Este artículo se publicó hace 15 años.
Cuando no hay lugar para la sorpresa
El fotógrafo marroquí Hicham Benohoud muestra en Cartagena su serie de denuncia social La salle de classe II
Antes de llegar a su aula en un colegio público de Marrakech, el profesor de artes plásticas Hicham Benohoud había preparado un croquis. En él traía dibujada la escena a fotografiar. Durante unos segundos algunos de sus alumnos posaban para él saltando desde pupitres, envueltos en cinta adhesiva o tocados con esculturas móviles de alambre. Mientras tanto, sus compañeros seguían trabajando, acabando las tareas. En una hora todo había terminado, la sesión y la clase. Durante años, el profesor compaginó su trabajo docente con este proyecto, La salle de classe, que está compuesto de fotografías que denuncian la pasividad, la anulación de la sorpresa, el hecho de que la vida siga mientras lo extraño acontece
Sus fotografías denuncian que la vida siga mientras lo extraño acontece"Cuando empecé a tomar estas imágenes, la idea era utilizarlas como modelo para mis cuadros. Pero pronto me di cuenta de que el resultado de las pinturas no era tan impactante como el de las fotos", comenta Benohoud. Su obra se exhibe en el Festival La Mar de Músicas de Cartagena, que este año está dedicado a Marruecos. "Mi intención era hacer una crítica a la presión que sufrimos en Marruecos desde la sociedad, la política y la religión. Todo ese peso, que estaba latente en mis alumnos y en mí, puede verse en cierta violencia de las fotografías", explica el artista.
A por el misterio"Como las fronteras entre política y religión no están claras", comenta Benohoud "yo quería hacer una denuncia que tampoco fuera explícita, que dejara lugar a la interpretación de quien observa las fotografías". El verbo que utiliza el artista es el correcto, el espectador no mira las fotos de Benohoud, las observa. Sus series La salle de classe I y II encierran un aura de misterio que atrapa la mirada y estimula la imaginación. "Todo era natural, utilizábamos los materiales y el espacio del aula, los alumnos servían de modelo tal y cómo venían de casa, nada era forzado. De alguna manera, en las fotografías se refleja la opresión a la que estábamos sometidos", reflexiona.
Recordando las sesiones, Benouhoud remarca la dicotomía a que se enfrentaban los alumnos: "Para ellos era una falta de respeto no hacerme caso porque yo era el profesor, pero también lo era subirse a las mesas o tirarse al suelo".
"Mi intención era criticar la presión que sufrimos en Marruecos"Al final, conseguían pasar un buen rato, "aunque no acababan de entender lo que hacíamos, para ellos las buenas fotos son las que sacaban a gente sonriendo en un cumpleaños". No hay que olvidar que a finales de los noventa, cuando Benohoud realizó la serie, había dos galerías de arte en Marrakech "que sólo exhibían pintura y no había un solo museo de arte contemporáneo", señala.
En 1998 consiguió mostrar su trabajo en una exposición organizada por el Instituto Francés de Marrakech. "Empezaron a llegarme ofertas desde Francia". Una muestra fue llevando a otra y Benohoud se dio cuenta de que podía vivir de su trabajo artístico. "Me mudé a París en 2002, pero allí me encontré con que ya no tenía a mis alumnos. Empecé a desarrollar otros trabajos y seguí haciendo fotos surrealistas de gente en sus casas en actitudes desconcertantes, pero el resultado no ha vuelto a ser el mismo. Estas personas conocen la fotografía artística, hay una intención", reflexiona Benohoud. Quizá ese sea el componente especial de las fotografías de La salle de classe: la inocencia con que los alumnos eran partícipes.
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