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La primera vez siempre duele

Tres escritores noveles cuentan lo difícil que es destacar con el primer libro

PAUL VIEJO

Publicar un primer libro suele ser, en la mayoría de los casos, poder dar por cumplido un sueño. El trabajo invertido en su escritura, el paseo del manuscrito de editorial en editorial o el ansia por ver cómo sus textos dejan de ser sólo un puñado de folios unidos por un canutillo, son recompensados cuando el autor hasta ahora inédito coloca su obra en una librería.


Además, es un voto de confianza. Así lo entiende Julio Fajardo, que acaba de publicar su primera novela, Los principios activos (451 Editores): 'Ahora que una editorial ha decidido publicar un libro mío, a lo mejor me siento más legitimado a pasarme horas delante del ordenador'. Confía también en que con la publicación de esta historia que tardó casi tres años en escribir le lleguen las opiniones de gente a la que no conoce, y eso es lo que más valora por el momento.


'Encontrar a los lectores de este libro' es la expectativa que tiene, por su parte, el mexicano Emiliano Monge, que reconoce haber pasado 'un tiempo muy jodido y angustiante' en la búsqueda de editor. El suyo es un magnífico libro de relatos, Arrastrar esa sombra (Sexto Piso), que, a pesar de su calidad, le dejó bien claro que 'encontrar editorial para un primer libro es un infierno'.
Otros autores noveles, como Pablo Díez, no lo ven tan negro. Él tardó un día en publicar Comet (Lengua de Trapo). Lo que debió de durar la deliberación del jurado que le concedió un premio y su correspondiente publicación. Desde que ha visto la luz su primera novela, Díez ha descubierto una 'incipiente sensación de pudor público' al pasar el libro del ámbito personal al ajeno.


Lectores, venid a mí
Pero, aunque de eso se trata y todos están de acuerdo, conseguir los lectores que esperan es la parte más complicada. La avalancha de títulos nuevos que se publican cada mes, sumado al hecho de que son los autores más conocidos quienes tienden a acaparar la atención de los medios y el espacio en librerías, dejan poca oportunidad para que los libros de un autor novel sobresalgan lo suficiente.


Para Fernando Varela, editor de Lengua de Trapo, lo más complicado a la hora de publicar un novel es precisamente hacerlo visible y lograr 'trasmitir a la crítica y a los lectores lo que hace de este libro algo especial'.


'Esto es una carrera de larga distancia', afirma Varela, consciente de las dificultades de que un primer libro salga a flote, 'aunque -añade- hay numerosas casos que han funcionado bien, tanto en prensa como en ventas'.
A los autores, por encima de esas ventas o esa atención necesaria, les preocupan otras cosas. Pablo Díez espera que sea una 'puerta de entrada' para poder seguir publicando sus sucesivos trabajos. Y, aunque a Fajardo y Monge pudiera preocuparles lo mismo, también se fijan en que lo que les importa de veras es seguir escribiendo.


Mantenerse en la brecha
Con independencia de los resultados, los tres escritores están contentos y agradecidos con el trato que se le ha dado a sus libros y a ellos. 'Saben que tú estás en el mismo barco', confirma el editor de Lengua de Trapo. Un barco que, como complementa Julio Fajardo respecto a
su editorial, 451 Editores, 'está luchando por abrir-
se camino'.


Ellos tendrán que hacer lo mismo. Quizá baste una reseña elogiosa o un inesperado boca a oreja para que alguno de estos libros asome la cabeza más allá de los meses de rigor que permanecerán como novedades en las librerías. Tal vez por ahora baste con conquistar unos pocos lectores, retenerlos y ya después buscar más con nuevas obras. Ellos van a seguir trabajando, porque, como asume Emiliano Monge, 'la oportunidad viene siempre acompañada por un golpe de suerte'.


Por ahora, estos tres libros quedan ahí, seleccionados entre tantaos otros por su calidad. Por si sirviera de algo: no les pierdan la pista.

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