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Un poeta por el anonimato y contra la inmortalidad

Darío Jaramillo presenta 'Del amor y del olvido' y 'Memorias de un hombre feliz'

MARÍA G. TORRES

Encontramos a Darío Jaramillo en una amplia terraza que da a un patio interior en las oficinas de la editorial Pretextos, en Valencia. La vida ocurre y se escapa a través de las ventanas de las fincas que nos rodean. Jaramillo trata en sus poemas temas tan cotidianos como los gatos, los amores imposibles o los fantasmas. Todos ellos presentes en las casas que le rodean y en sus palabras, que desgrana con la velocidad de la poesía: la calma.

Estos días el escritor colombiano presenta su poemario Del amor y del olvido y su novela Memorias de un hombre feliz. Dice que el encuentro con el público le pone realmente nervioso: 'Escribir es un ejercicio solitario porque eres una persona aislada y, de repente, te ponen delante de 30 inocentes o malvados a leer tus versos. Da mucho miedo, la vejiga me dice que siento verdadero pánico' confiesa el autor que ha firmado poesía, ensayo y novela desde 1974.

Jaramillo, desgrana un fino sentido del humor armado de inteligencia y sencillez en cada frase. Una muestra de ello es que tuvo un grave accidente por el que estuvo a punto de perder la vida. Finalmente, le amputaron una pierna y, para sobreponerse, comenzó a idear chistes sobre su nueva situación. 'Un amigo me preguntó si, de haber sido un ciempiés, después del accidente me hubieran quedado 50 o 99 pies. No hay como el sentido del humor para ponerse en el lugar que a uno le corresponde y darle a las cosas la importancia que merecen', comenta Jaramillo.

Entiende la escritura como una práctica íntima. 'Jamás he sentido miedo ante la hoja en blanco, de lo contrario no escribiría. Disfruto del proceso de la escritura porque me hace aprender cosas sobre mí mismo y, cuando la duda queda resuelta, sobrevienen nuevas preguntas y nacen nuevos poemas. Todo lo que trae después, la edición del libro, la comunicación con el lector, etc. ya me preocupa menos, estoy más interesado en el anonimato que en la inmortalidad', explica el Premio Nacional de Poesía de 1978 por Tratado de retórica, creador de deliciosos textos como Gatos o Memorias de un hombre feliz.

La poesía busca su sentido entre la velocidad de nuestros días como un lugar de resistencia: 'Tal y como la entiendo, se hace y se lee en calma, con serenidad. A mí, afortunadamente, un accidente me reeducó para la calma. En mi escritorio tengo enmarcado un lema que dice Ir muy despacio'', como si los poemas fueran lentos, como si la poesía tuviera otra velocidad.

Al verso lo desnuda, le quita artificio, deja la expresión de un sentimiento y cita a Cocteau ('Con lo fácil que parece, no se nota el trabajo que nos costó'), para aclarar su voluntad poética. 'En lo poemas, el trabajo viene por avalanchas. De repente me llega un tema, me asalta, y la primera fase es escribir. Después abandono los textos durante dos o tres años, el tiempo suficiente para retomarlos como si los hubiera escrito mi peor enemigo'.

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