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Una preciosidad llamada Ava Gardner

BRAULIO GARCÍA JAÉN

'El cine ha venido pareciéndose cada vez más a la vida', dijo ayer Ariadna Gil tras el estreno del filme sobre la vida que Ava Gadner se bebió entre Pandora (1951) y Harem (1986), primera y última de sus películas filmadas en España. No lo dijo pensando en el exquisito montaje documental al que sólo ha puesto voz en off, pero resume bien los 80 complejos y emocionantes minutos que se vivieron durante la proyección en el Kursaal de San Sebastián. Se parecen mucho, sí, salvo que La noche que no acaba, al contrario que la vida, no es en absoluto caótica.

Toda película cuenta al menos dos relatos: el argumento de la obra y la historia de los cuerpos filmados, sostiene Isaki Lacuesta en su nueva película. Si tuviéramos que desmontarla, diríamos que cuenta por lo menos tres, porque el argumento es doble. Una biografía original de Ava Gardner, montada con planos y escenas de archivo, recortada sobre el fondo de un país de palmeros y muertos de hambre (lo que no siempre iba junto) que logró sobrevivir al franquismo. El cuerpo filmado es el cine, del que se ve la evolución de formatos e imágenes, para parecerse cada vez más a la vida.

Que esté inspirada en el libro de Marcos Ordoñez, Beberse la vida: Ava Gardner en España, no le resta originalidad. Además, no sólo aparece el franquismo: el recorrido comienza en un país al que todavía no ha llegado Mr. Marshall y termina en otro que está a punto de ingresar en la OTAN, lo que no dejan de ser dos maneras bien distintas de cantar lo mismo: 'Americanos, os recibimos con alegría...'. En fin, como el propio Ordoñez resumió en el coloquio posterior a la proyección, 'una preciosidad absoluta'.

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