resto. No es poco.

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