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Los primeros recuerdos de la explotación global

El Reina Sofía muestra los orígenes del ansia capitalista, hace 300 años en Potosí

PEIO H. RIAÑO

La arqueología de la imagen nos lleva en esta ocasión a los orígenes de un sistema económico perverso, a los inicios de las prácticas de explotación colonial, que originaron la primera gran acumulación de capital. La memoria de la explotación global arranca hace 300 años en Potosí, Bolivia, ciudad entonces más grande que París o Londres. Gracias al trabajo infrahumano al que se sometió a la población nativa en las minas de plata, los Austrias sufragaron sus guerras, los banqueros alemanes y genoveses llenaron sus arcas y sucedía la primera división entre norte y sur, entre el mundo rico y el mundo pobre, los dominadores y los dominados.

Como dice Félix de Azúa en su nuevo libro Autobiografía sin vida (Mondadori), las artes son un intento esperanzado por producir sentido para nuestra vida. Con la exposición Principio Potosí, que mañana se inaugura en el museo Reina Sofía, el proyecto demuestra la inutilidad de seguir pensando 'la sociedad europea moderna y su sistema económico sin sus condiciones coloniales y los crímenes asociados a ellas', comentan los comisarios.

Con la tensión escénica que genera el enfrentamiento entre piezas del Barroco colonial y arte contemporáneo, el montaje acaba con el tiempo lineal. No hay pasado, todo es simultáneo. Ese dispositivo museístico, curiosamente, lo han desarrollado los propios artistas. Ellos son los comisarios. Ellos son los responsables de que el espacio se cruce con un recorri-do inusual, al completar la muestra con motivos que aclaranque la hegemonía cultural 'es una prueba de la violencia', como cuenta el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel. Esta exposición, asegura, es un ejemplo de 'perspectiva bastarda de la historia': '¿Qué pasaría si en lugar de empezar el relato moderno en la Inglaterrade la Revolución Industrial lo hiciéramos en la América de los virreinatos?', se pregunta.

Esta exposición es una perspectiva bastarda de la historia

El artista holandés Matthijs de Bruijne expone 1.000 sueños, un trabajo sin ninguna pretensión plástica sobre los sueños de trabajadores chinos. Ha documentado sus problemas: 'Los autobuses están repletos de trabajadores migratorios de camino a sus casas, en el interior [...] Es una zona completamente dedicada a la producción, donde los seres humanos no son más que un instrumento para un fin', se oye y se lee en la traducción de las palabras de este trabajador.

Frente a su instalación, unas deliciosas acuarelas de 1841. Tipos y costumbres bolivianas, hechas por Melchor María Mercado, a partir de una sociedad en la que la gran parte de sus habitantes no poseían el derecho a voto.

La muestra viene con mapa. Las exigencias didácticas del arte político se llevan hasta sus últimas consecuencias. El desarrollo industrial, urbano y económico extremo, rápido y violento, el avance de la economía mundial por encima de los recursos naturales, los silencios de las lesiones de los derechos humanos, la opresión de las fuerzas del capital y el poder sobre el emigrante, se cuenta paso a paso.

La hegemonía cultural 'es una prueba de la violencia'

Así hace tres siglos, así pasa hoy. Huelva, por ejemplo. Isaías Griñolo lanza con el montaje Mercado energético puro una durísima crítica contra el poder que se recicla sin dudas. 'Ahí están los restos de la deshumanización capitalista', explica el artista señalando cientos de colchones de los trabajadores del excedente de la fresa y la amenaza de la industria de los fertilizantes.

El montaje es un sorprendente juego en el que la relación tradicional entre obra y espectador se ha roto. Hay prismáticos y sillas de juez de tenis para no perder detalle, hay un desmantelamiento de la prioridad occidental y brilla por su intención punki.

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