Público
Público

Querido profesor

CARMEN MAGALLÓN PORTOLÈS

En los años sesenta fue nuestro profesor de historia en el Instituto de Teruel. Era serio y socarrón. Y sus clases, deliciosas.

Desmitificaba a las grandes figuras y daba valor a las vivencias de la gente normal. Nosotros, adolescentes que veníamos de pueblos donde la atmósfera opresiva de la dictadura era muy fuerte, nunca olvidaríamos cómo nos fue mostrando que la libertad era posible.

Junto a Juana, compañera del alma, nos trataba como a hijos. Con él montamos un grupo de teatro, una de las experiencias más gratificantes de mi vida. Peleando contra la censura, logramos representar La zapatera prodigiosa, de García Lorca. Incluso viajamos a Ourense, a la fase nacional de un concurso de teatro juvenil. También organizamos un cine club que se llamó Luis Buñuel, otro icono prohibido por el franquismo. Nos enseñó a amar la poesía. Admiraba a Vallejo, pero a nosotros nos hablaba sobre todo de Antonio Machado y de su hermano Miguel Labordeta. En Soria, regresando de Ourense nos dijo: 'Preguntad a la gente por el monumento a Antonio Machado'. Era su forma de enseñarnos en qué país vivíamos.

Con él descubrimos el Pirineo aragonés, San Juan de la Peña, las pequeñas iglesias románicas que le encantaban. Quería ser recordado 'como un pájaro herido, como un hombre sin más'. Un hombre entre melancólico y divertido. En las cenas del teatro, tras los ensayos cantaba: 'En la ilustre ciudad de Tafalla rifaron un cerdo pal santo hospital, ¡coño qué bien! / Se sacaron cuarenta mil reales, tilín, tilón / Se sacaron cuarenta mil reales y el cerdo bendito cayó al hospital, ¡coño qué bien!' Hasta siempre, querido profesor.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?