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"La novela negra libera pulsiones"

El escritor José Ángel Mañas narra en ‘Sospecha' el crimen de una farmacéutica en el extrarradio madrileño

PAULA CORROTO

Hace años que el escritor madrileño José Ángel Mañas (1971) abandonó el centro de Madrid. Después de quemar el día, la noche y la literatura con novelas como la emblemática Historias del Kronen (finalista del Premio Nadal en 1994) y Mensaka se mudó a la pequeña localidad de Sevilla La Nueva, situada en el suroeste madrileño . Y cambió los hábitos, aunque siguió escribiendo.

De esta nueva etapa surge su décima novela, Sospecha (Destino), en la que, tras la histórica El secreto del oráculo, vuelve al género negro y a recuperar a los policías Pacheco y Duarte que ya recreó en El caso Karen. Pero la atmósfera ya no queda limitada a la almendra de la capital. Mañas recoge entre sus páginas lo que él llama 'el gran Madrid': las ciudades periféricas de Móstoles, Fuenlabrada, Navalcarnero y Arroyomolinos. 'Creo que el centro ya está muy trillado, y además, Madrid va creciendo mucho, lo que ocurre es que si te quedas dentro te olvidas de todo lo que hay fuera', comenta. El paisaje de la noche, en el que perviven las drogas y sexo, también ha sufrido ligeras modificaciones con respecto a otras novelas. 'Creo que el paisaje humano ahora es diferente al de los años noventa. Y no sólo porque ahora están las bandas latinas etc... Aunque es verdad que ahora lo conozco mucho menos que antes', confiesa.

El éxito de la desconfianza

En esta historia, ambientada en el año 2005, el núcleo narrativo parte de la violación y el asesinato de una farmacéutica. Pacheco y Duarte, esa pareja de polis contrarios -uno hosco y cocainómano, el otro seductor y mujeriego- inician la investigación. Todo va bien hasta que uno de ellos es señalado como el principal sospechoso. Ahí comenzará la destrucción de esta pareja y lo que les rodea. 'Esta es una novela sobre la necesidad de confianza. La idea surgió porque tenía en mente todo el asunto de Bill Clinton y Monica Lewinsky. Y Clinton mintió, no sólo a su mujer, sino a sus personajes más allegados, con los que debería haber tenido cierta confianza', señala el escritor, que ve analogías de esta desconfianza con la época actual: 'Nuestra sociedad está en tiempos de crisis, desconfiamos de los políticos, de los bancos, los empresarios, los trabajadores...'. El escritor también introduce en la trama la crisis inmobiliaria que estallaría muy pocos años después y la llegada de la inmigración, un fenómeno muy interesante para la literatura.   

Las novelas de Mañas basculan entre el realismo y las características clásicas del género negro. Para él, que se reconoce lector de Jim Thompson y Vázquez Montalbán, más que la crítica social, lo más importante de la novela negra es 'la atmósfera psicológica de anormalidad que tienen con todos esos criminales, detectives alcohólicos y policías corruptos. Aparte de que un crimen es lo más novelesco que existe'. A la vez al escritor también le sirve como válvula de escape: 'La novela empieza donde acaba la vida de cada cual y eso permite liberar pulsiones. Y, en este sentido, la novela negra cumple muy bien esa función'. De ahí que no le extrañe el éxito de Stieg Larsson, un escritor que le parece 'importante porque nos descubre una sociedad nórdica interesante'.

Mañas ya lleva escritas diez novelas, pero es inevitable que acabe hablando de Historias del Kronen. A él parece no importarle. 'Cada escritor tiene una novela que es un buque insignia. Cuando yo escribí esta, al ser muy autobiográfica mucha gente dijo que era un escritor de una sola novela. Bueno, ya llevo diez... Y creo que es un privilegio poder seguir hablando del Kronen', afirma. A pesar de los quebraderos que le trajo su adaptación cinematográfica en 1995, tampoco le guarda resquemor al cine. Al contrario, le considera 'el gran arte narrativo de este siglo'.

Queda Mañas para rato, avisa antes de despedirse. Y, de hecho, confiesa que le encantaría acometer 'un thriller de esos de verdad como hacen los americanos'. Quiere seguir escribiendo, al fin y al cabo. Aunque el centro de Madrid y el Kronen ya hayan quedado lejos.

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