Este artículo se publicó hace 13 años.
Perdón por la insistencia, estoy desnudo
Los lectores de poesía saben que, muchas veces, los protagonistas del poema no son las personas que aparecen en él, sino los objetos que los acompañan. Los teléfonos móviles, los aviones y las casas desordenadas reproducen los rasgos propios mejor que un espejo, pues en los objetos ponemos nuestra esperanza de éxito: de la amistad, en los bares; del amor, en los teléfonos; del regreso, en los aviones.
Con los objetos negociamos el desorden (ese desorden que "funda la intimidad", aunque la poesía es esa "nostalgia de orden" de una vida mejor), pactamos con el tiempo ("Los viejos cascarrabias son tan peligrosos como los jóvenes sin historia"), con las palabras ("Un idioma es, más o menos, la patria del poeta"), con la imaginación ("un arma blanca / en ojos solitarios") y con nuestra intimidad ("Cuando cierro los ojos soy dueño de un desnudo").
Estos personajes-objetos, y la presencia del invierno en lo húmedo (ríos, mar, lluvia y vaso de agua) son los protagonistas de Un invierno propio, el libro más desnudo de Luis García Montero. Después de la reconstrucción biográfica de Vista cansada, esta es la biografía de un hombre sin atributos, un viajero que se pregunta por sus razones y por sus lazos con el presente en aeropuertos y casas prestadas.
Parte del atractivo de estos poemas reside en su aspecto de notas efímeras y de conversaciones de amor imaginarias. Una sencillez expresiva que parece inaugurar una fértil etapa en la poesía de Luis García Montero. Uno de sus mejores libros.
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