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Los pensionistas más glamurosos del mundo

Michael Caine, ya octogenario, afina su incuestionable talento con el papel de jubilado en La juventud, de Paolo Sorrentino, Premio del Cine Europeo al Mejor Actor, Película y Dirección. Otros grandes como él se han ‘retirado’ en la ficción antes que en la vida.

Michael Caine y Harvey Keitel en 'La juventud' (2015).

MADRID.- Este británico tan flemático, tan elegante, que resulta que es un cockney tan de barrio con tanta experiencia de la calle, de la vida… Este grandioso Michael Caine, a punto de cumplir 83 años, decía hace no mucho en una entrevista que se había jubilado 30 veces. Cada vez que intenta abandonar, aparece en su vida una oferta que ‘no quiere’ rechazar. La que le hizo Paolo Sorrentino, director de la deslumbrante La grande bellezza, no iba a ser la excepción. Muy al contrario, con el personaje de Fred Ballinger de La juventud, el de un compositor y director de orquesta retirado, renueva su entusiasmo y se convierte en nuevo aliado del napolitano.

Premio del Cine Europeo a la Mejor Película, al Mejor Director y al Mejor Actor, para Caine, el filme cuenta con otro de los grandes, Harvey Keitel, en edad de jubilación también. Ambos se mueven por el especialísimo universo Sorrentino interpretando a una pareja de amigos octogenarios o casi, un músico y un director de cine intentando sacar adelante su ‘testamento fílmico’, pasando las vacaciones de verano en un hotel-balneario de súper lujo en los Alpes. Un espacio dominado por la belleza insuperable de la naturaleza, que se convierte en escenario ideal para que el cineasta ponga en boca de sus personajes declaraciones que podrían ser parte de su propio manifiesto artístico.

En medio de montañas nevadas, cielos impolutos, praderas coloridas… un viejo artista dice: “La frivolidad es una tentación irresistible”. “La frivolidad también es una perversión”, contesta el otro. El vicio de la ligereza en el que cae con tanto gusto Sorrentino, aunque ciertamente sea incapaz de esconder toda la profundidad que encierran sus personajes.

Fred y Mick hablan de la vejez, del arte, de los recuerdos perdidos, de cómo hubiera sido lo que no han conocido pero hubieran querido, del deterioro, del amor, de la amistad… Charlan y observan a sus compañeros de hotel, un Maradona en sus peores momentos, un actor de Los Ángeles culto y austero, un cura budista en constante meditación… Casi todo es, por dentro o por fuera, un poco deforme, en medio de esa controlada belleza. El resultado, sin duda, es excesivo, pero el talento de Sorrentino es conseguir justamente que su película sea divertida, brillante, por momentos, emocionante, irresistible en su petulancia. A la napolitana.

Geniales jubilados

'Ni un pelo de tonto'

Una muy buena, y muy arriesgada, elección para ‘volver a retirarse’, en el caso de Michael Caine, que, como otros de sus colegas, ha afilado humor, ironía, inteligencia, experiencia… en estos años de veteranía y aquí encarnando a un jubilado. Sin desdeñar, por supuesto, algunas grandes interpretaciones de su vida, al inmortal Paul Newman le pasaba algo parecido en Ni un pelo de tonto, la comedia de Robert Benton en la que el actor se ponía en la piel de un trabajador de la construcción en edad de jubilación también, aunque obligado a hacer algunas ‘chapuzas’ para sacar unos pocos dólares. Divertidísimo, él engrandecía la película.

Otro retirado genial es Warren Schmidt –Jack Nicholson en su salsa–, desorientado, cabreado y aburrido cuando llega el día en que tiene que dejar de trabajar. A propósito de Schmidt (Alexander Payne, 2002) mostraba un Nicholson tan brillante como siempre, aunque más contenido que en otros trabajos, un tipo divertido en sus miserias cotidianas que, sin embargo, transmitía cierta amargura.

Un sentimiento por el que no están dispuestos a pasar los personajes de Space Cowboys (2000), unos veteranísimos y muy achacosos ex pilotos del ejército de EEUU que consiguen, aunque muy ‘a destiempo’, convertirse en astronautas. Dirigida con Clint Eastwood, él mismo lideraba el reparto junto con Tommy Lee Jones, Donald Sutherland y James Garner. Cuarteto de lujo para un gran y muy entretenido espectáculo.

Clint Eastwood, Tommy Lee Jones, Donald Sutherland y James Garner, cuarteto de lujo para un gran y muy entretenido espectáculo en 'Space Cowboys' (2000).

Clint Eastwood, Tommy Lee Jones, Donald Sutherland y James Garner, cuarteto de lujo para un gran y muy entretenido espectáculo en 'Space Cowboys' (2000).

Clint Eastwood aparecía ya antes jubilado, aunque de otra forma, encarnando al sombrío Bill Munny (Sin perdón, 1992), ex pistolero metido a padre de familia que volvía a las andadas para sacar adelante a sus hijos. Casi jubilado estaba como Frank Horrigan, el escolta que fue guardaespaldas de Kennedy y que ahora se empeñaba en correr al lado del nuevo presidente, en En la línea de fuego (Wolfgang Petersen, 1993). Y, definitivamente retirado, estaba en el papel del cascarrabias y huraño Walt Kowalski de Gran Torino (2008), un veterano de Corea, obrero retirado del sector del automóvil, con el que el cineasta conseguía mucha emoción, pero también se reía hasta de su sombra.

Pepe Isbet y Gloria Swanson

Otro jubilado legendario del cine es el que interpretó Pepe Isbert en El verdugo (Luis García Berlanga, 1963) —un verdugo profesional que intenta convencer a su yerno de que solicite la plaza que él va a dejar vacante—, probablemente la mejor comedia del cine español de todos los tiempos. Era un personaje que llegaba tres años después del otro mítico retirado que encarnó el actor en El cochecito (Marco Ferreri, 1060).

Muchos otros grandes actores han confirmado talento, ya veteranos, interpretando a personajes en los que mandaba su condición de jubilados. Peter O’Toole lo hizo admirablemente en Venus (Roger Michell, 2006), Bill Murray es un retirado que necesita pasta en St. Vincent (Theodore Melfi, 2014) e Ian McKellen es un honorable Sherlock Holmes jubilado en Mr. Holmes (Bill Condo, 2015).

Gloria Swanson en 'El crepúsculo de los dioses' (1950), la obra maestra de Billy Wilder.

Gloria Swanson en 'El crepúsculo de los dioses' (1950), la obra maestra de Billy Wilder.

El conflicto de la jubilación en el caso de los personajes femeninos no se ha tenido muy en cuenta en el cine, que acostumbra a recurrir a las mujeres para papeles de amas de casa, como mucho de venerables ancianas o ricachonas de la tercera edad, pero casi siempre como secundarias. Bernadette Lafont en El postre de la alegría (Jérôme Enrico, 2012), donde compartía cartel con Carmen Maura, es una reciente rareza. Una jubilada a la que no le llega la pensión para vivir y que encuentra en el tráfico de drogas un medio de subsistencia. La excepción, sin duda, es El crepúsculo de los dioses (1950), obra maestra de Billy Wilder, donde una inmensa Gloria Swanson interpretaba a una actriz jubilada a la fuerza, por culpa de la llegada del cine sonoro, aunque, obviamente, el tema de la película era otro.

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