Nicolás Miranda, el escultor de la estatua de Juan Carlos I: "Si estuviera en un despacho sería un homenaje"
El artista atiende a 'Público' en La Parcería, espacio donde desde el 4 de mayo estará a la vista la estatua del rey emérito.
Jose Carmona
Madrid-Actualizado a
Ya lo dicen los cómicos, todo depende del contexto. También es una reflexión que sostiene Nicolás Miranda (Santiago de Chile, 1981). Una escultura tiene un sentido en una galería y otro muy diferente en mitad de una ciudad.
Aproximadamente un metro y ochenta centrímetros de estatua han puesto el arte en primera plana. Un Juan Carlos I con el ojo puesto en la mirilla de un rifle para disparar al oso y al madroño de la Puerta del Sol esculpido por Miranda ha sido el protagonista. Apenas dos minutos plantado en la céntrica plaza de Madrid han sido suficientes. A partir del 4 de mayo la estatua y toda la acción serán expuestas y analizadas en La Parcería.
Se ha liado buena por la estatua.
Una locura intensa. Además, soy supertorpe con la tecnología y tengo chorrocientasmil llamadas, no doy abasto.
¿Ha descubierto gracias a esta acción qué significa Juan Carlos I en España?
No [risas], sabía que esta iba a ser más o menos la reacción, sí me ha impactado la repercursión, pero no lo dividido de las opioniones. Vengo de Chile y si hablan de unidad, nosotros nunca hemos estado unidos. Y me parece que tampoco es que haya que estarlo. Tampoco vengo a dar cátedra sobre qué es una monarquía ni nada así. He apoyado el cambio de Constitución en mi país y ganó el rechazo, no puedo sentar cátedra por el mundo [risas].
¿Cuál era la intención de la acción?
Si te das cuenta, es un juego lingüístico. Es un retruécano visual. Es como poner una palabra en otro lugar de una frase. Me parece chistoso que se genere tanto revuelo por un juego lingüístico. No es humillante del rey en sí mismo, aquí y en Chile la gente caza. No soy animalista ni antianimalista, aunque sí tengo un territorio político claramente establecido. Incluso él ha cazado y lo ha hecho públicamente, no es un secreto. Esta escultura podría estar en un despacho o en una galería y sería un homenaje. Ese es un principio escultorico: dónde habita la pieza. Pero si la pongo a metros del icono de la ciudad —el oso y el madroño— la lectura es otra.
Se ha dicho que quería ridiculizar al rey. Objetivamente hay una situación absurda, pero no vine desde Chile pensando solo en ridiculizar al rey, aunque podría ser la lectura: un sudaca viene a Madrid, ridiculiza al rey y se va [Risas]. Hay gente que lo malentendió, hay quien dice que he fomentado la caza... Esta acción es un cruce y me interesa su poética, las lecturas posibles que salen de un cruce limpio; pero claro que hay un factor político. La gran ventaja de ser un mindundi es que no vas a perder plata, porque pago por trabajar. Lo que sí se puede rescatar es que estoy obligado a leer el entorno. La observación es un modo de lectura y eso es político. Por eso opero de esta manera y trabajo el sitio específico.
¿Cuando nació la idea?
Cuando conocí La Parcería empezó la idea. Es un espacio que tiene que ver con los cuidados, los migrantes, la niñez, el espacio púbico y la reflexión. Y habitar se agarra con esta máxima escultórica que me interesa. Les plantee esta idea, pero antes investigué y miré monumentos de Madrid y fue cuando encontré el Oso y el Madroño. Es un ejercicio visual simple, una broma en la barra del bar, pero se salió de control [risas]. La gracia del arte tiene que ver con presentar un problema y no representarlo. El rey por sí solo está haciendo algo que le gusta hacer a él, pero al lado del oso cobra otro sentido.
Me parece lo mismo que dibujar una polla o un diente negro a una publicidad: poner una cosa cerca de otra. También es cierta jugarreta, hay que darse licencias. Hay un asunto medio burlón a propósito, pero lo hago en otros lados, no se ofendan tanto [risas]. La obra no es un mensaje en sí, pero sí sirve para releer lo que se te presenta como una verdad. El oso está ahí y no se cuestiona; el rey está y no se cuestiona. ¿Qué pasa si los ponemos juntos? Es como el acople de una guitarra con su amplificador, que se genera un ruido. Pues aquí es lo mismo: al aproximar físicamente dos elementos se genera un ruido, aunque pensé que iba a ser más sutil. La poética no tiene que ver con decir cosas feas o bellas, sino con el control comunicativo.
¿Temes alguna denuncia? ¿Temes que te denuncien por injurias a la corona o algo del estilo?
Lo pensé, traté de averiguar. Me dio tiempo a asesorarmente legalmente y hasta donde yo sé no hay delito. No estoy humillándolo con la postura, fueron apenas dos minutos de acción, no lo deje instalado, no hice daño a la propiedad pública... Que el cinismo juegue a mi favor [risas].
No deja de ser fuerte que un artista, antes de llevar a cabo una acción, deba comprobar hasta dónde llega la legalidad.
Es muy loco, sí. A mí me gusta el silencio y estoy haciendo todo lo contrario [risas]. La derecha chilena es muy parecida a la derecha española. Si lo hubiera hecho a los 20 años me hubiera chupado un huevo, pero ahora analizo el asunto y me asesoro. Lo ideal es que nadie tenga problemas, ni yo ni La Parcería.
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