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De Pan Bendito al éxito fugaz: la historia poco conocida de Tina de Las Grecas

'Público' conversa con el entorno de la artista, fallecida hace casi 30 años. Expertos consultados por este diario consideran que Las Grecas transformaron el flamenco.

Tina, de Las Grecas, en una sesión fotográfica.
Tina, de Las Grecas, en una sesión fotográfica. Cedida

En la víspera de Navidad, en aquel bajo de la calle San Antolín del barrio madrileño de Carabanchel Bajo, siempre se producía el mismo ritual: mi abuelo Luis cortaba turrones, mientras sonaba Gipsy Rock en el tocadiscos Philips, hasta que llegaba el track de Te estoy amando locamente y entonces solo se le escuchaba cantar a él. Es difícil concebir, ya tiempo después, la magnitud del éxito de Las Grecas por aquel entonces: apoteósico y sin precedentes, como las pioneras que fueron. Con los años, las personas se van y los recuerdos se difuminan, pero siempre quedan amparados por una música que nos ha acompañado en las celebraciones de la vida.

No muy lejos de allí, de una casa prefabricada en Pan Bendito salieron dos hermanas tan inseparables como unidas por su pasión por la música y el arte: Carmela y Edelia Muñoz Barrull, esta última apodada Tina. Criadas en una gran familia de artistas, al amparo del cante flamenco y la influencia de ritmos innovadores como el pop y el rock de la época, encontraron su primera oportunidad en el tablao de Manolo Caracol, en la calle Barbieri, con nada más y nada menos que Camarón y Paco de Lucía como público en su primera actuación.

Apodadas Las Grecas por la composición griega Sagapó, que ilustró sus primeros cantes sobre el escenario, vivieron un boom en una época cultural convulsa que afectó sobre todo a Tina, tanto por la presión del éxito como por el trastorno de salud mental que le fue diagnosticado durante su época de mayor éxito. Desde entonces, su sufrimiento se convirtió en un gran reclamo mediático, algo que ha impedido hablar de Tina como lo que ella fue: una madre pasional, una amiga muy cercana y una brillante cantaora a la que la fama y sus caprichos no le terminaron de gustar. Esta semana, a casi 30 años de su fallecimiento, Público ha hablado con su familia y entorno para conocer más sobre una de las artistas que más influenciaron la evolución del flamenco a finales del siglo XX.

Explosión, fama y apogeo: las primeras de muchas

"En realidad, fue mi tía Carmela la que quería cantar y quería hacerlo sola, pero cuando las vieron juntas alucinaron, y estaba claro que eso era un tándem". Habla Saray Muñoz Barrull, hija primogénita de Tina. Cantaora del Ballet Nacional, ha dedicado gran parte de su vida a homenajear el legado de su madre a través de sus actuaciones y honrando su memoria al recordar su vida. Las hermanas llevaban apenas dos años de edad, pues Carmela había nacido en 1954 y Tina en 1957, por lo que estaban siempre juntas. Tina era la pequeña y estaban siempre juntas. Cuando comenzaron a actuar en los tablaos a principios de los años 70, aún siendo menores de edad, el éxito y reconocimiento no les tardó en llegar. Su estilo único e innovador, así como la fuerza y coordinación de su cante, impactaron a todo aquel que las veía.

"Fueron muy personales en su música. Improvisaban las canciones sobre la marcha y si no sabían hacer algo se lo inventaban también. No tenían vergüenza de nada, les salía natural. Consiguieron construir ese estilo único porque no esperaban agradar a nadie y eran muy curiosas e innovadoras. En nuestra casa siempre se ha escuchado todo tipo de música, eran muy abiertas musicalmente", recuerda Saray. Precisamente, la artista cuenta que el hit Te estoy amando locamente (1974) fue compuesto espontáneamente por ellas tomando como inspiración la música de José Luís de Carlos, algo que también fue recordado por Carmela en años posteriores a pesar de que, de la misma forma que con otras canciones, no consta como si ellas formaran parte de su autoría. "En esa época aún eran pequeñas e ingenuas y no lo registraron", añade la cantaora.

Durante la promoción de su segundo disco, Mucho más (1975), en una sucesión de actuaciones, entrevistas y apariciones televisivas, fue cuando conocieron al periodista Juan de Dios Rodríguez, que en ese momento estaba empezando en Los 40 Principales. Ya habían coincidido anteriormente en una presentación de la artista Cecilia en la antigua sala J&J de Callao, pero volvieron a encontrarse en una entrevista con Joaquín Prat. "Nos impactamos mucho los tres -Carmela, Tina y yo-. Esa forma que tenían de expresarse, cómo hablaban, las ganas que tenían de trasladar su calidad artística al público... Eran un portento de la naturaleza, eran tremendas. Te impactaban. Hacían todo lo posible porque entraras en su ambiente musical", recuerda el radiofonista.

Un terremoto de inspiración e influencia que se reconoce en la escena artística flamenca en sus diversas versiones. "Las Grecas indudablemente han sido un referente en toda la cultura flamenca y en las corrientes que han venido después. Para el relativo poco tiempo que estuvieron juntas, removieron la sociedad española entera. Renovaron la música y la concepción que había de ella porque de repente salieron dos gitanas cantando un flamenco adaptado a la modernidad de ese tiempo, a una cultura más joven, saliendo un poco de ese flamenco tradicional que se suele tener en mente cuando se piensa en sí mismo", cuenta María García Mayo, hija de artistas de la escena en Madrid y vinculada al entorno de Las Grecas y a la cultura flamenca.

"Su música se convirtió en un símbolo de la cultura popular, eran dos mujeres gitanas de raíces humildes. La gente pija y adinerada rara vez se va a ver reflejado en ello, como mucho adoptará esa energía y figura para sacar provecho tratándolo como algo exótico e inexplorado, tal y como pasa a día de hoy con muchos de los elementos de la cultura gitana. Pero ellas eran de la calle, de los barrios, de las fogatas, y representaban sus raíces en cada momento, de una manera u otra. El barrio veía su referencia en las propias mujeres del barrio", añade.

"Fueron muy bien acogidas por los músicos gitanos, flamencos, del mundo del rock, eran muy impactantes. Imagínate en esa época a esas dos saliendo de su casa prefabricada en Pan Bendito con esos outfits, tan altas, tan graciosas... Los gitanos alucinaban porque ellas fueron rompedoras en todas las áreas, no solo en la musical, también en nuestra cultura y para las chicas en general", explica Saray. Además, el éxito de las dos hermanas también impulsó la aparición de más mujeres artistas en la escena. "Ellas abrieron la veda, se lanzaron a cantar y entonces muchas otras chicas también querían y sus familias lo veían bien. Si no hubieran estado Las Grecas, las familias más tradicionales no lo habrían visto tan bonito, tan natural, tan atrayente. Y, sin embargo, animaban a sus hijas, a sus nietas... ya lo veían más natural y más bonito. Muchas primas de ellas también salieron a cantar, muchas gitanas hicieron duos... y no triunfaron porque Las Grecas lo eclipsaban todo, pero sí se atrevieron. Enseñaron que sí se podía, que se podía salir, que se podía poner una un escote o pantalones, llevar las barrigas al aire y venga para alante a cantar y divertirse y ver la vida de otra manera", añade.

Un estrellato musical que transformaría el género de arriba a abajo, irrumpiendo ante las corrientes más tradicionales y siendo una fuente de inspiración para la apertura de las mismas, según cuenta a Público la historiadora, científica y tecnóloga de la música Lorena Jiménez Martínez: "En su primer álbum, Gipsy Rock, Las Grecas retoman temas preexistentes como El Garrotín o Achilipú, añadiendo teclados fender rhodes, bajos, guitarras eléctricas distorsionados, baterías y, al fin y al cabo, elaborando un álbum rock, sin olvidar lo gipsy", explica la experta. "Supuso una declaración de intenciones, un no retorno y una fuente de influencia que llega hasta el día de hoy, cuando se vive una nueva ola de fusión del flamenco. Fue esa sacudida lo que a los artistas más fundamentalistas les hizo renegar de la expresión más experimental entrando en la lista negra a la que más adelante se sumaría Camarón con La Leyenda del Tiempo o Enrique Morente con Omega", destaca.

La cara menos conocida de Tina: madre, amiga, cantaora

A mediados de los setenta, Carmela y Tina desarrollaron una relación personal muy intensa con el periodista Juan de Dios Rodríguez en una época de pleno apogeo profesional para Las Grecas. En el trato cercano, Rodríguez recuerda la gran cercanía de las hermanas, pero también su extremada profesionalidad y pasión por la música. "Era una entrega... estaban pensando continuamente en la capacidad de cantar, ibas con ellas en el coche e iban improvisando sobre la marcha. Había viajes que eran auténticas sesiones de creatividad e iban cantando cualquier cosa que contaban, dando palmas…era increíble cómo trasladaban lo artístico a lo profesional y viceversa", recuerda. Precisamente, recuerda cómo en un viaje en carretera surgió la idea de crear el mítico single Qué bonita aquella noche desde el Eleonore de The Turtles. Siempre buscaban experimentar, versionar, mezclar y crear nuevos sonidos.

El año 1975 fue muy intenso para las hermanas y particularmente especial para Tina, por el nacimiento de su primera hija, Saray. Sin embargo, su carrera profesional era demasiado demandante. La inesperada escalada a la fama no le gustaba demasiado y le impedía poder estar en casa todo lo que quería. "El camino al éxito lo vivió mal, sobre todo por su personalidad. Era muy introvertida y, además, aún era una niña. Le agobiaba demasiado, no estaba preparada. Es verdad que una vez iba a hacer las galas a ella le apasionaba cantar y disfrutaba y se reía, pero estoy totalmente convencida de que ella habría querido otra cosa, estar más en la sombra. Tenía una obsesión y una pasión que éramos nosotras, sus hijas. Quería estar con nosotras pero no podía porque le faltaba tiempo".

Saray fue criada por su abuela, pues nació en el momento más alto de la carrera de Tina. "Para la familia, su éxito también fue muy impactante. Yo, además, nací en el boom de su carrera, y mi abuela... pues se vio sola con un bebé, día tras día. Eso era interminable. Igual venían un rato o una noche... pero para ella fue mucha tristeza y soledad". Cuando el dueto vivía sus últimos meses de trayectoria, nació su segunda hija, Tamara, en 1979. Posteriormente nacerían las mellizas Tania y Siria en 1981, que fueron llevadas a una casa de acogida en la época en la que Tina ya experimentaba problemas de salud. A pesar de ello, Tina acudía habitualmente a verlas junto a Saray y Tamara, pero posteriormente fueron puestas en adopción. Lo mismo pasó con Alba, su quinta hija, nacida en 1986 y posteriormente adoptada como Begoña.

En estos años, Tina llegó a casarse tres veces y vivía por ver a sus hijas. "Recuerdo a mi madre muy cariñosa, muy pegajosa, siempre nos llegaba con regalos y deseando estar en casa... La recuerdo muy amorosa con todas sus niñas, nos ha querido muchísimo", expresa su hija mayor, emocionada. "Recuerdo la primera vez que la vi actuar, todos los brillos en los vestidos, los focos, ella con una luz en la cara. Yo siempre he sido fan de mi madre, me impactaba mucho ver esa sonrisa que tiene ella. Es así como la quiero ver, como yo la recuerdo. Todo el tiempo que podía estar con nosotras era muy importante para ella". Años después de su fallecimiento, las hermanas consiguieron reencontrarse a través de las redes sociales y juntas acudieron al primer homenaje a Tina en 2017.

Este evento fue organizado por su hija Saray más de veinte años después del fallecimiento de la cantaora, y consiguió reunir en la sala Shoko de Madrid a diversos artistas de renombre de la cultura flamenca como Farruquito, Manuel Malou, Mayte Maya, Rafael Amargo, Azúcar Moreno o Jorge Pardo, entre otros. Muchos otros grandes del flamenco también llamaron a la primogénita para transmitir sus ganas de acudir, aunque no pudieran estar. Un homenaje que evidenciaba la figura de Tina como icono, inspiración y pionera en la evolución del flamenco. "Ellas son el origen de toda la evolución posterior que ha habido en el flamenco y en el rock. Todo ha sido a raíz de ellas; son las que lanzaron aquella forma de cantar e interpretar y luego vinieron todas las derivadas", explica Rodríguez. "A día de hoy ella sigue siendo un mito para el flamenco. Hay muchas influencias de sus quejíos, de sus giros y de su manera de cantar en cantaores de la época como Camarón o el Zíngaro", añade.

Según la musicóloga Jiménez Martínez, sin Las Grecas no existiría el rock flamenco: "Los setenta en España fueron ese medio camino entre dictadura y modernidad. Las hermanas rompieron con el canon preestablecido sin dinamitar de golpe las naturalezas tradicionales durante la última época franquista enfocada, principalmente, a un repertorio de coplas. Las Grecas aparecieron justo en el momento indicado y la música siempre está influenciada por los sucesos en la sociedad, ya que su inspiración no se limita a la abstracción", analiza la experta. "En los setenta, el rock andaluz vivía su mayor auge gracias a la participación de subsellos como Serie Gong y figuras como Gonzalo García Pelayo, pero ellas fueron las primeras en trascender la barrera del rock psicodélico y el flamenco, aunando al público y escogiendo los elementos musicales necesarios para no sobrepasar la balanza hacia ninguno de los dos géneros e inaugurando el nuevo sonido del Caño Roto".

El fin de una carrera, el inicio de un legado

A principios de los años ochenta, y con su carrera todavía en creciente desarrollo habiendo cruzado el charco a Estados Unidos junto a Sony, los aspectos demandantes de la industria, sumados a su diagnóstico de esquizofrenia, hicieron que Tina quisiera tomar la decisión de dejar la música. "Ella ya tenía tomada la decisión de terminar porque no se sentía a gusto, prefería cantar en solitario. Al final, tuvo que dejarlo", cuenta Saray.

Durante aquella época, la presión mediática fue especialmente dura para Tina, su familia y su entorno cercano, vinculando su final en la música a la mala vida en pleno auge de la movida madrileña. "Ha habido mucho tabú con el tema de las enfermedades mentales y eso tiene que cambiar... Es verdad que está cambiando, pero no te creas que tanto. Imagínate en esa época: lo disfrazaron de adicciones, alcoholismo... todo tipo de etiquetas sin citar nunca la raíz del problema, que es la enfermedad mental en sí", explica la primogénita. "Cualquier persona puede verse en esa situación y lo que necesita es apoyo, así como las familias".

Tina falleció en 1995 en un centro de acogida de Aranjuez por complicaciones derivadas del sida, una enfermedad que se cobró la vida de muchos artistas e iconos culturales de la época. Su entorno manifiesta haberse visto desamparado ante una industria y una sociedad que también le dieron la espalda. "La gente que les rodeó, no los músicos, sino la industria, las explotaron bastante y mal. Así como la discográfica sí que las cuidó muy bien, el mundo de la representatividad... no las supieron llevar", explica Rodríguez. "Tina había perdido las ganas de luchar y de vivir, se había ido a ese paraíso de los dioses donde ella ahora mismo es más feliz porque esta industria no la supo entender, no la supo ayudar, cuando tuvo malos momentos. Tanto como dieron ellas a la industria... creo que esta ha sido injusta con ellas. En general, no somos un país agradecido hacia los artistas: cuando vemos que lo pasan mal, nos regodeamos sin saber por qué pasan ciertas cosas".

En la actualidad, la música de Las Grecas continúa sonando en festividades y celebraciones, también como la banda sonora de diversos filmes de cine quinqui y popular de la época, con un estilo que supo revolucionar el flamenco desde dentro y contar las historias de dos mujeres de una barriada humilde, así como poner en el centro su cultura y sus anhelos. En cuanto a Tina, sigue siendo ante todo recordada como la artista, la hermana, la amiga y la madre que fue, inmortal en las palabras de aquellos que la vivieron y la quisieron, y aquellos que la reconocen en su arte.

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