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Dos premios Nobel en la trinchera de los libros

Vargas LLosa y Müller desentrañan el acto literario y su cualidad de refugio

MAJO SISCAR

Él, estrella de las letras españolas, ella, un talento apenas descubierto en nuestra lengua. Él, seguro y extrovertido, ella, reservada e inquieta. Él peruano-español, ella rumana-alemana. Pese a sus diferencias, vitales y literarias, Mario Vargas Llosa y Herta Müller se sentaron a dialogar sobre literatura y sus motivaciones para escribir, gracias a la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, la principal muestra literaria en español que tuvo ayer su plato fuerte al unir a los dos premios Nobel más recientes.

Pero Vargas Llosa y Müller tienen mucho más en común que el hecho de haber sido condecorados por la Academia sueca. Aunque desde diferentes posiciones ideológicas, ambos se han enfrentado a los totalitarismos que les oprimían, y han hecho de la literatura su trinchera, por mucho que el peruano insistiera ayer en que en Latinoamérica, salvo el caso cubano, 'los totalitarismos no han existido'.

'Me siento muy cercana a la literatura en lengua española', dijo Müller

'La literatura tiene enormes beneficios y uno de los más importantes es que nos hace vivir una vida que es infinitamente mas digna y más libre que la que tenemos en realidad', empezó a disparar, provocador Vargas Llosa. Herta Müller lo opacó. Para ella, 'la literatura es como un psiquiatra de precio muy asequible', aunque cuando Müller (Nitz-kydorf, Rumanía, 1953) era pequeña, su madre le dijese que no leyese tanto, porque era malo para los nervios. Esa misma mujer le explicaba con metáforas sencillas cómo eran los campos de concentración soviéticos a una edad en que aún no podía entender la barbarie humana.

Su familia, como el resto de la minoría alemana que vive en Rumanía, pagó con miles de deportaciones el apoyo prestado a Hitler en su avance hacia el oriente. Ella se crió en ese ambiente, una familia agrícola alemana exnazi, en un país socialista que los consideraba hostiles. 'Los campesinos no son locuaces, había muchos silencios y eso es interesante en literatura', recuerda.

De hecho, cuando leyó por primera vez a García Marquez, sintió que Macondo era su pueblo, ese pequeño enclave germano en medio de Rumanía. 'A lo mejor es porque es literatura excelente', señaló, pero el caso es que se siente 'muy cercana' a la literatura en lengua española. 'Lo que tenemos en las metáforas, en la sensibilidad del lenguaje, hasta en esa extraña mezcla de una cierta superstición, el desamparo, la impotencia en la vida, que se convierte en un hecho poético. Eso de interpretar las cosas hacia el destino fatal cuando uno no puede enfrentarlas', explicó.

'Si creemos en la justicia, la literatura no es prescindible', según Vargas Llosa

Unas metáforas que ella recupera en una literatura desgarrada como su libro En tierras bajas. En esa novela los silencios familiares se volvieron nacionales con la escalada de crueldad del régimen de Nicolae Ceaucescu. Una dictadura contra la que ella militó y que le hizo la vida 'insoportable'. Bajo ese régimen atroz, a salto entre reuniones clandestinas y amenazas, el único consuelo era leer y escribir. Cuando la detenían y la llevaban por la fuerza a declarar ella aligeraba el camino recitando poemas. Sin embargo, dudaba si tenía derecho a gastar tiempo en la literatura en medio de los horrores que estaba sufriendo su país.

Ahora, Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936) la felicita: 'No se puede poner en la misma balanza los niños que se mueren de hambre y los libros, como decía Sartre. Mantener viva la literatura en una sociedad oprimida es mantener vivo un quehacer humano. Precisamente si creemos en la justicia y el progreso no es una actividad prescindible'. Sin embargo, asegura que él no milita a través de la literatura, para eso deja el periodismo, los artículos que escribe en múltiples diarios de todas las regiones hispanohablantes.

El escritor peruano es uno de los innovadores de la novela realista, fruto del Boom latinoamericano de los sesenta. A sus 85 años tiene 175 libros publicados, el último, este año, Cartas a un joven novelista, donde reflexiona sobre cómo para él la literatura también fue un refugio, como para Müller.

Pues si Müller conmueve por el horror que destila su obra, inspirada en el régimen de terror que le tocó vivir, en Vargas Llosa es la mala relación con su padre al que suponía muerto pues su familia le había ocultado la separación matrimonial la que influyó claramente su literatura. 'Las mentiras de la literatura son la manera que hemos encontrado para decir verdades que no podemos decir de otra manera, por eso lo hacemos a través de la ficción', reflexionó.

Müller fue más allá: 'La vida no quiere que alguien la meta en palabras', pero esa combinación rítmica de sílabas es una 'clave para vislumbrar la vida'. Sin embargo las suyas van cargadas de realidad, tan perturbadora como fue la dictadura que le tocó vivir. Desde 1987 vive en Alemania, pero no ha cambiado de temas porque 'los recuerdos dramáticos siempre vuelven'.

Como Vargas Llosa recuerda 'la literatura nos enfrenta, abre las puertas de ese lado secreto, del sufrimiento que también es parte de nuestra existencia'. De hecho, confesó que una de las escenas de la literatura universal que más le han cautivado es el terrible suicido de Madame Bovary, de la que siempre ha estado enamorado.

Y es que para que sobrevivan las obras, más allá de sus autores, deben emocionar. Como lo hacen las del escritor y político republicano Jorge Semprún, para con quien el conservador Vargas Llosa tuvo buenas palabras. 'Su literatura transpira un extraordinario amor a la vida y muestra las posibilidades del ser humano de superar cualquier obstáculo', dijo, poco antes de salir de la sala entre aplausos dignos de dos estrellas del rock.

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