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La niña que leía novelas de Dickens a las cigarreras libertarias de A Coruña

Manuel Rivas reivindica a las trabajadoras coruñesas de las fábricas de tabacos y cerillas, vanguardia femenina de la lucha obrera y el apoyo mutuo, en el libro ilustrado 'A nena lectora' (Xerais).

Ilustración de Susana Suniaga de las cigarreras de la Fábrica de Tabacos de A Coruña.
Ilustración de Susana Suniaga de las cigarreras de la Fábrica de Tabacos de A Coruña. 'A nena lectora' (Xerais) / CEDIDA

Hubo una Coruña libertaria que hoy no solo parece propia de otro tiempo, sino también de un tiempo perdido. Una ciudad de ateneos, bibliotecas y escuelas de librepensamiento donde floreció un movimiento solidario abonado por las trabajadoras de la Fábrica de Tabacos, protagonistas de la huelga ludita de 1957, sofocada por las tropas de infantería y caballería.

También fueron bravas las mujeres de la fábrica de cerillas de la Viuda de Zaragüeta, hartas de un jefe abusón e incompetente, de las deplorables condiciones laborales, del ambiente insalubre y de la pésima calidad de los materiales, que les provocaban quemaduras en los dedos y redundaba en un producto de deficiente factura. Dado que trabajaban a destajo, la falta de suministro no solo les impedía ejercer su labor, sino también cobrar.

Sin embargo, las cerilleras no dudaron en ir a la huelga en varias ocasiones gracias a la solidaridad de otras compañeras, como las de la Fábrica de Tabacos, que crearon cajas de resistencia, uno de los muchos ejemplos de apoyo mutuo. Las mujeres se situaron a la vanguardia de la lucha, pues representaban un porcentaje significativo de la clase obrera de una urbe que a comienzos del siglo XX contaba con unos 50.000 habitantes.

El escritor Manuel Rivas ha ambientado en este finisterre bañado por las mareas libertarias su último libro, A nena lectora (Xerais), un cuento ilustrado por Susana Suniaga cuya acción se desarrolla tras la Semana Trágica de Barcelona, que se desencadenó en 1909 cuando el Gobierno de Antonio Maura decretó el envío a Marruecos de reservistas, entre ellos muchos obreros padres de familia.

Nonó es la hija de Leonor, una cerillera, y de Helenio, un trapero que no duda en matricular a la pequeña en la escuela La Antorcha Galaica del Librepensamiento. Ocupará la plaza de su hermano Liberto, forzado a exiliarse en Chile para no ser represaliado tras manifestarse contra la guerra de Melilla. Como no admiten a niñas, Nonó se corta el pelo y se calza una gorra y unos pantalones, todo sea por aprender a leer.

La desgracia se cierne entonces sobre la familia y Aurora, una cigarrera amiga de su madre, propone a la cría que sea una más en la Fábrica de Tabacos. Sin embargo, no liará puros, sino que leerá novelas a las empleadas mientras trabajan. Nonó ya se había iniciado en La Antorcha con Los miserables, de Víctor Hugo, pero un contratiempo la llevará a elegir Oliver Twist, de Charles Dickens, que refleja las penalidades de los desfavorecidos en la Inglaterra victoriana.

El argumento de A nena lectora muestra el esfuerzo de la clase trabajadora por empaparse de cultura, incluso siendo analfabeta. En aquella Coruña de principios del siglo XX surgieron iniciativas populares para educar a quienes no habían tenido oportunidades para ilustrarse y, así, las cigarreras de La Fábrica pudieron escuchar las historias que habían liado Galdós, Balzac, Zola y, claro, Dickens.

"Abrió en 1808 y las operarias protagonizaron desde el comienzo movilizaciones contra los horarios propios del esclavismo —de 16 y hasta 18 horas, por lo que muchas se caían derrumbadas a causa del sueño y la fatiga— y contra jefes maltratadores", explica Rivas, quien considera que las cigarreras no solo fueron "vanguardia obrera" en Galicia, sino también un referente internacional durante el siglo XIX y principios del XX.

"Fueron pioneras en la lucha femenina en toda Europa por los derechos laborales con huelgas históricas en 1831 y 1857, que tuvieron eco por el mundo adelante", añade el escritor coruñés. "Hay una historia que lo refleja bien: antes de morir, Kropotkin, el célebre anarquista, autor de La conquista del pan, mostró con orgullo a unos compañeros su propiedad más querida: un reloj de cadena, regalo de las obreras de A Coruña".

Nonó también le da cuerda a un reloj para alimentar la esperanza ante la adversidad, uno de los muchos guiños del cuento, empezando por su propio nombre, que remite al protagonista del clásico de la educación libertaria Las aventuras de Nono, de Juan Grave. Un libro que se leía en la Escuela Moderna fundada en Barcelona por el pedagogo y librepensador Francisco Ferrer i Guardia, fusilado tras ser acusado de instigar la Semana Trágica.

El progreso y la ilustración también están presentes en los nombres de Idea y Sol, las hermanas pequeñas de Nonó, así como en el de Aurora, la lectora de la Fábrica de Tabacos que protagoniza la novela de Emilia Pardo Bazán La Tribuna. La niña que leía novelas de Dickens, en realidad, son todas aquellas mujeres que deleitaron los oídos de las cigarreras: "Nonó encarna esa lucha en la que el pan y el libro eran de la misma materia de los sueños", apunta Rivas.

"Lo más importante fue el modo en que entrelazaron la emancipación social, la emancipación feminista y la emancipación cultural", valora el autor de A nena lectora, quien recuerda cómo unas 4.000 operarias —"conocidas popularmente como las federales por su defensa de la República Federal"— celebraron como nadie la revolución Gloriosa, que destronó a Isabel II y dio pasó al Sexenio Democrático.

No estaban solas, deja claro Rivas. A su lado, lucharon las cerilleras, las rederas, las mandaderas y las pescantinas del puerto, salvoconducto anarquista hacia la libertad. "El Despertar Marítimo sería con el tiempo la principal red de resistencia contra el fascismo, organizando 700 fugas en barcos a la costa republicana, a Francia e incluso a Inglaterra", explica el codirector de la revista Luzes en referencia al sindicato de pescadores de la CNT.

A nena lectora incluye un epílogo donde se esboza el contexto libertario en el que vivieron, trabajaron y batallaron las cigarreras, así como los ecos de la revuelta popular de Barcelona y de los tambores de guerra en Marruecos, aprovechada por los militares africanistas para "hacerse con el poder en España". Un siglo después, perdido el fuelle del espíritu ácrata, Rivas las recompensa con un libro para ser leído en voz alta por sus bisnietas.

"Deberían ser recordadas, porque la memoria es el mejor homenaje", concluye el autor de A nena lectora, segundo título de la colección Pequena Memoria, con la que Xerais pretende dar voz a los silenciados por la historia. "Pero también porque esa memoria es un rescate de la esperanza para las voces bajas y recupera el ideal de un nuevo tiempo, ese que quería medir el reloj que le regalaron a Kropotkin".

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