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Quan'an deja fríos a unos espectadores congelados

El director chino, ganador de un Oso de Oro, abre el fuego con Apart Together

GUILLEM SANS MORA

La organización de la Berlinale ha contratado este año a empresas privadas para quitar el hielo de la calle. El objetivo declarado es que las estrellas puedan pisar la alfombra roja con tacones altos. Allá ellas. No tendrán más remedio que saltar directamente de la limusina a la alfombra. Si no, el resbalón está asegurado.

El festival abrió ayer su edición número 60 con un palmo de hielo en la calle y una nueva tormenta de nieve que obligará a desplazarse de cine en cine con sumo cuidado. El invierno más frío de los últimos 30 años ha pillado desprevenidos a los servicios quitanieves, ya casi sin sal. También en la Potsdamer Platz, a un centímetro de la alfombra roja.

'El rencuentro es algo a lo que aspiran todas las familias en China'

Apart Together. Así se llama en inglés la película inaugural. El festival ha incluido en su sección oficial a concurso esta historia de un reencuentro firmada por Wang Quanan, director de la denominada sexta generación de cineastas chinos que se llevó en 2007 el Oso de Oro con su tercer trabajo, la fábula rural mongola La boda de Tuya.

Wang cuenta la historia de un veterano de guerra que regresa de Taiwán a su natal Shanghái para reencontrar a la amada que dejó atrás 50 años antes. 'El reencuentro es algo a lo que aspiran todas las familias en China. Provoca siempre enfados, pero también felicidad', explicó tras la proyección Wang, que defendió que su película refleja 'una suavidad de los sentimientos típicamente asiática'. Lo que no quiso definir es su dimensión política. 'No pretende servir de puente entre taiwaneses y chinos del continente', se limitó a decir.

'Reflejo una suavidad de los sentimientos muy asiática'

Apart Together ofrece un retrato poco amable de Shanghái. Wang dedica un elegante guiño irónico a la absurdidad de su metrópoli, cuando muestra el interior de un autocar de turistas chinos en Shangai sin mostrar las supuestas maravillas arquitectónicas que contemplan asombrados de derecha e izquierda.

Los protagonistas hablan mucho durante las comidas, y a menudo entonan viejas canciones. Una vez, uno se emociona tanto que acompaña la suya con golpes en la mesa y muecas. Pero nadie se rió en el pase de prensa. Tosecillas, carraspeos, alguna deserción. Muy poético todo, pero asombroso que una película tan gris abra el festival.

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