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Antonio Pampliega llega vestido naranja. Resulta irónico cuando fue el color que tanto temió durante su secuestro en Siria. El mismo color que vistió en el video de la decapitación su amigo Jim Foley. Pampliega era consciente de que yendo a Siria corría un grave riesgo, en particular, por la condición precaria que vive como freelance.
El 7 de mayo de 2016 son liberados Antonio Pampliega, José Manuel López y Ángel Sastre tras 10 meses secuestrados por Al Nusra, rama de Al Qaeda en Siria. Desde 2011 han sido asesinados 211 compañeros y en este momento hay otros tres periodistas occidentales secuestrados.
Los tres periodistas se encontraban retenidos juntos hasta que un exoficial español del Ejército del Aire al que había entrevistado Pampliega en 2012 se pone en contacto con el grupo de yihadistas.
"El secuestro cambia para mí cuando aparece este exmilitar español que estuvo dando instrucción militar a los rebeldes sirios. Quiero creer que lo hizo de buena voluntad. Pero estuvo a punto de costarme la vida”, al periodista se le entrecorta la voz cuando recuerda el momento en el que lo separan de sus compañeros porque lo toman por un espía del Gobierno español.
Mientras estuvo retenido le simularon una decapitación aunque Pampliega asegura que “lo peor fue la soledad total. Todo eso metido en una habitación solo contigo y te lo comes tú solo”. Ya lo decía su padre:“Tú no tienes una profesión, Antonio. Tienes un hobby muy caro”.
La cobertura bélica es muy cara y los medios pagan mal
Gran culpa de que este tipo de raptos tengan lugar, la tiene la precariedad que sufren los profesionales, según explica a Público el reportero. A pesar de que nadie se puede asegurar plenamente frente a una guerra, si los medios “pagasen realmente lo que vale una cobertura, seguramente podríamos haber pagado una escolta armada, que, aunque no es cien por cien seguro, funciona como disuasión”, asegura el periodista que acaba de publicar En la oscuridad. En su libro relata cómo fueron sus casi 300 días de infierno.
Sabe que su secuestro “no va a cambiar absolutamente nada” en la situación de sus compañeros o en el interés de los medios por las guerras, pero espera poder trasladar su historia a los lectores con un libro que le ha servido de terapia. Se considera un periodista lowcost y asegura que a pesar de la prisa de los medios en contar su historia haciéndole una entrevista “nadie se ha puesto en contacto” con alguno de los tres para ofrecer “más trabajo o más colaboraciones”. Su historia impacta, pero no parece que se vaya a impedir que se repita.
“Lo que querían eran entrevistas y nos ofrecían mucho más dinero que el que pagan por una crónica”
“Lo que sí que querían todos los medios eran entrevistas con nosotros y nos ofrecían mucho más dinero que el que pagan por una crónica”, asegura recalcando que no busca un trabajo, sino mejores condiciones para los compañeros que arriesgan su vida para hablar de una guerra a la que los medios no dan la importancia bajo el argumento de que a los lectores no les importa.
“A los lectores les importa. Lo que pasa es que los medios lo obvian porque la cobertura bélica es muy cara y prefieren hacerlo de agencia. La guerra en Siria se ha contado tan mal que no se sabe lo que está sucediendo. Si se hubiera contado mejor es posible que entendiésemos que vengan cienes de miles de refugiados, no solo de Siria, a Europa”.
"La guerra en Siria se ha contado tan mal que no se sabe lo que está sucediendo"
La radicalización y la llegada del Daesh son dos fenómenos que se podrían haber previsto, según explica Pampliega. “Una de las veces que voy a Siria, en septiembre de 2012”, asegura el reportero que ha estado doce veces en el país árabe, “los sirios nos decían a los periodistas occidentales que no entendían porque occidente no les echaba una mano. No pedían tropas. Pedían una zona de exclusión aérea para que el régimen no pudiese bombardear".
"En un momento dado me dicen: ‘Si los occidentales no venís a ayudarnos, ya vendrá alguien a echarnos una mano y en ese momento el problema no será nuestro, el problema lo tendréis vosotros’. Años después aparece el Daesh y comienzan los atentados en las grandes capitales de occidente”.
Con la ola de atentados y la llegada de refugiados los medios comenzaron a hablar más de la guerra, pero las condiciones de Pampliega y sus compañeros no mejoraron. En verano de 2015, cuando viajaban en un coche por Alepo, el vehículo se frenó y fueron secuestrados a plena luz del día.
Partidas de ajedrez con su secuestrador
A pesar de la tensión, en sus viajes a Siria, el corresponsal empatiza con los sirios y en particular, durante su tiempo encerrado, llega a comprender a Tom, uno de los jóvenes que lo tiene retenido. Tom, con quién juega al ajedrez durante la primera parte del secuestro, tenía 19 años cuando decide luchar junto al Ejército Libre. “Miro a Tom y le puedo llegar a entender. Quiere tomar un fusil e ir a combatir. Quiere vengar a su hermano. Hay odio en su corazón. ¿Quién no lo tendría?”, escribe Pampliega.
"¿Por qué voy a juzgar a un chaval porque grita Alá es grande?"
“Hace 80 años hicimos lo mismo. Mi abuelo con 19 años cogió su rifle y se fue a combatir con la República”, recuerda. “Tom con su misma edad se fue a combatir al lado de los rebeldes. Si no soy capaz de juzgar a mi abuelo, ¿por qué voy a juzgar a un chaval porque grita Alá es grande? ¿Quién somos nosotros desde nuestro prisma europeo para juzgar a esta gente? Llevan 40 años o más bajo una de las dictaduras más férreas del mundo, lo único que quieren es libertad”, explica a Público.
“Esa gente que se levanta el 15 de marzo del 2011 no es la misma que está combatiendo hoy en la revolución. La revolución original la secuestraron hace mucho tiempo. En los primeros años querían instaurar la democracia, a día de hoy lo que quieren es instaurar la sharia”.
Antonio Pampliega no entiende los juicios de valor frente a las revoluciones árabes. “En las revoluciones árabes son todos terroristas y están todos o empujados, o son títeres de occidente. Pero en el 15-M no, cuando es más tardío que las otras revoluciones. Los occidentales si tenemos derecho a salir a la calle porque no tenemos un sueldo digno, pero los árabes que llevan 40 años bajo dictaduras de diferente rango no tienen derecho porque son imbéciles”, critica el periodista que se enfrenta a las voces que lo acusan de apoyar al bando equivocado. “La vida no es blanco y negro. Hay muchos matices. Ni los rebeldes son buenos, ni Al-Assad es malo. Igual que los rebeldes no son tan malos, ni Al- Assad tan bueno”, explica.
“¿Por qué no te mataron?”, preguntamos desde Público. Pasan diez segundos de silencio incómodo. Se alargan. “No lo sé”, contesta, “no lo sé”. Sigue comiendo aceitunas a pesar de que durante mucho tiempo fueran la base de su dieta. No ha vuelto a Siria pero no tiene dudas. Seguirá siendo periodista. Aunque tenga que sufrir el ‘low cost’ de los medios.
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